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17may20
El virólogo que paró la covid-19 en Italia: "Sin test a gran escala nos esperan ocho largos meses"
La crisis del coronavirus estalló en Italia en dos regiones, Lombardía y Véneto. En la primera han muerto más de 14.000 personas, en la segunda los fallecidos no llegan a 2.000. El virólogo y epidemiólogo Andrea Crisanti, profesor de microbiología en la Universidad de Padua y de parasitología molecular en el Imperial College de Londres, es uno de los artífices del modelo Véneto, estudiado en todo el mundo. Es el hombre que dirige el control epidemiológico de la región y que convenció las autoridades para apostar por los test PCR a gran escala y la "vigilancia activa". Para la prensa italiana es el "hombre símbolo de la lucha contra la pandemia" y se ha convertido en una autoridad en la materia. Atiende a Vozpópuli por teléfono, en el único hueco disponible mientras prepara la desescalada.
¿Qué elementos destacaría de la gestión de Véneto para que sea considerado modélico?
El primero ha sido crear una estructura capaz de hacer miles de test PCR cada día. Véneto pasó en una semana de 100 a 7.000 test cada día, para llegar ahora a hacer entre 13.000 y 14.000. ¿Por qué todo eso? Porque vimos que los PCR no son solo un instrumento de diagnóstico, sino también de vigilancia para impedir la transmisión. Descubrimos que una gran cantidad de afectados era asintomático. Y nos pusimos el objetivo de identificarlos.
Para interrumpir la cadena de contagio.
Si una persona enferma, es evidente que alguien se la pasó. Nuestro objetivo era identificar el primer transmisor y la cadena para interrumpirla. Así empezamos a hacer test a la persona enferma, a sus familiares y amigos. Piense que no siempre es fácil reconstruir esa cadena, porque a veces las personas están muy afectadas por el virus o emocionadas y no recuerdan sus contactos. Así que hicimos que todas las personas que pensaban haber tenido un contacto con un enfermo se hicieran la prueba en el hospital.
¿Y la segunda clave?
Evitar que el hospital se convirtiera en un foco de contagio. Hicimos test regulares a todo el equipo, y tenga en consideración que el hospital de Padua es el más grande de Italia, con 1.800 camas y 8.000 trabajadores. ¡Piense qué hubiera podido pasar sin esas medidas! Hicimos test a todo el personal cada siete y diez días. A la vez, hicimos test PCR a todos los pacientes que llegaban al hospital fuera lo que fuera su problema.
Es por eso que se le conoce como el teórico de los test masivos.
En realidad no son masivos a toda la población. Son dirigidos en función del riesgo: si una persona se encuentra mal, alguien le ha pasado la enfermedad y, ¿cuáles son las personas que lo pueden haber hecho? Los amigos, los familiares y los vecinos de casa.
Cuando habla de test se refiere a los PCR, nunca a los serológicos (test rápidos que trabajan con los anticuerpos).
Sí, porque los serológicos no permiten hacer esta operación de vigilancia activa. Un asintomático difícilmente desarrolla anticuerpos y habrá transmitido la enfermedad días antes. Los serológicos, por otro lado, tienen un valor a la hora de comprender dónde la infección se ha difundido y en qué sectores de la población.
Un resultado interesante de los miles de test en el hospital de Padua, es que un 30% del personal resultó asintomático.
Sí, y esa misma cifra nos salió en el estudio en todo el pueblo de Vo' (el primer foco de contagio en Italia). Eso demuestra que hay un porcentaje muy importante de personas asintomáticas.
¿Podemos concluir que los test específicos pero hechos a gran escala pueden ser la solución para frenar la pandemia?
Sin duda. Es la única manera para detectar los asintomáticos. Es más. La capacidad de hacer test será indispensable para contener la epidemia en las siguientes fases porque, si bien el distanciamiento social reduce el contagio, en caso de aumentar será clave detectar en qué lugar ocurre para declarar inmediatamente esa zona en cuarentena y hacer test a toda la población. Italia puede hacer entre 50.000 y 60.000 test PCR cada día. Eso significa que si hay otro foco en una ciudad, por ejemplo de 100.000 habitantes, en dos o tres días podemos hacer test a todos. En la fase de la desescalada tenemos que pensar en esos términos e impedir que la infección vuelva a estallar. Es esencial. En caso contrario nos esperan ocho largos meses.
Sorprende sin embargo la dificultad para fabricarlos.
Hay dos problemas. El primero es sobre la disponibilidad de la instrumentación para hacerlos, que no está a la portada de todos los laboratorios. El segundo es el líquido reactivo. Ese líquido funciona solo con determinadas máquinas. Es decir, si tienes el reactivo A, necesitas la máquina A. Eso crea una disfunción en la distribución. En Véneto resolvimos el problema utilizando reactivos hechos por así decir en casa.
Explicado así parece fácil.
Nos preparamos con tiempo, comprendimos donde estaba el problema. Y nos hemos ido adaptando.
Otra novedad de Véneto es que se obliga a la población a llevar la mascarilla cada vez que sale de casa...
Así es. Es una ley que la gente está respetando a rajatabla y creo que la mascarilla funciona muy bien. En el hospital nos dimos cuenta de eso, en los sitios donde se utilizaba la mascarilla la infección no se difundió.
Hablemos de la inmunidad de grupo. Reino Unido lo intentó, pero reculó. Ahora lo hace Suecia.
Si la inmunidad de grupo fuera lo correcto nunca hubiéramos necesitado vacunas. La inmunidad de grupo se activa con muchos anticuerpos y en este caso tampoco sabemos cuánto duran los anticuerpos. Me parece de verdad un riesgo.
España es el segundo país de Europa con más fallecidos por número de habitantes. Tiene cifras superiores a Italia, que fue el primer afectado. ¿Ha analizado algo de cómo se han hecho aquí las cosas?
El número de los fallecidos depende de muchísimas variables. Del número de casos, de la edad de los afectados, de la capacidad del servicio nacional de acoger a los enfermos, de la calidad de la asistencia... Es difícil comparar los países con el número de los fallecidos.
Uno de los puntos más polémicos, no obstante, es el presunto retraso del Gobierno en activar la alarma. Hasta el 8 de marzo era todo normal, con partidos de futbol, congresos políticos y hasta una manifestación en Madrid, foco del contagio, con 120.000 personas. Entonces en España se contabilizaban 589 contagios y 17 muertos. ¿Qué piensa al respecto?
Pienso que mirando lo que estaba pasando en Italia, haber estado más atentos hubiera evitado la propagación del virus. No hay dudas. El 8 de marzo creo que ya era evidente a todo el mundo lo que estaba pasando en Italia. Ya teníamos centenares de muertos entonces.
¿Usted recibió alguna llamada de España para saber qué estaba pasando en Italia?
No. De España no. De otros países sí.
Ahora el grueso del contagio mundial se está registrando en Estados Unidos. Se habla de hasta 200.000 muertos. Podrían ser más fallecidos que en la Segunda Guerra mundial.
En Estados Unidos hay varios problemas. Tiene una población muy joven y que se mueve mucho. 40 millones de personas que no se encuentran en el censo del servicio sanitario nacional. Los jóvenes son los principales difusores de la enfermedad y al contrario de lo que se piensa, la mayoría de las personas que enferman son jóvenes, no mayores. La enfermedad se difunde sobre todo entre los jóvenes.
Mike Pompeo, secretario de Estado de EEUU, amaga con la posibilidad de que el virus haya salido de un laboratorio en la ciudad china de Wuhan. ¿Se lo cree?
Es imposible demostrar si es cierto o no. Creo que la gente no debería perder tiempo en tesis que no son demostrables. De seguro el virus no es genéticamente modificado. El problema no es si salió o no de un laboratorio, el problema es que los chinos no fueron transparentes con respecto al comienzo de la infección y tampoco con el hecho de que había asintomáticos. Éste es el problema.
Se habla mucho de la vacuna, ¿para cuándo cree que estará lista?
Nadie lo sabe. Hace 30 años se hizo un esfuerzo increíble para encontrar la vacuna del VIH y todavía no lo tenemos. Sin duda hay que invertir en ella, pero también tener presente que no siempre se consigue.
¿Deja entender que es posible que no se encuentre?
Hay que ser consciente de ello. Yo confío en que se logre la vacuna, pero hay que prepararse ante la posibilidad de que no llegue.
Usted es conocido por haber sido crítico con la OMS. Pero, ¿es también de esos expertos que dijeron que era solo una gripe?
Nunca pensé algo parecido. Nunca dije algo parecido. Cuando detectamos los primeros casos en Italia yo era de los pocos que decía que había que cerrarlo todo. Todo. Nunca cambié de una coma mi posición.
Aquí en España, algunas autoridades, periodistas y también expertos decían que no había que ser alarmistas.
Escuche, hay muchos incompetentes.
En su caso, ¿qué es lo que le alarmó?
Lo que me hizo preocupar es que este virus tenía una secuencia similar a la de la Sars y que de China, aunque falseadas o minimizadas, llegaban noticias e imágenes muy alarmantes.
¿Qué opina de la idea de que para la desescalada puedan salir de casa los jóvenes más que los ancianos, por ser población de riesgo?
Es una idiotez, ¿o es que los jóvenes luego no van a ver a sus padres y a los abuelos? Un distanciamiento social por edades es impensable. Además la enfermedad golpea también a los jóvenes.
¿En otoño llegara una segunda ola? ¿Es posible que llegue incluso antes?
Es sin duda una hipótesis concreta. La epidemia no tiene una difusión sincronizada. Los países están en diferentes estadios de la epidemia. Por lo tanto es posible que aunque consiguiéramos eliminar el virus, durante los próximos cuatro o cinco meses pueda volver desde el exterior.
Desde el punto profesional, ¿qué significa para usted esta situación?
Profesionalmente ha sido una oportunidad para poner en práctica muchos conocimientos que había aprendido en mi experiencia en epidemiología e inmunología genética. He podido observar esta enfermada bajo puntos de vistas muy diferentes, sobre todo desde el punto de visto genético evolutivo.
[Fuente: Por Luca Costantini, Vozpópuli, Madrid, 17may20]
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