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17sep15


Crisis de refugiados: el boomerang de la guerra regresa a Europa


Las guerras que Europa fomentó en África y el Medio Oriente ahora regresan a su territorio como un boomerang y lo hacen en forma de refugiados: miles de personas que huyen de las balas y la miseria.

De Afganistán a Libia, de Iraq a Siria, en todos los casos las potencias europeas (junto a Estados Unidos) estuvieron relacionadas con los conflictos armados, e incluso en algunos han intervenido.

En los días que corren, mientras la Unión Europea (UE) se dice desbordada con la llegada masiva de indocumentados, estados como Reino Unido o Francia forman parte de la coalición internacional que realiza bombardeos aéreos en Iraq o Siria.

Si bien la agresión está dirigida, formalmente, contra el grupo terrorista Estado Islámico, en la práctica afecta también a las poblaciones civiles, que se ven obligadas a huir a otros sitios lejos de los disparos, las bombas y el hambre.

Por eso no son 100 ni 200, son más de 500 mil los indocumentados llegados a Europa en lo que va de año, sin que el continente acabe de pronunciarse al respecto ni defina una estrategia conjunta para gestionar tal flujo.

Qué hará Europa con tantas personas es una interrogante cada vez más aguda en tanto el ingreso de foráneos no para de crecer a diario, ya sea por tierra a través de la ruta de los Balcanes, o por mar, principalmente el Mediterráneo.

Naciones Unidas reclama acciones urgentes a la UE mientras el Papa Francisco apela a la solidaridad y llama a acoger a los desposeídos.

Con esos cantos de sirena, y en medio de una fuerte presión de la comunidad internacional, el grupo de los 28 no puede decidir cerrar fronteras para blindarse, aunque ello ya sería inútil dada la enorme cifra que está del otro lado.

Tampoco es una opción viable hacer deportaciones masivas: la mayoría de los foráneos procede de países castigados por la guerra, sobre todo Siria, y negarles el refugio sería incumplir las normativas internacionales que refrendan el derecho de recibir protección internacional cuando se huye de naciones en conflicto.

Es decir, quizás puedan devolver a una parte bajo el pretexto de que se trata de migración económica, pero será solo una parte.

Dadas las circunstancias, todo parece indicar que de alguna manera Europa deberá arreglárselas para acoger a miles de refugiados, si bien hasta ahora brillan por su ausencia los planes concretos para organizar la admisión.

La Comisión Europea propuso desde abril un programa para distribuir en los 28 países del bloque regional a 40 mil refugiados a través de cuotas obligatorias, y tras el enorme flujo registrado en el verano, elevó la cifra a 160 mil.

Si bien estados como Francia se preparan para asumir su parte, calculada en unos 24 mil, otros como Hungría, Dinamarca y la República Checa son categóricos al afirmar que no pretenden participar en la iniciativa.

Los ministros de Interior de la UE se reunieron esta semana, una vez más, para intentar hallar un consenso, cita que terminó -otra vez- con una declaración política, pero sin acuerdos ni medidas prácticas.

Más allá de esa situación, uno podría ser optimista, pensar que finalmente ocurrirá el milagro y aceptarán el plan; sin embargo, se trata de un programa de 160 mil personas cuando los llegados son más de medio millón... ¿qué sucederá entonces con el resto?

Ciertamente, aprobar el asilo para 500 mil indocumentados sería un esfuerzo notable para una región acostumbrada a hacer mucho menos: en 2014 concedieron algún tipo de protección a 184 mil 665, la mayor cantidad de los últimos años.

No obstante, acoger a medio millón de personas podría no resultar tan complejo para un continente de más de 700 millones de habitantes, que reúne a varias de las potencias más industrializadas y ricas del planeta.

Frente a ello podría mencionarse el caso del Líbano, un pequeño país que según las Naciones Unidas, alberga él solo a más de un millón de sirios (independientemente de los conflictos internos generados por esa situación), además de los miles de palestinos que ha recibido durante décadas.

La comunidad internacional sigue aguardando una respuesta europea ante la crisis, y de acuerdo con los pronunciamientos, se espera que no sea al estilo de Hungría.

Además de negarse a participar en el plan de acogida, Budapest eleva vallas en su frontera para impedir el ingreso de los foráneos y estableció leyes dirigidas a penalizar con deportaciones y cárcel a quienes ingresen de manera ilegal.

En el mundo crece la expectativa en torno a qué hará Europa con los indocumentados, en un contexto en que solo serán bien vistas posturas abiertas, constructivas y solidarias.

[Fuente: Por Luisa María González, Redacción Europa, Prensa Latina, La Habana, 17sep15]

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