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22sep14
La Justicia a través del espejo de la fortuna Larios
El miércoles por la noche hubo fiesta en la finca de Los Llanos, Albacete, una de las mayores de España (11.000 has), creada por el marqués de Salamanca. Carlos Gutierrez-Maturana-Larios y Altuna, Carlitos, actual marqués de Paul, obsequiaba con una cena a sus íntimos amigos Juan Abelló, Alberto Alcocer y Felipe Benjumea. Por la mañana habían abatido cientos de perdices en una de las fincas preferidas por el rey Juan Carlos para tal menester. El riquísimo cuarteto celebraba las buenas noticias llegadas a tierras albaceteñas sobre lo ocurrido 24 horas antes en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), donde Carlitos, defendido por ese maestro en pastorear jueces que es Antonio Hernández-Gil, creía haber asestado otro tortazo en sede judicial a su madrastra y hermanastras, tres mujeres que desde hace décadas luchan denodadamente por recuperar lo que es suyo, la propiedad de la fortuna Larios, valorada en más de 500 millones de euros, un patrimonio que aquél maneja a su antojo.
Una historia digna de Shakespeare, en la que se dan cita todos los ingredientes del drama clásico: amor, dinero, incesto, codicia, celos, traiciones, amigos poderosos, jueces venales… Una historia que arranca con el difunto marqués de Paul, Carlos Gutiérrez-Maturana-Larios y Pries, don Carlos, casado en primeras nupcias con Julia Altuna, con la que tuvo dos hijos: Carlitos y José Antonio. La vida de esta familia podría haber seguido su curso normal si un día el marqués no se hubiera tropezado con Bárbara Kalachnikoff, una bella española de origen ruso de la que se enamoró a primera vista y con la que se fue a vivir de inmediato, principio de los setenta, sin pasar siquiera por casa para recoger el cepillo de dientes. Con ella tendría tres hijas: Alejandra -fallecida en 2002-, Christina y Bárbara Gutierrez-Maturana-Larios Kalachnikoff.
La ruptura fue tan abrupta, tan dolorosa la partida, que el episodio marcó la vida de Julia y sus hijos, con los que el padre no mantuvo contacto durante años, a pesar de pasarles una generosa asignación mensual. El rencor hacia su marido y el deseo de venganza se convirtió en la obsesión de esta mujer despechada, que a partir de entonces dedicaría lo mejor de su vida a inocular en el ADN de sus hijos el odio hacia la nueva compañera de su padre y sus hermanastras. De vengar la afrenta se iba a encargar Carlitos, un hombre decidido desde el principio a negar cualquier legitimación hereditaria a Christina y Bárbara, a quienes considera ilegítimas, y a quedarse con el patrimonio familiar acumulado por su padre.
El joven Carlos, en efecto, reapareció en 1977 en la casa familiar dispuesto a recuperar el corazón de su progenitor, primer paso para acercarse a su fortuna, pero ante la manifiesta frialdad y desconfianza del jefe de familia, cambió de estrategia dispuesto a camelarse a su madrasta para, por esta vía, ganarse el afecto de su padre. Y tanto se acercó Carlitos a Bárbara Kalachnikoff que ocurrió lo irremediable. Lo relata la aludida en una carta fechada el 6 de octubre de 2011: "Ahora me doy cuenta de cuál fue tu reacción a la falta de química entre tu padre y tú. Manipulándome tenías acceso pleno a tu padre y a su entero patrimonio. Por eso empezaste a cortejarme, a tratar de darme celos, en un juego al que no supe anticiparme y que desembocó en el inicio de nuestra relación amorosa en Nueva York en febrero de 1987, y que continuó en Los Llanos con las visitas nocturnas que me hacías aprovechando que tu padre y yo dormíamos en habitaciones separadas". La relación, que duró 16 años, fue cumplidamente aprovechada por Carlitos para conseguir los objetivos que se había marcado.
El descubrimiento de la humillante situación llevó a don Carlos a expulsar de la familia a su primogénito y a su segunda mujer, y a otorgar testamento en el que desheredaba a ambos por adúlteros, además de iniciar los trámites de separación de Bárbara, con la que se había casado a principios de los ochenta. La herida fue tan profunda que el patriarca buscó en el alcohol ("Bebía hasta perder el conocimiento") el consuelo que no le podían proporcionar las meras decisiones jurídicas, lo que le llevaría a padecer casi hasta el final de sus días un alcoholismo crónico. Cornudo y apaleado, don Carlos siguió pagando a su mujer una generosa pensión que permitió a la pareja vivir con evidente desahogo su amor loco en una casa de Málaga entre 1987 y 1992.
Un hecho puntual, una enfermedad que exigió una visita médica de don Carlos a Londres en ese 1992, iba a permitir a doña Bárbara, que aprovechó la ocasión para acompañar al enfermo, volver al redil de su marido y obtener su perdón, además de paralizar los trámites de separación ya iniciados. El golpe de fortuna fue aprovechado por Carlitos para, presionando a Bárbara, con la que seguía acostándose más o menos en secreto, conseguir también el perdón de su padre y, sobre todo, recuperar las opciones de participar, convencido de haber sido desheredado, en el reparto de la fortuna familiar. Logrado el objetivo, Carlitos se puso al frente de los asuntos económicos de su padre. Una de sus primeras decisiones consistió en contratar a Price-Waterhouse para proceder al diseño de un holding empresarial capaz de aglutinar el patrimonio familiar al completo, simplificando el hecho sucesorio en caso de fallecimiento del patriarca. Nació así el Grupo Mazacruz, al que los miembros de la familia aportaron todo el patrimonio -incluida la fortuna de la madre de don Carlos, viuda del IV y V marqués de Larios-, ello con la excusa de la eficiencia fiscal.
Mago de la ingeniería financiera
La creación del Grupo Mazacruz dio a Carlitos la posibilidad de estrenarse como mago de la ingeniería financiera y obtener de su padre, beodo las más de las veces, toda una serie de ventajas -contrato de venta de bienes, titularidad de acciones y participaciones sociales, derechos exclusivos sobre la casa-palacio de Los Llanos- a su favor y con exclusión de su hermano y hermanastras, ello a pesar de la reiterada voluntad de don Carlos de querer igualar a sus cinco hijos. Algunas de sus artimañas fueron descubiertas por su padre, que le obligó a deshacerlas por infringir sus órdenes, pero otras solo fueron conocidas años después, cuando ya no existía posibilidad alguna de enmendar sus efectos jurídicos.
El clímax de la historia llegó con ocasión de una crisis cardiaca sufrida por don Carlos en mayo de 2000. Creyéndose a la intemperie, Carlitos orquestó un plan consistente en hacer firmar a su padre, ingresado en la Ruber Internacional de Madrid y sedado hasta casi la inconsciencia, un documento de donación a su favor del 22% del capital social de la matriz Mazacruz. Inmediatamente después, y mientras se preparaba el avión medicalizado que debía trasladar a Houston a don Carlos para ser intervenido, obligó a sus hermanastras a firmar una serie de documentos sobre el capó de un coche, en plena calle, amenazándolas con no dejarles subir al avión si no firmaban. Barbarita, la menor de las hijas, recién llegada de su colegio privado en Suiza, creía estar viviendo una pesadilla mientras intentaba distorsionar su firma. Se trataba de un documento que otorgaba 5 votos a una serie de participaciones sociales de Mazacruz de las que era titular don Carlos y que, precisamente, eran las mismas participaciones objeto del contrato de donación que le había hecho firmar en la clínica.
Pero, milagro, don Carlos se recuperó de la crisis cardiaca y, de regreso en España, decidió abandonar el alcohol y pasar revista al estado de sus empresas, para descubrir, auditoria mediante, que el águila de su hijo no había hecho otra cosa que endeudar al Grupo con un tren de vida inasumible (avión privado, servicio, chóferes, fiestas, restaurantes de lujo con sus amigos Abelló, Alcocer y compañía). Nunca supo, porque nunca recordó -y Carlitos tuvo buen cuidado en no descubrir sus cartas- que en la Ruber y casi a las puertas de la muerte había firmado aquella donación que andando el tiempo iba a causar la ruina efectiva al resto de sus hijos. En junio de 2001, don Carlos decidió apartar a su primogénito de la familia y de la dirección de sus empresas, episodio en el que como abogados le asesoraron dos primeros espadas de la talla de Matías Cortés y de Ramón Hermosilla, quienes, como el tiempo demostraría, prestaron al señor marqués un pésimo servicio.
Ante el asombro de todos, Carlitos sacó entonces a relucir una de las piezas más valiosas de su artillería: la donación de participaciones sociales que había arrancado a su padre en la Ruber, exigiendo que le fuese reconocida. Se guardó, no obstante, una segunda pieza igualmente letal: el documento que otorgaba 5 votos a dichas participaciones y que sus hermanastras le habían firmado con nocturnidad y alevosía, algo que el interesado seguía manteniendo en secreto y que en secreto había logrado inscribir en el Registro Mercantil. A lo largo de 2002, Carlitos fue apartado definitivamente de la familia -Bárbara Kalachnikoff había roto ya con él- y de la gestión de unas empresas que se hallaban a punto de la suspensión de pagos. Pero, en lugar de achicarse, en 2003 presentó demanda contra su padre en Albacete exigiéndole reconocer la donación, lo que obligó a don Carlos a querellarse por estafa contra él y a otorgar nuevo testamento para asegurar el futuro de su mujer e hijas, en el que reducía a la estricta legítima a Carlitos y su hermano, pagadera además en metálico, de forma que todas las participaciones sociales de Mazacruz quedaban adjudicadas a su mujer e hijas, a quienes otorgó el tercio de mejora.
Don Carlos falleció en 2004. La querella interpuesta contra su hijo se sobreseyó en 2005, mientras que la demanda presentada por Carlitos en Albacete para ver reconocida la donación siguió adelante. En la vista correspondiente, las partes aceptaron -no sin que Hernández-Gil, abogado del demandante, presionara a tope en tal sentido- ocultar la relación amorosa entre él y Bárbara, episodio que evidenciaba de forma palmaria la falta de voluntad de don Carlos para favorecer a un hijo que tan gravemente le había ofendido. La sentencia, dictada en 2006, constituyó un gran triunfo para Carlitos al reconocer la existencia de la donación. Su autor fue un juez colocado expresamente en el Juzgado que la dictó, puesto que, destinado en la Audiencia Provincial de Albacete, descendió de rango con el único objeto de firmar esa sentencia. Presentado recurso de apelación ante la Audiencia Provincial de Albacete, el tal juez, oriundo del pueblo donde Juanito Abelló posee su magnífica finca, abandonó una vez más su destino provisional para reincorporarse de nuevo a la Audiencia Provincial. La sentencia en apelación fue dictada en 2008 por un juez muy ducho en asuntos penales pero totalmente lego en la materia civilista que debía resolver, sentencia que obviamente ratificaba la de instancia en su integridad. Comenzaba la exhibición de control de jueces por parte de Carlitos, en una de las manifestaciones más soeces de corrupción judicial que se han conocido en España: el susodicho, en efecto, ganó todas y cada una de las demandas mercantiles que presentó, en paralelo a la discusión judicial de la donación, reclamando el reconocimiento a su favor de la titularidad de las participaciones sociales presuntamente donadas y los 5 votos con que se privilegiaban.
El rey Juan Carlos obliga a Carlitos a sentarse
Judicializada la escisión familiar en 2003, el contacto entre las partes en liza se redujo a la mínima expresión, limitándose a los episodios judiciales de los 35 procedimientos abiertos y a las juntas generales de Mazacruz. En 2009 y tras la intervención directa del rey Juan Carlos -el Monarca sigue de cerca, puntualmente informado por Alberto Alcocer, las andanzas de Carlitos, con quien le une una buena amistad consecuencia de las numerosas cacerías celebradas en Los Llanos- se avino por fin a reunirse con su madrastra y hermanastras. En mala hora: Carlitos les confirma que aspira a quedarse con todo el patrimonio de su padre y vaticina que acabará haciéndose con el control del Grupo, momento en que definitivamente les ajustará las cuentas.
En 2012 el Tribunal Supremo dicta sentencia validando la donación, momento a partir del cual Carlitos, que en 2010 se había hecho de nuevo de forma torticera con la gestión del Grupo, cesando de sus cargos en el Consejo a madrastra y hermanastras, consolida la propiedad del 27% del capital social de Mazacruz, estando el 73% restante en poder de doña Bárbara y sus hijas. No obstante lo cual, los 5 votos de las participaciones sociales de las que es titular otorgan a Carlitos el 61% de los derechos de voto, con lo que, de facto, ostenta el control del Grupo. La delirante situación se resume en que, a pesar de contar con testamento otorgado a su favor por Don Carlos y con el 73% del capital de Mazacruz, Bárbara Kalachnikoff y sus hijas no se comen una rosca, no pintan nada y no ven un duro de un grupo empresarial que a su antojo, y con la ayuda de sus poderosos amigos y el favor de los jueces, maneja Carlos Gutierrez-Maturana-Larios y Altuna, Carlitos, marqués de Paul. Un hacha este Carlitos, que contra toda lógica gana todos los pleitos importantes que emprende, mientras doña Bárbara y sus hijas todos los pierden. Una evidencia de la corrupción judicial de la que tan poco se habla en España y de la connivencia dolosa -con los jueces y entre ellos mismos- de algunos grandes bufetes de abogados, los más importantes de España, a la hora de esquilmar a clientes ricos e ingenuos.
La defensa de doña Bárbara y sus hijas tiene impugnada la participación hereditaria de Carlitos en un Juzgado de Albacete, cuyo titular ha dado parcialmente la razón a las demandantes. Verdura de las eras porque, al haber recurrido en apelación, Bárbara y sus hijas tendrán que vérselas de nuevo con la misma Sección de la Audiencia Provincial de Albacete que en su día decidió la donación, lógicamente integrada por los mismos Magistrados, quienes han sido recusados por ausencia manifiesta de imparcialidad, una circunstancia que los aludidos no pudieron por menos de reconocer y que el Ministerio Fiscal ha asumido en su informe. Ni por esas, porque quien decide la recusación, una Sala Especial del Tribunal Superior de Justicia de Albacete, ha dictaminado que los Magistrados en cuestión no necesitan abstenerse y pueden dictar sentencia…! Da la casualidad de que el Presidente de dicho tribunal, sobrino del cardenal Rouco Varela, es íntimo amigo de María Dolores de Cospedal, a su vez muy amiga del gran Carlitos.
Con el acceso a su patrimonio totalmente vedado, a doña Bárbara y a sus hijas no les ha quedado más remedio que plantear un arbitraje como solución final a un conflicto que dura décadas. El arbitraje, al que se niega el tantas veces aludido, se ha solicitado al TSJM, que únicamente debe determinar si en los estatutos sociales de Mazacruz existe un convenio arbitral que obligue a los socios a acudir al mismo en caso de discrepancias entre ellos, como en efecto existe. La vista tuvo lugar el martes 16 de septiembre, y las primeras impresiones podrían no ser buenas para las afectadas. ¿Está el Tribunal pensando en dictar una resolución que, apartándose de toda la jurisprudencia existente, ofrezca al actual marqués de Paul una solución a la carta, a semejanza de la famosa e inicua "doctrina Botín"? El señor marqués tendría entonces motivos para, el pasado miércoles, invitar a sus amigos Abelló, Alcocer y Benjumea a matar perdices en Los Llanos. Se trataba de celebrar que "todo haya salido tan bien", en palabras del propio Carlitos a uno de sus empleados.
[Fuente: Vozpópuli, Madrid, 22sep14]
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