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05ene13
Así se las ponían a Juan Carlos I
Desde que, tras la decepción de Nochebuena, se anunciara una entrevista con Su Majestad Juan Carlos I, ya se nos advirtió de que en la misma no habría nada de lo que esperábamos: ni urdangarines, ni corinnas, ni elefantes. Ahora bien, que el teatrillo fuera tan lamentablemente artificial y que lo cortesano llegara a la obscenidad no se lo merecían dos pesos pesados de nuestra historia y de la comunicación como Jesús Hermida y Juan Carlos I, que suman (¡arrea!) 150 años entre los dos.
El título del espacio (me permitirán que, como licenciado en periodismo, no califique a esto de entrevista), ya era de un mal gusto galopante: La noche del Rey, como La noche del boxeo de MarcaTV o La noche del fútbol de Canal +.
El escenario resultó todavía peor: el Rey en una poltrona ostensiblemente mayor que la de su supuesto entrevistador, como en la memorable escena de la teoría de la silla de El gran dictador entre Hitler y Mussolini, cuando le explican a Chaplin que siempre tiene que sentarse más arriba que su interlocutor. Asiento de trabajo, suponemos, que alguno de los muchos asesores reales debería haber tenido la precaución de bloquear, que los alumnos de primero de periodismo ya saben lo feo que queda eso de bambolearse en un sillón giratorio cuando tienes una cámara delante.
Su alteza con la voz ronca, la parte que queda por debajo de la barbilla (la real papada, con perdón), enorme y prominente asfixiada por el cuello de la camisa, intentado transmitir que se encuentra "en buena forma, con energía y con ilusión", consiguiendo justamente lo contrario, apareciendo cansado, aburrido, y con cierto punto de desesperanza. Como un entrenador de fútbol que encadena una serie de malos resultados y sale a dar la cara sin convicción, con la destitución aguardando en los vestuarios.
La analogía futbolera no es gratuita: la lanzó el propio Hermida en búsqueda desesperada del "efecto campechanía" con su "podemos", populachera e impropia expresión para semejante evento, y se confirmó durante todo el espacio en los parlamentos estériles, vacuos y vanos de uno y otro. El resumen podría ser "La Monarquía es así" y no mentiríamos. Peor: ni uno ni otro se esforzaron en disimular ni un poquito lo que de representación archipreparada tenía la ocasión, que hay que tener entereza para contestar en su segunda intervención "no es fácil lo que me preguntas", cuando salta a la vista que la cuestión se la escribió a Hermida la Casa Real cuando el Príncipe Felipe gastaba pañales.
Hermida, qué crack, venga a dar pie a las respuestas de su interlocutor, que solo le faltaba hacerle a Su Alteza señas de mus. Y el Rey dale que te pego, hablando mucho, demasiado, de su generación ("la generación de la libertad", la bautizó), la que le apoya, cuando lo que tenía que haber hecho era dirigirse a la otra, a ese 45% de entre 19 y 29 años que rechaza la institución que representa según la reciente encuesta de Sigma 2 para El Mundo. Y perorando más todavía sobre la "satisfacción" y el "esfuerzo", en un tono pretendidamente informal. Pretendidamente porque ya me dirá usted si así, motu proprio, le sale una expresión tan florida como "intransigencias que conllevan a maximalismos".
Y un par de vídeos ajados, y los primeros planos de los portafotos familiares en marcos de plata, también muy de su generación, sí señor, pero en los que no se verá reflejada esa "España moderna" a la que dice servir. En un despacho que destilaba nostalgia de tiempos mejores, La noche del Rey solo sirvió para comprender por qué Hermida (venga Vuestra Majestad para arriba y Vuestra Majestad para abajo) fue el elegido para la representación: en los golpeos de nuca que le hicieron célebre lleva la genuflexión cortesana incorporada de fábrica.
Dijo Somoano en la presentación de La noche del Rey que habían estado "mucho tiempo detrás de esa entrevista" y que "pasaría a la historia". Permítanme dudarlo. 13 años habían pasado desde su última entrevista, aquella tan polémica con Victoria Prego, que filtrara la dama de la Transición a Pedro J. para cabreo de Polanco. 21 de la anterior, la no menos polémica concedida a Selina Scott para la televisión británica, conseguida con dudosas artes por Constantino de Grecia, para cabreo del periodismo patrio… Y 13 y 21 años sigue haciendo. Porque lo que presenciamos ayer puede calificarse como cualquier cosa menos como una entrevista.
[Fuente: Por Rubén Romero, El Confidencial, Madrid, 05ene13]
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