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19abr13
España ha gastado medio billón de euros en activos inmobiliarios ociosos
El Censo de Población y Viviendas 2011 que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha puesto por fin cara y ojos a la realidad del parque inmobiliario español después de haber atravesado por una de las mayores burbujas de su historia. Buena parte de sus cifras son lógicas o, al menos, explican otros fenómenos, como el de la explosión demográfica que se ha producido en paralelo. Pero también arroja números que continúan sorprendiendo y, sobre todo, explicando en qué situación se encuentra la economía nacional y doméstica de millones de hogares. Los resultados del censo muestran dos realidades incontestables. La primera es un aumento de la población del 14,6% respecto al dato de 2001 y la segunda un crecimiento del 27,5% (casi el doble) del número de hogares en los últimos diez años. Sin duda, se trata de avances mucho más importantes de lo que ocurrió en 2001.
Esto explica que frente a un aumento del 20,3% en el número total de viviendas que existen ahora en España (en 2001 se contabilizaron 20,9 millones), las residencias principales se hayan disparado siete puntos más, un 27,5%, hasta alcanzar los 18,08 millones de unidades. En otras palabras, la mayor parte del aumento en el número de viviendas del parque español se concentró en las casas adquiridas para ser utilizadas como residencia habitual o permanente.
¿Dónde está lo anómalo? Pues también en parte en la población. Teniendo en cuenta que en 2001 y, según siempre el INE, ya existían 3,1 millones de casas vacías, ¿cómo es posible que al crecer tanto la población no se hayan podido absorber esos activos inmobiliarios en desuso? Lo lógico desde el punto de vista económico es que antes que incrementarse el volumen de nuevas casas, se hubiesen ocupado sino todas, parte de las que en ese momento se encontraban desocupadas, pero las cifras demuestran diez años después que no fue así.
Probablemente muchas de esas viviendas vacías se encuentren localizadas justo en las áreas donde menos ha crecido la población en este tiempo (como es el hecho de que algunas provincias gallegas sean las que lideran esa clasificación), pero lo cierto es que el INE puso de manifiesto ayer que el 21,4% de las casas desocupadas, o lo que es lo mismo una de cada cinco, se encuentran ubicadas en edificios construidos durante los últimos diez años. Muchas de ellas forman parte del tantas veces citado stock inmobiliario en manos de promotores y bancos que se encuentran sin vender ni alquilar.
¿Cuánto le ha costado esta circunstancia a la economía española?
Demasiado, se calcule como se calcule. Si se toma como referencia el último dato del precio del metro cuadrado que publica el Ministerio de Fomento, de 1.531 euros, se multiplica por 100 metros que tiene de superficie una casa tipo y esa cantidad se vuelve a multiplicar por el número de inmuebles vacíos, la cifra resultante es de escalofrío. Así, con esos cálculos resulta que los españoles han gastado un promedio de 527.179 millones de euros en activos inmobiliarios que permanecen ociosos. Casi medio billón de euros o el 45% del PIB, lo que da más idea, si cabe, de la magnitud del problema. Si en lugar de tener como referencia una casa de 100 metros, se reduce a 90 u 80 o en lugar del precio de la casa, se calcula con el de la hipoteca media, la cantidad disminuye, pero no muy por debajo de los 420.000 millones, que siguen siendo una locura.
Y eso que el número de casas desocupadas podría haber sido incluso mayor. Porque si no hubiera sido por el desdoble de hogares, como consecuencia del aumento de los divorcios y las familias monoparentales, muchas más casas de las construidas permanecerían hoy sin habitar. Esa ingente cantidad de recursos pesa ahora como una losa insalvable sobre la economía española en forma de activos en los balances de la banca y en el bolsillo de numerosas familias y empresas que ven limitada su capacidad de gasto e inversión porque lo primero es atender al pago de su deuda. De ahí que todos los expertos consultados llamen la atención sobre la urgencia de poner en valor esos activos, aprender la lección de lo ocurrido y hacer lo indecible porque no se repita.
[Fuente: Por Raquel Díaz Guijarro, Cinco Días, Madrid, 19abr13]
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