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04jun21
La deuda exterior de España duplica el PIB por primera vez en la historia
La rápida salida de la crisis del coronavirus está siendo un éxito de la ciencia y también de la política económica. La estrategia de contención de las pérdidas con deuda pública ha permitido limitar la caída y acelerar la recuperación. En EEUU, el déficit público ascendió al 15% del PIB en 2020, lo que consiguió evitar efectos de segunda ronda y acelerar la recuperación, hasta el punto de que volverá en los próximos meses a los niveles de actividad previos a la crisis. En Europa, la austeridad también ha dejado paso a los estímulos fiscales. En España, el déficit público se quedó a un paso del 11% en 2020 y se mantendrá por encima del 8% en 2021.
Estas políticas expansivas se han financiado con deuda pública. Como España no tiene los recursos internos para financiar este estímulo fiscal, la solución ha sido recurrir al crédito externo. El grueso de los recursos procede del Banco Central Europeo, que es quien realmente ha pagado la ‘fiesta’ de las ayudas públicas. El resultado se ha traducido en un nuevo aumento de la deuda externa bruta, como muestran los datos de la estadística de posición de inversión internacional que publica el Banco de España.
Como consecuencia, la deuda externa total (bruta) de España alcanzó en 2020 el 200% del PIB. Esto es, España necesitaría dos años completos de producción para pagar todo su pasivo. Una cifra nunca antes registrada que muestra la vulnerabilidad del país ante un endurecimiento de las condiciones financieras en el futuro.
El pasivo del Banco de España frente a la eurozona alcanzó los 348.000 millones de euros en 2020, aumentando en nada menos que 100.000 millones de euros en un solo año. Este pasivo es consecuencia del enorme montante de deuda española que ha adquirido el Banco Central Europeo y que se canaliza toda como posición deudora del BdE con el Eurosistema.
Durante esta crisis, ha sido el Estado quien ha acudido a los mercados internacionales para captar financiación que después ha repartido entre familias y empresas a través del gasto público. La situación ha llegado al punto de que el sector público posee ya casi la mitad de la deuda externa de España (el 48%). En total, la deuda externa bruta aumentó en 115.200 millones de euros a lo largo del año 2020, hasta los 2,4 billones de euros. Esto supone un 220% del PIB de 2020, un dato nunca antes registrado.
La caída de los tipos de interés también ha beneficiado al sector privado, aunque las empresas no han recurrido a los mercados internacionales, como sí ha hecho el Estado. Esta reducción del coste de financiación ha incentivado un alargamiento de las emisiones, esto es, tanto empresas como administraciones han emitido bonos con vencimiento a largo plazo, para así evitar el riesgo de una subida brusca de las condiciones financieras. En total, el 79% de la deuda externa es de largo plazo, lo que reduce la exigencia de refinanciaciones en los próximos años.
Aunque la deuda externa bruta esté en máximos históricos, la deuda neta no lo está gracias al superávit de la balanza de pagos de los últimos años. Desde la crisis financiera, las empresas y los hogares vienen corrigiendo sus balances para reducir el enorme pasivo que acumularon durante la burbuja financiera. España acumulaba en 2019 cinco años consecutivos de reducción de la posición internacional neta (esta estadística suma, a la deuda, el resto de pasivos en cartera, ya sean acciones, inversiones directas, fondos, etc.). Sin embargo, en 2020 volvió a aumentar el saldo deudor de España en 19.000 millones de euros.
El aumento de la deuda del Banco de España se compensó con una mejoría del sector privado de 60.000 millones de euros. Este avance se debe, principalmente, a la inversión de los ahorradores y las empresas en acciones extranjeras. En los últimos años, la caída de la rentabilidad de la deuda pública ha expulsado a muchos inversores hacia activos de más riesgo, la renta variable (acciones y fondos). Este cambio de tendencia se consolidó en 2020, llevando el volumen de activos en cartera por encima de los 700.000 millones de euros por primera vez con una inversión que superó los 65.000 millones a lo largo del año.
La parte negativa se la llevaron las empresas multinacionales españolas que tienen inversiones directas en el exterior a través de sus empresas filiales. Las empresas españolas han invertido en mercados menos desarrollados, especialmente en Latinoamérica, lo que hace que estos activos sean muy volátiles, tanto por las oscilaciones del tipo de cambio como por los ciclos económicos tan amplios que sufren estos países. En esta ocasión, las empresas españolas se anotaron una pérdida de valoración de sus filiales en el extranjero de 65.000 millones de euros como consecuencia de la caída del precio de estas divisas. Un descenso que provocó un agujero en la posición de inversión internacional de España equivalente a toda la inversión en acciones.
La buena noticia para España es que la balanza de pagos sigue siendo positiva, de modo que generará un superávit para volver a reducir la posición deudora internacional ya desde 2021. Sin embargo, el aumento de la deuda externa supone un gran foco de vulnerabilidad para el país.
[Fuente: Por Javier G. Jorrín, El Confidencial, Madrid, 04jun21]
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