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14ene19
La mossa Lourdes acosada por compañeros separatistas: "Estoy acojonada. No salgo de casa sola"
El calvario de Lourdes empezó un día de Reyes a las 14:36. Justo cuando esta mossa se encontraba apurando su turno de guardia en la comisaría de la localidad barcelonesa de Vic. Deseando llegar a su hogar para disfrutar de su hijo estrenando regalos. De una tarde mágica. Pero una llamada acabaría con toda la magia. Un amigo le avisó de que un grupo de mossos separatistas le había puesto en la diana de ese universo de odio llamado Twitter como traidora del procés. El frío invadió su cuerpo. Después la ansiedad. Porque no vive en el tranquilo barrio de Sarriá, sino en Vic, el avispero del separatismo más radical. Donde al repique de las campanas de su plaza mayor se ha recordado a sus ciudadanos que «el objetivo es la independencia».
El miedo tiene paralizada a Lourdes desde que Les Guilleries, un colectivo de agentes radicales, hizo correr como la pólvora una imagen suya acompañada de otros mossos a la salida de una reunión en el Parlamento catalán para exigir la pasarela hacia la Policía Nacional. Su vía de escape ante la asfixia a la que se ven sometidos dentro del cuerpo aquellos mossos que rechazan ser comparsas del independentismo.
Los separatistas señalaron a Lourdes con un círculo naranja, desvelaron su identidad y su destino acusándola de filtrar «información a la caverna mediática» y de tener «estrechos vínculos con la Guardia Civil». Tan estrechos como que esta mujer de 33 años está casada con un guardia civil. Un pecado para los independentistas más radicales que campan a sus anchas por toda Cataluña. Y especialmente en Vic, municipio que antes del órdago separatista era conocido por su longaniza, pero ahora lo es más por albergar los actos más viscerales en favor de la ruptura con España. Desde inundar su plaza con cruces amarillas hasta convertirla, con el consentimiento de su alcaldesa del PDeCat, Anna Erra, en un instrumento de adoctrinamiento. Como si fuese una medina árabe, pero clamando en favor del separatismo. Razón que ha llevado a un juzgado a investigar a la regidora por los presuntos delitos de prevaricación y malversación.
«No normalicemos la situación de excepcionalidad y urgencia nacional. Recordemos cada día que todavía hay presos y políticos exiliados. No nos olvidemos de nuestro objetivo: la independencia de Cataluña», fue el sermón que se escuchó a través de la megafonía municipal durante varios días del pasado verano en el centro neurálgico de esta tierra hostil para constitucionalistas. Y para una mossa como Lourdes, que nunca se había pronunciado políticamente, que siempre había velado por el cumplimiento de la Ley, pero que se ha visto, de la noche a la mañana, en el punto de mira de los más radicales. Y está en shock. Sobrellevando su infierno a base de ansiolíticos.
«Estoy acojonada. No salgo de casa sola porque no sé lo que me puede pasar si me cogen los chalaos de Arran. Me han puesto en el punto de mira. Estoy muy desanimada y con ansiedad por todo lo que me han provocado estos sinvergüenzas porque no tienen otro nombre. Estoy muy preocupada por las represalias que pueda tener yo o mi familia en Vic, ya que no deja de ser un pueblo y todos nos conocemos», ha relatado Lourdes a su entorno. Y no le falta razón. Porque en el municipio prácticamente todo el mundo sabe que ella es la nieta de un electricista cordobés, hija de un mosso, que fue paracaidista condecorado del Ejército español por sus misiones en Bosnia, y de una guardia urbana de Vic. Y también esposa de un guardia civil no nacido en Cataluña. Y claro, esos vínculos no pasaron desapercibidos para los mossos más radicales a la hora de señalar a Lourdes que tiene claro, según ha confesado, que ha sido puesta en la diana por ser, sobre todo, mujer de un miembro de la Benemérita.
«Porque yo nunca hablo con la prensa, no me pueden acusar de eso. Lo que no perdonan es que sea mujer de guardia civil», ha expresado a su familia donde hay seis agentes de distintos cuerpos de seguridad del Estado. Una familia que preocupa a Lourdes. «Estoy sufriendo por la integridad de mi marido, de mi hijo y por mis familiares, porque si me marcan a mí marcan a mi familia», ha dicho Lourdes, «dolida» porque este ataque haya venido de compañeros. «Si es que se les puede llamar compañeros», ha dicho la agente, que sí ha recibido muestras de cariño por parte de mossos independentistas que «han sabido diferenciar una cosa de la otra» y que creen que «se ha cruzado una línea roja» con ella.
Lourdes se encuentra de baja desde aquel día de Reyes. Comida por los nervios. Por el miedo de que te señalen en una localidad abiertamente independentista. Hasta la fecha no había tenido ningún problema esta mossa de Seguridad Ciudadana, que había estado destinada previamente en Ripoll, la cuna de los últimos atentados de Barcelona.
Lourdes, freaky de la informática, era hasta el domingo una vecina más de Vic. Hija de padres nacidos allí, con su familia materna de Cataluña, su paterna procedente de Córdoba y con una vida tranquila y sin meterse en charcos políticos. Pero ahora ha sido acusada ante las hordas indepes de facilitar información a los medios y a la Guardia Civil. Una traición para aquéllos que no han entendido todavía el mensaje del mosso perseguido Octavi: «Que la República no existe, cojones».
El sindicato Csif ha exigido al conseller de Interior Miquel Buch que investigue la persecución desatada contra ella. Por ahora, no han recibido respuesta ni la esperan. Como tampoco prevén que Albert Donaire, líder del colectivo Les Guilleries, sea sancionado. No lo fue cuando comparó a la Policía Nacional con las SS nazis o clamó en favor de la República con el uniforme de mosso, algo prohibido por su reglamento. Porque él y el resto de mossos que persiguen a los agentes constitucionalistas tienen patente de corso ante sus superiores. Y Lourdes ni siquiera ha recibido una protección especial. Ni tampoco una llamada de solidaridad de los máximos responsables del cuerpo. La cacería continúa.
[Fuente: Por Javir Negre, El Mundo, Madrid, 14ene19]
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