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21may11


Tengamos la jornada en paz


El Gobierno encontró ayer una puerta olvidada al fondo del callejón sin salida. La Junta Electoral Central (JEC) concluyó la medianoche del jueves que las protestas de la Puerta del Sol, de la plaza de Catalunya (mayúscula ayer) y sus réplicas en el resto de España, llegadas las jornadas de reflexión y votación, «exceden el derecho de manifestación garantizado constitucionalmente». Amaneció así ayer, último día de campaña, con el PP riendo por lo bajini. «Le deseo mucha suerte a Alfredo Pérez Rubalcaba», afirmó a primera hora de la mañana Mariano Rajoy, convencido de que su (tal vez) rival en el 2012 tenía que desalojar sí o sí las plazas ocupadas por los indignados.

Al ministro del Interior le expusieron sus altos mandos policiales una obviedad: la Puerta del Sol, consideraciones políticas al margen, es en su estado actual indesalojable, salvo que se acepte como mal menor una larga lista de heridos y contusionados. Salió de un cajón así el artículo 16 de la ley orgánica 1/1992 sobre proyección de la seguridad ciudadana, un texto vigente perfecto para la ocasión. ¿Por qué? Porque aclara que una manifestación no permitida no tiene que ser disuelta de forma inmediata salvo que se esté cometiendo un delito penal (no es el caso), se pongan en peligro bienes públicos o personas (tampoco es así) o se haga uso de uniformes paramilitares (no se han visto).

Con esa acrobática salida del cul de sac, Rubalcaba puso ayer a la tensa política española en la cámara hiperbárica de descomprensión. El vicepresidente primero alivió cara al 22-M a los simpatizantes socialistas que ven con simpatía a los indignados y detestan las cargas policiales, ofreció a los manifestantes el placer de una intangible victoria (en asamblea descartaron ayer celebrar hoy la controvertida marcha por las calles de Madrid) y, por último y no menos importante, no hurtó a la derecha el placer de criticarle.

Consciente tal vez de que desde el PP lo tacharán de blando, sacó del mismo cajón de su despacho otro argumento legal, en este caso del Tribunal Europeo de Derechos Humanos: «En ausencia de actos de violencia por parte de los manifestantes, al menos antes de utilizar la fuerza por parte de la policía, es importante que los poderes públicos demuestren una especial tolerancia hacia las concentraciones pacíficas para no privar de contenido la libertad de reunión garantizada por el artículo 11 de la Convención Europea de Derechos Humanos».

Marcha atrás del Govern

La solución hallada por el Ministerio del Interior fue la doctrina a la que decidieron acogerse las dos comunidades autónomas con fuerzas de seguridad propias, Catalunya y Euskadi. «El debate no es si hay que desalojar o no, sino cómo se garantiza el normal desarrollo del proceso electoral», resumió el portavoz del Govern de la Generalitat, Francesc Homs. Parecía no decir mucho. Parecía un ejercicio de escapismo. Pero en realidad era un notable cambio de rumbo, pues solo dos días antes la vicepresidenta Joana Ortega prometía «contundencia» si la Junta Electoral Central declaraba ilegales las protestas en plena jornada de reflexión. Entre la amenaza de Ortega y la tolerancia de Homs (más que nada por puntualizar la secuencia de los hechos) hizo acto de presencia el candidato de CiU a la alcaldía de Barcelona, Xavier Trias, que personalmente se pronunció contrario al desalojo.

Rastreo de alborotadores

Haya paz. Esa sería la consigna que Rubalcaba y los consejeros de Interior catalán y vasco, Felip Puig y Rodolfo Ares, compartieron por teléfono ayer a lo largo del día. ¿Cómo? No interviniendo pero, eso sí, radiografiando de forma continua a los miles de manifestantes en busca de infiltrados del submundo antisistema. De hecho, los propios organizadores de las protestas también intentan identificarlos para evitar incidentes, pues, pese a la paz reinante, todos son conscientes de que las chispas causan incendios. No en vano, la policía tuvo que ser ágil ayer para evitar que un grupo de extrema derecha, de apenas unas decenas de personas, entrara en la Puerta del Sol a media tarde con intenciones que lógicamente no confesaron.

Y más ante las dimensiones que han adquirido las movilizaciones. En Barcelona, la plaza de Catalunya alcanzó un lleno indiscutible. En Madrid, un paso aún por delante, ayer comenzó el montaje de un escenario para que hoy varios grupos musicales amenicen la jornada. Seguro que hará las delicias de la prensa, internacional o no, que ha convertido la Puerta del Sol en la noticia ineludible. ¿Pero hasta cuándo? A esa pregunta respondió ayer en privado un alto cargo del Gobierno central. Hizo dos pronósticos. Primero, se demostrará en breve que ha sido un acierto no desalojar las plazas. Segundo, y más atrevido como predicción, a partir del lunes las protestas decaerán, no por falta de entusiasmo de los participantes, sino porque los medios de comunicación redirigirán sus focos a un nuevo plató en el que el PSOE, según decidan los electores, se lamerá en público las heridas del 22-M.

[Fuente: El Periódico, Barcelona, 21may11]

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