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26jun13


El ´naufragio´ del S-80


Industria naval. El fracaso de Navantia, la empresa estatal de astilleros, en la construcción de los nuevos submarinos S-80 es mucho más que un fallo técnico. Los cientos de millones de euros que costará solucionar los problemas de exceso de peso que han surgido en la fabricación de la nave son -a pesar de los tiempos de ajustes que corren- un mal menor.

El S-80 iba a ser el primer submarino de diseño exclusivamente español, era el proyecto estrella de Navantia y, para muchos expertos, la obra de ingeniería nacional de mayor relevancia en décadas. Las casi cien toneladas de sobrepeso de los equipos que se debían instalar en el interior de la nave y que han paralizado la obra son un varapalo que apunta directamente a la línea de flotación de los astilleros públicos españoles.

La situación económica que atraviesa Navantia ya era más que delicada en las factorías de Ferrol y Cádiz, donde los contratos brillan por su ausencia y los trabajadores día sí, día también, se lanzan a la calle y radicalizan sus protestas para que les llegue algún barco que echarse a las manos. Navantia incluso se había planteado que operarios ferrolanos y gaditanos se desplazaran temporalmente a Cartagena para sumarse a la construcción de los sumergibles, ante la falta de ocupación en sus astilleros gallegos y andaluces.

La tabla de salvación

El S-80 era la tabla de salvación, el mensaje en la botella con el que la empresa pública de construcción naval se presentaba en los mercados internacionales para presumir de tecnología y modernidad. Y todo se ha ido al traste por una cuestión de peso.

La vía de agua que se ha abierto en la compañía como consecuencia de este "accidente" es considerable y cabe preguntarse si será capaz de soltar los plomos y emerger o si se irá definitivamente al fondo.

Y lo peor es que la sensación que se transmite es que nadie se dispone a agarrar el timón con fuerza para aguantar la nave y sacarla a flote. Eso es al menos lo que sienten los trabajadores del astillero, que ya denuncian abiertamente la situación de caos y desgobierno en una compañía que se ha dirigido a golpe de decisiones políticas, de designaciones de responsables a dedo que han manejado la compañía en función de sus gustos y preferencias, pero sin respetar lo que hacían sus antecesores y sin apenas criterios técnicos, lamenta la plantilla.

De hecho, en el astillero cartagenero achacan el sobrepeso del submarino a la falta de coordinación entre los dos equipos que se formaron para el diseño del proyecto. Por un lado, se trabajaba en la nave, en el casco y, por otro, en los sistemas y equipamientos que se tenían que instalar en el interior. Las casi cien toneladas que le sobran pueden parecer pocas si se comparan con las más de dos mil que debía pesar el submarino, pero son una auténtica barbaridad cuando se comprueba que equivale a desmontar por completo el sistema de propulsión independiente del aire, bautizado como AIP. Y es, precisamente, este novedoso sistema de propulsión lo que distingue al S-80 respecto a sus competidores, lo que iba a convertirlo en el submarino convencional más avanzado del mundo, gracias a que permite que el sumergible pueda estar mucho más tiempo en inmersión y sin necesidad de subir para renovar el aire desplegando el snorkel.

La desesperación entre los trabajadores es tal que plantean incluso que la primera de las cuatro naves que se están construyendo para la Armada española se termine sin este sistema AIP, con el fin de poder cumplir los plazos iniciales y evitar el retraso de dos años anunciado por Navantia.

Si no hubiera surgido esta tormenta, el primero de la serie 80, el S-81-que, paradójicamente, va a llevar el nombre del inventor cartagenero Isaac Peral- ya debería estar en el agua o a punto de su botadura para continuar con la obra en el interior hasta entregárselo a la Armada a principios del año 2015.

La US Navy, al rescate

Sin embargo, el escenario que se encuentra Navantia en estos momentos es el de un submarino dividido en secciones que no puede ensamblar, porque los equipos construidos para su interior, simple y llanamente, no caben. Para más inri, ha tenido o ha querido recurrir a la ayuda y asesoramiento de una empresa norteamericana vinculada a la US Navy, llamada Electric Boat, para solucionar el entuerto, por lo que cabe cuestionarse hasta qué punto se mantiene la exclusividad española en el diseño de la nave.

Además, sus consejos le cuestan a las maltrechas arcas de la Defensa española catorce millones de euros y ya se apunta a que la solución que van a plantear -entre las que parece ganar enteros la de alargar la eslora del sumergible unos seis metros- puede aumentar el coste del proyecto en unos 800 millones de euros, un 35% más de lo previsto inicialmente.

Pese a todo, ya hay quien piensa que el mayor daño es el que se ha hecho al prestigio de unos astilleros que se habían convertido en un referente mundial en la construcción y mantenimiento de submarinos y que aspiraba a construir al menos un sumergible al año con su producto estrella, el S-80. Seguro que los principales competidores franceses de la DCN y los alemanes de la HDW no están muy afectados por el fiasco del proyecto español y hasta puede que se alegren de ver cómo Navantia puede estar echando por tierra más de medio siglo de buena reputación en el exigente mercado de la construcción de submarinos.

[Fuente: Por Andrés Torres, Información, Madrid, 26jun13]

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