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10dic03
Intervención en el día de los Derechos Humanos, del representante del Secretario General de la ONU en Guatemala.
Hoy 10 de diciembre celebramos el "Día Internacional de los Derechos Humanos" porque la Asamblea General de las Naciones Unidas en el Palacio de Chaillot, París, aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948, hace 55 años.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos sigue siendo el documento más vivo y más vigente relacionado con los derechos humanos. Muchos países la han asumido como el eje de sus constituciones. Los valores que enarbola, como lo son: la justicia, la equidad, la tolerancia y el respeto mutuo, marcan una dirección permanente para el comportamiento de individuos, organizaciones y Estados. Pero su rasgo distintivo es que proclama la igualdad de todos los seres humanos, no solamente en el plano de los derechos, sino en el de la dignidad. Así el Artículo primero cobra una fuerza irreversible cuando reza: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros."
Desde 1948, la Declaración ha sido una de las fuentes primordiales para ampliar la protección de los individuos y de los pueblos en el derecho internacional, y es el norte indiscutible de nuestra lucha cotidiana por su pleno respeto y promoción.
La Declaración llega así a su "edad dorada" reconocida en todas partes como el marco para el desarrollo de nuestras sociedades y estados. Sin embargo, pareciera que mientras más amplio es el consenso y la disposición para que los pueblos se abran al conocimiento de este documento, del que podemos encontrar traducciones en más de 300 lenguas, nuevas dificultades y obstáculos se ponen en el camino de la plena vigencia de los derechos humanos. Por ello nuestro vigor y compromiso no deben disminuir, sino deben redoblarse.
En Guatemala, los Acuerdos de Paz firmados hace siete años apostaron por una visión integral de los derechos humanos, en fundar de nuevo el Estado guatemalteco a partir de los principios democráticos después de décadas de dictaduras, gobiernos autoritarios y una guerra civil sangrienta. La visión promovida por los Acuerdos de Paz tiene como base elemental la Declaración Universal: promover y proteger la vida, la libertad, la seguridad, el bienestar y desarrollo del pueblo.
Esta es una visión que requiere un Estado capaz de garantizar la seguridad pública y el respeto derechos del pueblo, capaz de resarcir a las víctimas de la violencia y capaz de proporcionar al pueblo servicios de salud, vivienda, educación y desarrollo económico adecuados para vivir con dignidad. Un Estado capaz de superar décadas de discriminación y represión contra los pueblos indígenas y los campesinos pobres, y desarrollar e implementar programas de desarrollo económicos, sociales y culturales equitativos.
No puede hablarse de derechos humanos si no se cuenta con una atmósfera libre de miedo e inseguridad para cultivar los procesos sociales, políticos y culturales previstos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En Guatemala la población sufre crecientes niveles de violencia y criminalidad, así como la persistencia del clima de amenaza en contra de los operadores de justicia, medios de comunicación y defensores de los derechos humanos. Las violaciones a los derechos humanos se dan en muchas formas, y cada una de ellas impide el desarrollo del país y la consolidación de un proceso de paz que ha requerido tanto tiempo, esfuerzo y sacrificio.
La realidad social guatemalteca confirma la exactitud y perfecta pertinencia de la Declaración de Durban -- fruto de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia -- celebrada apenas hace un par de años, en la cual se nos alerta "con preocupación que el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia pueden verse agravadas, entre otras cosas, por una distribución no equitativa de la riqueza, la marginación y la exclusión social".
Guatemala históricamente es uno de los países en el que los pueblos indígenas sufren más discriminación, exclusión y explotación, en donde padecen de malos tratos y condiciones desiguales e injustas, negándoles el pleno ejercicio de sus derechos políticos, económicos, sociales y culturales.
El informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico "Guatemala, Memoria del Silencio" concluye que las causas profundas que originaron el conflicto armado interno por más de 30 años, se inician desde la independencia, al constituirse un Estado autoritario y excluyente de las mayorías, racista en sus preceptos y en su práctica. Esta práctica recuerda las décadas de los 50´s y 60´s en Estados Unidos. Y justo este año se cumplió el cuadragésimo aniversario del famoso discurso pronunciado por Martín Luther King, (I HAVE A DREAM), en el que dice que la vida del negro (en Guatemala sería del indígena) es aún una vida a medias, amputada por la disgregación y coartada por la discriminación racial. El indígena vive en una solitaria isla de pobreza, en medio de un océano gigantesco de bienestar material; el indígena malvive al margen de la sociedad y se encuentra en el exilio estando en su propio país.
En Guatemala aún no se logra reconocer el carácter pluricultural y multilingüe de la nación, lo que impide planificar y proyectar relaciones renovadas de respeto y dignidad. La discriminación racial es latente, no hay leyes de discriminación, pero tampoco hay leyes suficientes contra la discriminación.
En Guatemala se promueven relaciones interétnicas en tensión y desconfianza, negando a todos los guatemaltecos la posibilidad de construir una identidad de manera propositiva y creativa, identificándose plenamente con la cultura de la cual son portadores.
La legislación no refleja la realidad de un país pluricultural y multilingüe. Algunas personas suelen decir que el problema no es discriminación sino ignorancia, sin embargo esa ignorancia resulta siendo discriminación. Lo más curioso es que la valoración externa de Guatemala viene precisamente de su multiculturalidad: los dos Premios Nobel de este país, Rigoberta Menchú y Miguel ángel Asturias, ganaron los premios precisamente por el elemento multicultural: los pueblos indígenas, los Hombres de Maíz.
Guatemala es un país anacrónico en el tema de la discriminación, le faltan muchos años de desarrollo. Aún estamos esperando un Gobierno que tenga igual número de ministros indígenas y no indígenas. Todavía estamos esperando una educación plenamente bilingüe.
Hay que eliminar la brecha existente entre la calidad de vida de la población indígena y no indígena. Hay que entender que no sólo los indígenas sufren las consecuencias de la discriminación, sino que sufre la sociedad en su conjunto y se priva de los aportes y la riqueza que viene precisamente de la diversidad cultural.
Así que la lucha contra la discriminación no es asunto solamente de los discriminados, de los pueblos indígenas o de los negros, sino de todos: indígenas y no indígenas, discriminados y no discriminados. La lucha por los derechos humanos es lucha y bandera de todos nosotros.
La erradicación de la discriminación es una tarea difícil porque hay que superar raíces históricas. Un buen comienzo, según las propias palabras de Rigoberta Menchú, será reconstruir la memoria histórica de los pueblos indígenas; buscar la verdad para poder, desde el pasado, construir nuevas historias nacionales que sean incluyentes y que tomen a los indígenas como parte vital de la nación, como lo ha hecho Miguel ángel Asturias.
La discriminación representa uno de los principales obstáculos para la democratización del país. Urge una reforma institucional que modifique las relaciones entre el Estado y los pueblos indígenas, tomando como base la Constitución de la República, el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, y los tratados y convenios internacionales que Guatemala ha ratificado sobre el tema.
Este es un reto para Guatemala y, cuando suceda, será una victoria más en la lucha por los derechos humanos. Mientras ese momento llega, Naciones Unidas seguirá caminando al lado de las víctimas, luchando para la protección de sus derechos.
Sabemos que nuestro trabajo se realiza en un mundo en el cual los derechos humanos son abundantemente proclamados, insuficientemente protegidos y cotidianamente vulnerados. Tenemos presente que, cada vez más, quienes se consagran a esta agenda sufren persecución, hostigamientos y muerte.
En su mensaje para este día, el Secretario General de Naciones Unidas dice: "no han transcurrido cuatro meses desde que las Naciones Unidas perdieron a su principal defensor de los derechos humanos, Sergio Vieira de Mello, Alto Comisionado para los Derechos Humanos que falleció junto con otros 21 luchadores por la paz y los derechos humanos en el ataque perpetrado contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad. Su muerte fue un golpe muy duro para la causa de los derechos humanos."
El 2 de diciembre Guatemala rindió homenaje póstumo a Sergio Vieira de Mello, otorgándole la "Orden del Quetzal".
Precisamente por el ejemplo de Sergio Vieira de Mello reafirmamos aquí, juntos, como individuos y pueblos; como hombres, mujeres y jóvenes; como confluencia rica y variada de culturas; como humanidad entera de todas las sangres; que mantendremos sin desmayo nuestro empeño por hacer de los derechos humanos la gran patria de todos.
Muchas gracias.
Tom Koenigs Representante Especial del Secretario General y Jefe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Guatemala.
Guatemala, 10 de diciembre de 2003.
Este
documento ha sido publicado el 08ene03 por el Equipo
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