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28abr16
Los políticos españoles no tienen remedio
Decía Winston Churchill que "el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones".
Pues a los políticos hispanos todavía les falta un buen trecho para alcanzar esa mayoría de edad porque gracias a su manifiesta ineficacia España se verá obligada a acudir otra vez a las urnas. Serán en definitiva seis meses tirados a la basura, cuatro desde los comicios fallidos del 20 de diciembre, más dos meses más que habrá que contar hasta la celebración de los nuevos, fijados para el 26 de junio.
Las cuatro organizaciones que obtuvieron los mejores resultados -el Partido Popular (PP), el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Podemos y Ciudadanos (C"s)- no han sabido -¿o no han querido?- ponerse de acuerdo a la hora de formar alianzas que pudieran facilitar la investidura de un nuevo presidente del Gobierno por el Parlamento. Los números de escaños no cuadraban y era preciso aunar posiciones para obtener una mayoría simple, es decir, más síes que noes de un candidato. No ha podido ser. Ha habido demasiados egos, demasiados obstáculos ideológicos, demasiados intereses partidistas. Ahora queda entre los ciudadanos un sentimiento de frustración y cabreo. Son palabras de Patxi López, el presidente del Congreso de los Diputados.
Se pone así fin a la XI Legislatura, la más estéril y corta desde la restauración de la democracia. Y se abre un nuevo periodo de agitación electoral. La campaña se prevé mucho más ácida que la anterior. Porque ya han empezado las descalificaciones y aún no ha sonado la campana. Casi todos se acusan mutuamente de ser los responsables directos de volver a las urnas. El PP apunta al PSOE y Ciudadanos, éstos últimos a Podemos, quienes a su vez responsabilizan a los socialistas, y éstos a los populares. En definitiva todo un círculo vicioso que va a poner a prueba la paciencia del electorado, muy afectado por la crisis económica y decepcionado por el falta de consenso.
Todos los líderes llegarán bastante debilitados. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, es uno de los más afectados porque no ha conseguido los votos suficientes y, además, porque una parte significativa de su partido, capitaneada por varios barones regionales, cuestiona su liderazgo. Si obtiene peores resultados que el 20-D su futuro político estará acabado. El número uno de Podemos, Pablo Iglesias, por su parte, ha gestionado sin contemplaciones una purga interna, desplazando de la cúpula al que era su lugarteniente e ideólogo, Íñigo Errejón, porque éste estaba dispuesto a hacer más condiciones de cara a la firma de un pacto de izquierdas con Sánchez. El menos desgastado parece el presidente del Gobierno en funciones. Mariano Rajoy lo ha fiado todo en el inmovilismo y en repetir las elecciones. Es el que menos se ha expuesto pero también porque ninguna fuerza estaba dispuesta a negociar con él. Los navajazos estarán al orden del día, pero no sólo contra el adversario sino también en las filas propias.
Casi todos los sondeos de opinión pronostican unos resultados similares a los de diciembre, es decir, que persistirá el bloqueo político, porque PP y C"s se quedarían a cinco escaños de la mágica cifra de 176 diputados, la mitad más uno de los 350 que integran la Cámara Baja. El drama es que votar de nuevo no va a romper el nudo gordiano. Eso va a alentar la desilusión que puede canalizarse a través de una mayor abstención, circunstancia que potencialmente favorecería al PP, pues los votantes de derechas suelen ser más fieles.
Algunas encuestas demoscópicas incluso muestran que al PP le iría mejor si Rajoy diera un paso a un lado y cediera el liderazgo a la vicepresidenta primera del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, algo altamente improbable.
De momento sólo hemos visto el dontancredismo de Rajoy, el egocentrismo de Sánchez, el maniqueísmo de Iglesias y el sincretismo de Rivera. Y no se ven indicios de que vayan a cambiar los caballos. En muchos casos, será todo lo contrario: las listas de candidatos van a ser exactamente las mismas para hacer más patente que esto es una burda repetición y que no ha pasado absolutamente nada.
Hasta ahora ha habido mucho tanteo e incluso postureo. El tiempo no les apremiaba. Los políticos contaban con la "tranquilidad" de saber que los Presupuestos Generales del Estado para este año ya fueron aprobados por el Pleno del Congreso en octubre de 2015, tras ser elaborados en verano por el Gobierno y aprobados por el Consejo de Ministros. Ese plazo se ha acortado y ahora unos y otros están condenados a entenderse.
Lo único mollar de estos cuatro meses fue probablemente el pacto PSOE-C"s "para un Gobierno reformista y de progreso" rubricado en febrero.
Por consiguiente, continuará la parálisis política y aumentará el enojo del ciudadano, también irritado por los recortes derivados de la austeridad impuesta, por el alto índice de desempleo, y por los numerosos casos de corrupción a todos los niveles. Se prolongará pues la interinidad, con los nefastos efectos que eso está desencadenando en la inversión extranjera y en la promoción de nuevos proyectos de infraestructura. Por no hablar del desdoro en la imagen internacional. Así, se ha suspendido una visita a España del presidente estadounidense Barack Obama hasta que no hay gobierno.
Esta situación inopinada no hace más que fomentar una crisis institucional.
Tras el regreso de la democracia hace 40 años, España jamás ha tenido un gobierno de coalición. La historia más reciente sí contempla pactos de investidura. Por ejemplo, cuando los nacionalistas moderados catalanes jugaron un papel esencial en la gobernabilidad de España, apoyando al PP en la VI Legislatura. Fue el llamado Pacto del Majestic, rubricado en 1996 entre el Partido Popular y Convergència i Unió (CiU), según el cual el partido de Jordi Pujol dio su apoyo a la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno a cambio de ofrecer más competencias a Cataluña y el apoyo del PP a CiU en Cataluña.
La alianza PSOE-C"s fue torpedeada tanto desde Podemos como desde el PP, lo que confirmaría que estos últimos dos grupos tienen una importante cuota de culpa en la repetición de los comicios.
Urge acometer la regeneración del país, incluyendo una importante reforma constitucional que ataje los problemas territoriales y recupere la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Pero para eso es preciso apartar los intereses cortoplacistas y hacer sacrificios. Se ha perdido un precioso tiempo en la lucha contra el paro, que sigue siendo el segundo más alto de la Europa comunitaria, detrás de Grecia. Como apunta el diario El País, España está viviendo "simplemente de las rentas de una salida de la crisis económica que, apenas iniciada, ya deja entrever el peligro de la contracción del crecimiento".
No hay que caer en la melancolía propia de Don Quijote ni en la resignación tan característica de 1898 cuando España perdió sus últimas colonias (Cuba y Filipinas) y se extinguió como imperio. Hay que actuar.
Los principales diarios españoles, independientemente de su ideología, están repletos de columnas de opinión y de análisis que sostienen que España está agotada, sin brújula, no olvida el guerracivilismo y recupera el esperpento. Sobran epítetos y faltan soluciones. Por ejemplo, cómo reducir el abultado déficit público sin tocar las partidas de Sanidad, Educación o Servicios Sociales.
No es ningún alivio que países vecinos como Bélgica o Portugal hayan tenido problemas de interinidad gubernamental o que esta situación de inestabilidad no sea insólita en el Viejo Continente. Como dice el refrán, mal de muchos, consuelo de tontos.
Repetir en verano las elecciones supondrá un gasto de 130 millones de euros que se repartirán entre la administración pública, correos, telecomunicaciones y logística. Y esa cifra no incluye el dinero que los partidos reciben del Estado. Todo montón de dinero se podría canalizar a tareas mucho más productivas
Los escenarios futuros no son nada optimistas y anuncian un nuevo fracaso. La gran coalición a la alemana -entre el PP y el PSOE- parece descartada, y los pactos por la izquierda se enfrentarán, otra vez, a las barreras de los egos de sus líderes y a las derivadas que hablan de independentismo. Mucho tienen que cambiar las actitudes.
Sirva como colofón otra cita brillante del conocido primer ministro británico: "Lo que este país [España] necesita son más políticos desempleados".
[Fuente: Por Francisco Herranz, Sputnik News, Moscú, 28abr16]
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