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15dic18


La secta mediática espera el primer 'mártir' independentista


Quim Torra es demasiado inconsciente cuando habla de la posibilidad de adoptar la 'vía eslovena' a hombres que sólo saben de la guerra por las novelas y los telediarios. La nostalgia suele jugar malas pasadas al ser humano y le impulsa a glorificar episodios que dejaron menos épica que heridas incurables, lo que resulta especialmente peligroso para las generaciones que han vivido largos períodos de paz. El fenómeno lo describió Stefan Zweig en los primeros días de la Gran Guerra Europea, cuando vio desfilar a los jóvenes franceses hacia el frente, agitando sus sombreros y con una sonrisa en la cara. “¿Qué sabían ellos de la guerra tras casi medio siglo de paz? La guerra era una leyenda heroica y romántica, vista desde la perspectiva de los libros escolares y los cuadros de los museos. Deslumbrantes cargas de caballería con resplandecientes uniformes. Una resonante marcha victoriosa sin apenas víctimas. Una aventura salvaje y viril, maravillosa y excitante. Por eso, iban cantando en los trenes que los llevaban al matadero”.

El aparato mediático independentista, en su incansable labor propagandística, se ha empeñado en crear héroes y símbolos a los que rendir culto, hasta el punto de que las calles de unos cuantos municipios de las cuatro provincias se han llenado de cientos de becerros de oro de tela amarilla y de fotografías de los mal llamados presos políticos frente a las que no faltan homilías. En Cataluña, casi nadie conoce la guerra y la dictadura queda demasiado lejos, lo que configura un caldo de cultivo perfecto para hacer entrar a la población en una espiral de no retorno. Mientras tanto, Torra señala con el dedo a Eslovenia y los fanáticos miran hacia allí.

Dado que el movimiento soberanista es, en esencia, oportunista, no ha dudado en importar todo tipo de fórmulas para mantener viva su causa y evitar el desgaste que sufren las 'revoluciones' con el paso del tiempo, cuando las personas que las emprenden se dan cuenta de que aquello ni les da paz, ni pan, ni diversión. La última iniciativa ha sido la de realizar huelgas de hambre tanto dentro como fuera de la cárcel de Lledoners. No hace falta ser un brujo para percibir que el independentismo quiere incrementar la tensión antes de que se inicien el juicio contra el 1-O. Y todas estas fanfarronadas –incluida esta especie de búsqueda de su Bobby Sands- están relacionadas con ese objetivo. El aparato mediático soberanista podría poner algún pero a esta espiral de locura. Pero, como siempre, celebra las medidas de “resistencia pacífica” y mira hacia Madrid.

El problema es que el constante bombardeo de mensajes por parte de la pastoral independentista ha calado en una parte de la población, que no pierde ocasión para seguir las liturgias que convocan generalmente Òmnium y la ANC. Sin ir más lejos, decenas de ciudadanos desfilaron hace unos días hacia la prisión donde se encuentran Junqueras y compañía para solidarizarse con su ayuno voluntario. El caso más extremo es el de los CDR, con su demostración callejera de que este movimiento es más violento e insensato que lo que sus líderes, embusteros, se empeñan en transmitir.

El pasado lunes, el informativo infantil de la televisión pública catalana exhibía un reportaje sobre las protestas de los 'chalecos amarillos' en Francia y hablaba de la quema de coches y los enfrentamientos con la policía con una naturalidad repugnante. Desde luego, nada es gratis, y mucho menos en TV3, el altavoz independentista más caro, y el más eficaz.

Dinero fresco

En estos días en los que ha aflorado el debate sobre la necesidad de que los políticos y los jueces dejen volar libre al periodismo –tras los registros policiales en dos medios de Baleares-, no estaría de más señalar también las dependencias que se establecen entre el poder y los medios de comunicación por mutuo interés. El dinero público es demasiado goloso y tiene una enorme capacidad para esconder la verdad bajo varias capas de maquillaje.

El fenómeno ocurre en todo el país y de este maná se benefician incluso los editores de prensa que hacen gala de un mayor patriotismo y exhiben más repudios hacia el soberanismo. Pero en Cataluña alcanza a varias decenas de medios de comunicación y ha sido capaz de seducir hasta al ‘grande de España’ que edita La Vanguardia, actualmente, en apariencia, arrepentido por la deriva que tomó el periódico durante la última etapa de José Antich como director, pero puntual receptor de cientos de miles de euros de publicidad institucional y de subvenciones por la edición en catalán. Como la inmensa mayoría de sus competidores.

Un repaso a la última memoria anual de publicidad institucional (2017) permite apreciar la profundidad de esta dependencia.Ese año, La Vanguardia fue premiada con 1,9 millones de euros en este concepto (sin contar su edición digital), Ara, con 1 millón; El Periódico de Catalunya, con 1,68 millones, Naciodigital.cat, con 279.320 euros, Elnacional.cat, con 427.473; y Vilaweb.cat, con 127.932, entre otros.

El que más dinero ingresó fue El Punt Avui (2,5 millones de euros), el medio para el que trabajó Carles Puigdemont, que pertenece al grupo que emplea a su mujer, Marcela Topor. Su difusión diaria, según la Oficina para la Justificación de la Difusión (OJD), es de alrededor de 22.000 ejemplares, es decir, muy reducida. Pero, ¿realmente puede decirse que la Generalitat tira el dinero público a la basura cuando de este modo se granjea apoyos que le respaldan en la configuración de esa especie de rancho de Waco independentista? La inversión, en el fondo, es rentable para los líderes del soberanismo.

En el Diario Oficial de la Generalitat también se puede seguir el rastro de varios cientos de subvenciones directas que estos medios de comunicación han recibido por la edición en lengua catalana. En este artículo se recopilan más de 400. Una parte de este dinero se utilizó en las comunidades autónomas que limitan con Cataluña, lo que deja claras las intenciones expansionistas de los febriles independentistas. Así por ejemplo, Acció Cultural del País Valencià i Institució Joan Fuster llegó a recibir 659.000 euros para “financiar los gastos del crédito hipotecario” del edificio El Siglo. Por su parte, Obra Cultural Balear ingresó 60.000 euros para realizar “actividades de promoción del idioma catalán” en esta comunidad autónoma. Y la Associació Amics de la Bressola consiguió 400.000 euros para el mismo fin en suelo francés.

La hipocresía de PSOE y Ciudadanos

Hace unos días, dos partidos constitucionalistas, como son el PSOE y Ciudadanos, ponían su granito de arena para dar continuidad a esta ignominia y pactaban con JxCAT y con ERC para renovar el Consejo de Administración de TV3 y Catalunya Ràdio y repartirse sus sillones, a 95.000 euros anuales la unidad. Ciertamente, resulta inadmisible e hipócrita proclamar a los cuatro vientos que estos medios de comunicación -por estar en manos de los independentistas- son un peligro para la estabilidad del Estado y, a la vez, contribuir a que los delfines políticos se sienten en su órgano de gobierno con el mantenimiento del clásico sistema de cuotas de los partidos. El que ha permitido dominar el canal a los soberanistas, cuando tenían 'mayoría absoluta' en el Consejo.

Pero en la España actual todo vale y todo cabe; y mientras el partido socialista y el naranja se congratulan, en Madrid, por haber apoyado la reforma legal necesaria para elegir al próximo Consejo de Administración de RTVE en un concurso público, en Cataluña han alcanzado un pacto con los independentistas para nombrar a dedo a los consejeros de TV3. En otras palabras, para que esta televisión siga siendo más de lo mismo.

En lugar de participar en este tipo de rifas de tahúr venido a menos, PSOE y Cs deberían exigir su despolitización y, en caso de que sea imposible, su cierre. Entre otras cosas, porque el soberanismo nunca hubiera alcanzado su actual popularidad sin este altavoz mediático. El que ha conducido a esta comunidad autónoma a apoyarse en líderes que ya hablan abiertamente de una vía violenta -la eslovena- como forma de solucionar el conflicto que ellos mismos han creado. Pero, una vez más, los partidos han sido incapaces de sobreponerse al cortoplacismo y a su ansia incontenible por gobernar 'todo lo público' y se han repartido los asientos de otra televisión pública. Es delirante lo que ocurre en este país lampedusiano. Y lo de Cataluña causa pavor.

[Fuente: Vozpópuli, Madrid, 15dic18]

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