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19dic17
Sánchez Mato, treinta meses de máxima deslealtad hacia Carmena
Al economista Carlos Sánchez Mato (Madrid, 1970) no se le dan nada bien las cuentas. Su corta carrera política está plagada de errores de cálculo en sus intrigas palaciegas. Desde que llegara a Cibeles el 13 de junio de 2015, la longitud de la lista de entuertos en los que ha metido a su jefa, Manuela Carmena, es inversamente proporcional a sus aciertos. Los cuatro PEF que le han costado el cargo son solo la punta del iceberg.
Responsable de Políticas Económicas de Izquierda Unida, partido al que pertenece desde 2013, semanas después de ser nombrado delegado municipal se supo que había participado en la elaboración del ERE de la empresa sevillana Cocina Tres S. L., del Grupo Herlobe, del que fue director financiero entre 2004 y 2014. Un capítulo de su vida laboral que, sin embargo, no aparecía en su carta de presentación como número 14 de la lista a las municipales de 2015 de Ahora Madrid. No quedaba muy bien en alguien que presume de izquierdista, comunista y defensor de una economía solidaria y dirigida a la cooperación para el desarrollo.
Tampoco mostró mucha transparencia cuando, en enero de 2016, enchufó a un inexperto Samuel Romero, de apenas 29 años, al frente de la mastodóntica empresa Calle 30; pero el joven es hijo de Rosa Aporta, miembro del partido en Vicálvaro y amiga íntima de Sánchez Mato. Una sospechosa endogamia que defendieron por la supuesta necesidad de «rejuvenecer» el aparato consistorial.
Alrededor de ese consejo de administración también sobrevuela la sospecha del espionaje: la pasada semana, el PP municipal denunció la grabación ilícita de las reuniones del máximo órgano de Calle 30, con el móvil de la secretaria y a espaldas del resto de concejales, también de la oposición.
Sin embargo, las peores artes de Sánchez Mato y sus mayores deslealtades han sido con la propia alcaldesa, con la que las relaciones han ido de mal en peor. El caso del Open de tenis es el más paradigmático. Con su no menos polémica compañera Celia Mayer, cuya única credencial política es su pasado como okupa del Patio Maravillas, pergeñó una querella contra los dos equipos de Gobierno anteriores, del PP, por presuntas irregularidades en la concesión y gestión del torneo. Llevaron a la Fiscalía Anticorrupción la denuncia, por prevaricación administrativa y malversación de caudales públicos. Carmena ni nadie de su círculo de mayor confianza (la primera teniente de alcalde, Marta Higueras, y el coordinador general de la Alcaldía, Luis Cueto) tenían ni idea de lo que se cocía. Ni mucho menos de que Mato y Mayer habían acudido (y pagado 50.000 euros a cuenta del bolsillo de los madrileños) a dos bufetes privados tras ser rechazadas sus sospechas en tres informes de los propios servicios jurídicos del Ayuntamiento. Ahora son ellos los que están siendo investigados (imputados) por tres delitos: malversación, prevaricación y delito societario. Fueron reprobados por el Pleno. Aún así, se niegan a dimitir, como si el código deontológico de Ahora Madrid no estuviese hecho para ellos dos.
El falso mantra de la deuda
Al ya exconcejal de Economía y Hacienda le han salido muchas «novias» en los últimos tiempos; todo, a cuenta del mantra de que ha reducido la enorme deuda que dejaron sus predecesores en 2.000 millones de euros. Sin embargo, la realidad es que su partido llegó en 2015 a Cibeles con la promesa, y así insistieron en los meses posteriores, de multiplicar el gasto social, algo normal en la izquierda económica. La Ley de Estabilidad Presupuestaria establece que el remanente de tesorería (a grandes rasgos, el superávit anual) debe destinarse a Inversiones Financieramente Sostenibles; y eso es lo que querían Carmena y su equipo, hasta que a Sánchez Mato se le empezaron a distraer las cifras y no supo ejecutarlas. La norma establece, entonces, que esa cantidad deben dedicarse a la amortización de la deuda. Y es lo que ha venido ocurriendo desde el primer momento. En la práctica, el edil comunista ha aplicado la misma política liberal y de recortes que Ana Botella, que fue quien empezó a reducir la deuda.
El penúltimo desaire a Carmena fue intentar imponer antes de tiempo el nomenclátor de la Memoria Histórica, paralizado por los jueces, en el Índice Fiscal de Calles. También le salió mal.
[Fuente: Por Carlos Hidalgo, ABC, Madrid, 19dic17]
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