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10jun20
En esta UCI empezó la historia del covid-19 en España: "Pedimos ayuda y nadie contestó"
El 15 de febrero, el doctor Gabriel Heras desconocía aún que la llegada de un hombre de 77 años aquejado de neumonía bilateral a su UCI --la del hospital de Torrejón de Ardoz-- era tan solo la primera gota de una cascada de ingresos que acabó por desbordarles a todos durante las siguientes semanas. El día 27 de ese mismo mes, un test PCR determinó que aquel anciano con problemas respiratorios era el primer caso diagnosticado de covid-19 en España.
Tres meses y docenas de pacientes después, Heras y los miembros de su UCI siguen en lo que define como una "sensación irreal". Hablamos de la pesadilla en pasado pese a que aún no ha terminado. Es más, puede que lo peor esté por venir. De este primer trance, el intensivista salió contagiado, un periodo durante el cual aprovechó para escribir 'En primera línea' (Editorial Península), un ensayo donde narra el golpe que asestó la pandemia a este grupo de sanitarios, los primeros del país en recibirlo.
Esta unidad, además de ser la primera en zambullirse en este macabro dominó de contagios y muertes, era conocida por aplicar el llamado Proyecto Huci, para humanizar los cuidados intensivos, por ejemplo, dejando que los familiares entraran a ver a los pacientes. Eso les ha permitido vivir de cerca escenas muy emotivas, pero también --evidentemente-- la peor cara de esta pandemia.
PREGUNTA. ¿Cómo empezó todo?
RESPUESTA. Realmente, nadie sabe qué ha pasado, porque cuando diagnosticamos al primer paciente, era un señor que no había salido de Torrejón ni tenía ningún primo en China. "Hostia, ¿y esto cómo puede ser?". Los que éramos más malpensados dijimos que lo único que había pasado es que lo habíamos diagnosticado porque habíamos pedido la prueba. ¿Qué pasaría si empezábamos a pedir la prueba a todo el mundo?
Llegó de sorpresa, pero en una semana, que es lo que tardó en llenarse la UCI, ya sabíamos la magnitud del tsunami que nos iba a arrasar. Inicialmente, teníamos un paciente, pero al día siguiente entró el segundo, en planta ya había cuatro. Prácticamente en una semana, la UCI estaba llena y en planta había entre 20 y 30 pacientes que si seguían con dificultades respiratorias, tendrían que entrar en la UCI.
P. Se hablaba entonces de un brote entre feligreses evangélicos.
R. Al principio no sabíamos qué había pasado, porque Simón había dicho lo de los evangélicos, otra gente decía que por estar Torrejón cerca de la base aérea había habido movidas… nunca lo sabremos realmente. El otro foco era también Valdemoro, ambos éramos hospitales pequeños, probablemente si hubiera pasado en un gran hospital como La Paz o en el 12 de Octubre la gente se habría alertado más, pero cuando tose un hospital pequeño… al principio estuvimos muy frustrados porque tratamos de trasladar pacientes cuando teníamos mucha presión asistencial y nos decían, primero, que no fuéramos exagerados y segundo, que a ver si les íbamos a mandar algún caso y les íbamos a contagiar.
Es muy 'heavy', porque además, a los pacientes con insuficiencia respiratoria se les conecta al respirador, luego se les pone boca abajo --decúbito prono-- y luego si esas dos cosas no funcionan, ante una insuficiencia grave, grave, hay una tercera opción que es conectarles a una membrana de circulación extracorpórea que se llama ECMO para oxigenarles. Eso no lo hay en todos los hospitales, solo en grandes hospitales públicos. Entonces si ese recurso no lo tengo en Torrejón necesito que alguno de estos centros se lo ofrezca a los pacientes. Intentamos trasladar a varios pacientes para ECMO y nos dijeron que no. Al principio nos asombró y luego sentimos indignación, porque ningún jefe de servicio es nadie para decir "no, porque no me quiero contagiar". Va contra toda ética.
P. ¿Cómo eran al principio los tratamientos para una enfermedad desconocida a finales de febrero? ¿Fue intuitivo, se hizo mucho ensayo y error?
R. El coronavirus no tiene tratamiento, por eso se han puesto muchos fármacos que sirven para otras cosas --lopinavir/ritonavir que es para VIH, cloroquina para la malaria, el tocilizumab es para la artritis reumatoide-- pero no se sabía cómo actuaban con esto, lo cual ha generado muchos efectos secundarios. Nunca en medicina se han hecho tantas cosas sin ningún tipo de evidencia científica ni experimental. Llevo 20 años ejerciendo y nunca jamás habíamos hecho tantas cosas basándonos solo en el miedo: "Vamos a ponérselo por si acaso". En medicina solemos decir que lo que no está indicado está contraindicado, por los efectos secundarios, y luego literalmente es que nada es gratis. De muchos de estos fármacos, te cuesta la dosis 1.000 euros.
P. También ha habido mucha presión de la industria farmacéutica por colocar sus productos, lo hemos visto por ejemplo en esos 'papers' sobre fármacos para covid-19 que ha habido que retirar.
R. Es lo que digo, el 'New England Journal of Medicine' ha publicado cosas que en otra época jamás publicaría. Eso será un melón que habrá que abrir en su momento, hasta qué punto las cosas que recomendaban las grandes revistas científicas han estado mediatizadas por la industria, porque pueden. Muchos han querido hacer su agosto, porque cuando te basas en el miedo en vez de en la ciencia, nadie quería no usar según qué fármacos. Por si acaso. Pero claro, eso no es científico. Y al final, en todas las guerras hay gente que hace un botín.
P. ¿Y ahora comparado con hace dos meses? ¿Cómo ha cambiado la forma de tratar a un paciente de covid-19, si es que les llega alguno todavía?
No, ya no llegan. Aunque ayer leí una noticia que me inquietó sobre un rebrote de 20 pacientes que había habido en Torrejón, desde luego a la UCI de mi hospital no han llegado. Desde mi punto de vista, lo que cambió el pronóstico durante la pandemia fue usar corticoides. Los corticoides son como las dietas de adelgazamiento. "Ahora valen las proteínas y ahora no". Con los corticoides siempre hay como una guerra sobre si están indicados o no, y tienen muy mala prensa. Muy al principio de la pandemia estábamos un día en el curro y dije de coña "a ver cuánto tiempo tardamos en poner corticoides". Y decían mis compañeros "qué va tío, dicen los chinos que ni de coña, que aumentan la mortalidad".
Y cuando empezamos a usarlos fue cuando los pacientes que no avanzaban empezaron a mejorar, y también los ponían de forma precoz en la planta de medicina interna y de repente venían menos pacientes a la UCI. Para nosotros claramente eso ha sido así, ahora que estamos en fase de recogida de datos y de analizar exactamente cómo hemos hecho las cosas, y de las que hemos hecho, cuáles han servido y cuáles no.
P. El uso de anticoagulantes también, ¿no?
R. También. Lo que ha pasado es que al principio, como era una enfermedad desconocida para todos nosotros, pues no sabíamos. Luego hemos visto que hay gente a la que le cambia el color de la piel, que está relacionado con la obesidad, algo que intuíamos porque como teníamos que poner a muchos pacientes boca abajo nos llamaba la atención que estuvieran todos gordos. Casi el 80% pasaban de los cien kilos. Con la anticoagulación empezamos a medir el D-dímero o la ferritina, que habitualmente no los medimos pero nos servían como seguimiento. Hemos ido descubriendo todo eso cuando ha ido pasando el tiempo.
Ha sido una cura de humildad, como aquella reflexión de Albert Espinosa: cuando crees que tienes todas las respuestas, llega el Universo y te cambia las preguntas.
P. ¿Cómo han vivido la falta de EPI y todo eso? Bueno, usted de hecho se contagió y estuvo de baja por covid-19.
P. Nosotros, al empezar los primeros, inicialmente teníamos materiales. Estábamos superorgullosos el primer mes porque, pese a llevar más tiempo que nadie trabajando, no caímos ninguno de los profesionales. Porque claro, si los equipos son efectivos y se cumplen las recomendaciones... de hecho, somos uno de los pocos sitios que ha dejado pasar a las familias a la UCI desde el minuto uno. Porque lo hacíamos no desde las recomendaciones de terror del Ministerio sino desde la ciencia. Si yo tenía la certeza de que no me estaba infectando, ¿por qué tengo que prohibir que pase la familia?
P. Bueno, la idea detrás de la prohibición también es proteger a los visitantes, ¿no?
R. Pero si la gente entra con su mascarilla, se lava las manos y no va a estar a menos de dos metros de distancia, ¿qué problema hay? Nosotros les dejábamos entrar a la puerta del box donde estaba el paciente, que había un cristal de separación, y ya está. No es la misma visita que poder verle de cerca y tocarle, pero bueno.
Y cuando ese paciente estaba en proceso de morir les dábamos un EPI, entonces pasaban y se despedían de sus familiares, así le podían coger la mano mientras se estaba muriendo. Porque nosotros pensamos que no hay derecho a que el coronavirus nos robe la humanidad. Uno se despide de su padre o de su madre una vez en la vida y ese momento es sagrado. Y además pienso que si, como profesionales, no somos capaces de exigir un EPI o de guardárnoslo en lugar de cedérselo a las familias, tenemos que hacer una profunda reflexión sobre qué clase de sociedad queremos ser. O somos.
P. Muchísima gente se va a quedar con eso para el resto de sus vidas, no haber podido decirles adiós.
R. Si tú eres personal sanitario y estás haciendo una cosa en contra de lo que sientes... al final te va a hacer un infeliz. Nosotros eso lo teníamos muy claro. ¿Qué pasó? Que cuando empezó a haber presión asistencial, cuando ya todo el mundo tenía el bicho en su casa y entonces se acabaron los materiales, el Ministerio cambió las recomendaciones de los usos del EPI. Se empezó a flexibilizar. Si antes usabas un EPI para cada acto, ahora tenías que guardarte un traje para todo el día. Si antes usabas una mascarilla para cada paciente, ahora guárdate una para todo el día. Ahí nosotros nos enfadamos mucho porque... ¿qué pasaba, es que antes nos habíamos pasado de protección o ahora no estábamos llegando?
P. Y la respuesta estaba clara.
R. Estaba clara, no estábamos llegando. Y en el momento que empezó a toser el primer compañero...
La última semana de marzo. El lunes llamó el jefe de Anestesia, que decía que no olía, le habían hecho el test y había dado positivo. Ese mismo día, otros dos se hicieron la prueba y el martes les notificaron positivo. El martes fue otra compañera, cuyo marido había dado positivo. El jueves salí de una guardia horrible, me hice el test y di positivo. Esa semana en la que el ministerio cambió la recomendación, de nueve miembros del equipo caímos cinco. Y hasta ese momento ninguno habíamos caído, por lo que claramente hubo una causa-efecto. Cambiaron las reglas del juego, nos lanzaron sin escudos a la guerra y caímos. Creo que van como 80 sanitarios muertos y más de 50.000 contagiados.
P. Aquellos días de los que habla, finales de marzo y principios de abril, fue cuando se produjo un mayor colapso. ¿Cómo vivió aquellos momentos de triaje que ahora están otra vez de actualidad por el drama de las residencias?
R. A nosotros nos ha llamado mucho la atención esto porque, a los profesionales de cuidados intensivos, toda la vida lo primero que hacemos cuando nos llaman es decidir si un paciente tiene criterio de ingreso o no. Y eso no es en función de la edad, sino de los criterios de proporcionalidad y los principios de la bioética: justicia, autonomía del paciente, beneficencia y no maleficencia. Por ejemplo, si un abuelo de 80 años está bien, tienes que darle la oportunidad de ingresar en la UCI, aunque tienes que saber que en este planeta, cuando uno llega a mayor, lo normal es que cierre su biografía. Por otro lado, los cuerpos no responden igual cuando tienes 40 que 80. Por ejemplo, hace muy poco ha muerto Pau Donés con 53 años. Él no hubiera tenido ingreso en UCI, porque tenía una enfermedad oncológica terminal y no controlada. Criterio de UCI significa poner a las personas que tienen una enfermedad potencialmente mortal en su situación previa. Si tu situación previa es que estás en proceso de morir no tengo que conectarte a aparatos.
Por otro lado, es verdad que la distribución de la crisis ha sido superasimétrica. Madrid, Cataluña y las dos Castillas en Cuidados Intensivos las hemos pasado putas, y eso es una mierda, porque realmente, si tienes recursos o espacios en otras CCAA una de dos: o trasladas a pacientes --cosa que no parecía difícil cuando Italia estaban mandando gente a Alemania-- o pides que movilicen profesionales y recursos técnicos. Esa reivindicación yo la hice el 20 de marzo y no contestó nadie. Luego, el 28 de marzo, las sociedades científicas de medicina y enfermería intensiva replicaron esta petición y nadie contestó. Ahí estábamos a una ratio de casi 1.000 muertos al día. Yo no sé qué habría pasado si nos hubieran hecho caso, lo que sí que sabemos es lo que ha pasado cuando no nos han hecho caso. Los que estábamos en primera línea estábamos saturados, y encima proponiendo soluciones.
En resumen, que es una putada que mucha gente haya tenido que tomar la decisión de "¿a quién ingreso, a uno de 60 o a otro de 70?" cuando en otras CCAA había gente de brazos cruzados. Y le digo más, hay jefes de servicio y cuadros directivos de hospitales que han dicho "estamos de acuerdo, vamos a mandar gente para ayudaros" y las consejerías no les han dejado.
También pensaba el día que Fernando Simón dijo que a todo el personal sanitario se le hacían test cuando se infectaban... Eso nos generó un encabronamiento brutal a los sanitarios porque era mentira, y pensaba que al día siguiente iba a dimitir. Para mí, ese día Simón dejó de ser médico para convertirse en político. Algún día me encantaría tomarme un café con él y preguntarle "tío, ¿y esto por qué? ¿Te salió a ti o te dijeron que lo tenías que decir?". Porque joder, ver a un epidemiólogo tan respetado como él mentir tan impunemente nos sentó fatal.
P. ¿Cómo están ahora mismo sus compañeros, tanto en la UCI como en el resto del hospital, a nivel mental?
R. Estamos muy cansados. Personalmente yo me encuentro bien porque escribir el libro me ha servido de terapia, para pararme, pensar y analizar toda esta situación macabra que hemos vivido en los hospitales. Muchos compañeros no han tenido hasta ahora la oportunidad de pararse, por lo que es ahora cuando se empiezan a desarrollar la depresión, la ansiedad o el estrés postraumático.
Luego lo que veo es que si viniera un rebrote no lo soportaríamos, necesitamos todos irnos un mes de vacaciones. Hay mucha gente que después de esto va a dejar la profesión seguro, porque no le va a merecer la pena. Mucho más cuando ves que tú te estás jugando la vida por un sueldo base de 1.150 euros mientras la gente en la desescalada está haciendo lo que le sale de los huevos.
[Fuente: Por Antonio Villareal, El Confidencial, Madrid, 10jun20]
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