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08jul18


'Operación Manuel Valls', el proyecto secreto para derrotar al populismo y el independentismo


Jueves. Dos de la tarde en el privado de un restaurante del Eixample barcelonés. Un guardaespaldas custodia la puerta con un pinganillo. Varios jóvenes atiende a las palabras en catalán de un hombre con el rostro bronceado, camisa entallada y corbata azul. Los tiene hipnotizados. Sin probar el salmón que les espera en la mesa. Es un almuerzo de Twenty50, un lobby de treinteañeros de diferentes ideologías y con posiciones destacadas en diversos ámbitos. Escuchan el plan de su invitado para conquistar Barcelona. Un ex primer ministro francés como Manuel Valls. Le acompaña José Ramón Bosch, el cerebro de su operación para ganar la Ciudad Condal e impulsar una plataforma que permita al constitucionalismo mantener otros cuatro consistorios. Cinco plazas ansiadas por el separatismo para proclamar la república desde su poderío municipal: Barcelona, Badalona, Santa Coloma de Gramenet, Hospitalet de Llobregat y Tarragona. Las «cinco coronas» para contener al voraz separatismo en el Juego de Tronos catalán.

Octubre de 2017. Los ecos del 1-O retumban en toda Europa. La máquina propagandística del independentismo traslada a la opinión pública que aquella jornada hubo cientos de heridos y una represión policial como si en España reinase una dictadura. No hay un contrarrelato del Gobierno. Ni apenas líderes que defiendan a España. Uno es Valls, barcelonés de nacimiento, que en una entrevista televisiva emerge como un símbolo del constitucionalismo. Ataca sin piedad al independentismo y lo convierte en un problema europeo.

Son las palabras del hijo de un pintor barcelonés con casa familiar en el humilde barrio de Horta y primos repartidos por toda Cataluña. Las palabras de un culé que ha palpado la fractura social provocada por el secesionismo. Su intervención es seguida por Miriam Tey, vicepresidenta de Sociedad Civil Catalana (SCC) y cuñada del ex jefe de gabinete de Rajoy, Jorge Moragas. «¿Por qué no le invitamos a un acto y lo convertimos en un puntal contra el separatismo?», se pregunta Tey. Comparte esa impresión con otros cargos de SCC y deciden iniciar los trámites para traerle a España. Sin demasiadas expectativas, dada la talla política del personaje y los compromisos en su país del que fuera mano derecha de François Hollande y jefe del actual presidente, Emmanuel Macron.

Se pusieron en contacto con la secretaria de Valls. Él es ahora ya un diputado raso de la Asamblea Nacional Francesa. Una figura en retroceso. Eclipsada en Francia por el fenómeno de Macron, que le cerró las puertas de su En Marche tras su debacle en las primarias socialistas. Los miembros de Sociedad Civil Catalana se enterarían por la prensa de que el ex ministro del Interior galo aceptaba su propuesta.

Fue Tey quien recogió a Valls la mañana del 16 de diciembre en el aeropuerto del Prat. Lo haría en compañía de su hermana y en un Mini. «Cuando vimos llegar a Valls y a su guardaespaldas le dijimos que nosotros éramos Sociedad Civil Catalana y que no disponíamos de coches oficiales. Fue gracioso ver cómo iban los dos en la parte de atrás, pero no pusieron ninguna pega», recuerda Tey. Ésta escogió para Valls un hotel con encanto, el Cotton House, ubicado en un edificio de estilo ochocentista.

El acto de Valls se celebró en el Palacio de Congresos de Barcelona y al político francés le acompañaron en su coloquio, entre otros, el ex ministro Josep Piqué o la periodista Gloria Lomana. Su discurso enganchó. Su poder de seducción. Su lenguaje claro y directo. Y esa aura especial de haber gobernado una de las grandes potencias del mundo.

Allí observaba en silencio su intervención el historiador y ex presidente de Sociedad Civil Catalana José Ramón Bosch, expulsado del PP catalán por desafiar a su dirección y víctima de los escraches del independentismo más visceral. Un historiador que tuvo que abandonar su cargo como director de una farmacéutica japonesa por la cantidad de misivas amenazantes que llegaron cuando se convirtió en uno de los azotes del separatismo.

Bosch ya conocía a Valls de un encuentro que mantuvo el político francés en octubre con el Círculo de Empresarios, cuyo presidente de honor es Javier Vega de Seoane, al que le une una amistad. Pero tras aquel discurso de diciembre, Bosch vio que el diputado galo podía ser ese cabeza de cartel que llevaba tiempo buscando para liderar una plataforma transversal que conquistar Barcelona y otros municipios estratégicos. Un movimiento cívico que pudiese integrar a los constitucionalistas, a ex convergentes que rechazan el radicalismo del procés y que jamás votarían a Ciudadanos por creer que es un partido «españolista», a formaciones catalanistas como Lliures o Units per Avançar y a asociaciones cívicas.

Aquel día Bosch le deja caer, en compañía de dos importantes empresarios catalanes afincados en Madrid, la posibilidad de que lidere una plataforma ciudadana que pueda desbancar del poder a la líder de Barcelona en Comú, Ada Colau, y se convierta en el bastión de la lucha contra el populismo en Europa. Valls los mira ojiplático y rechaza la oferta. Tiene su vida montada en Francia, se encuentra en un proceso de divorcio y ha comenzado a salir con la portavoz parlamentaria de En Marche, Olivia Gregoire. Además, su desembarco en Barcelona implicaría unas elecciones para elegir a su sustituto en la Asamblea por Évry y el riesgo de que su escaño lo ocupe la izquierda radical.

Ese mismo día, Valls acude a un acto de Ciudadanos junto a Albert Rivera, Inés Arrimadas y Mario Vargas Llosa. El francés acaba la jornada cenando con miembros de Sociedad Civil Catalana en Il Giardinetto, restaurante emblemático de Barcelona y punto de encuentro de la gauche divine. Allí Bosch y otros presentes, entre copas de vino, le insisten en la idea de convertirse en un actor político en Barcelona.

Valls sigue sin verlo.

En las semanas posteriores, Bosch teje una relación de confianza con Valls. Para seducirle. Y en marzo él y Sociedad Civil Catalana le invitan a liderar la marcha constitucionalista en Barcelona. Ahí aparece en la pancarta junto al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, con el que mantiene una estupenda relación y que también empieza a tentarle con la posibilidad de que encabece la lista naranja en Barcelona.

El discurso del ex ministro del Interior francés vuelve a encandilar a las masas. Su ataque contra el separatismo es feroz. Se está convirtiendo en una de las bestias negras del independentismo y, por ende, de TV3 y los medios independentistas, que le defenestran sin piedad y le tratan como a un extranjero. «Eso sólo me lo dijo Le Pen padre por ser catalán», ha llegado a ironizar ante los suyos. Valls empieza a madurar la idea de aceptar la propuesta.

Pero sigue albergando miedos. Como que es un desconocedor de los asuntos municipales, que contará con un ejército mediático en contra y que Colau no es fácil de batir. Es cuando Bosch decide formar un equipo de 15 personas de entre 40 y 50 años que firman un acuerdo de confidencialidad para trabajar en la sombra redactando informes sobre los problemas de la ciudad.

El equipo de los 15

Entre esas 15 personas hay historiadores, profesores, economistas, expertos en comunicación digital, ex militantes de partidos políticos, especialistas en urbanismo, turismo... Un equipo voluntario y multidisciplinar para facilitarle a Valls su toma de decisión. Un allanamiento del camino para una persona que gobernó en un municipio como Évry, al sur de París, y al que llegó como paracaidista por imposición del Partido Socialista Francés. Allí se pateó las calles, bajó al barro y escuchó a los vecinos. Logró gobernar durante 11 años y aquella experiencia de éxito también hizo ver a Bosch -que ha rehusado hacer declaraciones sobre su implicación en esta operación- que Valls era el candidato ideal. «Es un catalán nacido en Barcelona, con un discurso euopeísta, de centro izquierda, laicista, liberal, republicano y muy sólido en la defensa del Estado de derecho. Un político que busca el trato cercano y que gana en las distancias cortas. Si pudo hacer eso en Évry, en Barcelona no será menos», insiste una de las 15 personas de su equipo.

Bosch y sus colaboradores montan un grupo de Telegram llamado Relat (relato en catalán) porque su objetivo es construir un relato integrador que seduzca a esos catalanohablantes que han virado hacia posiciones independentistas en los últimos años. Un relato que contrarreste al de «Espanya ens roba».

Bosch y sus compañeros elaboran un proyecto llamado Cinco Coronas donde se recoge la hoja de ruta para conquistar Barcelona, «la madre de todas las batallas», y mantener cuatro municipios clave: Badalona, Santa Coloma de Gramenet, Hospitalet de Llobregat y Tarragona. Los cinco objetos de deseo que, según este grupo, pretende conquistar el independentismo en las próximas municipales para proclamar la república. «Está claro que lo que pretenden los independentistas es montar un Junts per la República y ganar esas alcaldías clave para proclamar la república diciendo que representan a más del 60% de la población. Lo que hicieron en 1931», dice un artífice del plan, que asegura que los partidos constitucionalistas los miran con recelo por temor a que sea un modelo de éxito que se extienda fuera de Barcelona. «Piensan que si entramos les vamos a pedir cargos y ellos tienen que colocar a muchos. Nosotros no queremos cargos», dice esta fuente, que asegura que están teniendo problemas a la hora de lograr financiación para la campaña.

La presencia de este equipo comienza a disiparle las dudas a Valls. Éste empieza a ver factible la posibilidad de encabezar este movimiento. Y acepta. «Él es un gallo y se da cuenta de que en el gallinero de Francia ya sólo manda uno y de que tiene que buscarse otro corral», dice un hombre de su confianza.

Comienza la campaña off the record del galo. Bosch le organiza una agenda con líderes empresariales, mediáticos y cívicos en Madrid y Barcelona. Desea que el galo vea que tiene cobertura. Valls comienza también a viajar discretamente por Barcelona, a pasear de incógnito por las Ramblas, por los barrios más humildes. A entrar en sus tascas. A poner la oreja sobre los problemas de la gente. A reflexionar en el cementerio de Montjuic, donde están enterrados varios familiares. Hospedado siempre en el hotel Alma, comienza a observar que es factible presentar un proyecto para Barcelona que le devuelva a la primera escena política. Es consciente de que la marca Barcelona es conocida y puede construir un liderazgo europeo. Y sus cuatro hijos también le animan, conscientes de que podrán ir más veces al Camp Nou.

Y es en abril, mientras recoge un premio de Sociedad Civil Catalana, cuando el socialista deja caer su deseo de entrar en la política. Ciudadanos anuncia que le apoyará con el deseo de que anuncie su candidatura en algún acto de su plataforma España Ciudadana (hoy celebra uno en Mallorca), el PP no se pronuncia y el PSC lo descarta. Esto hace dudar a Valls, pero Bosch le sienta con personas influyentes y Valls ve cómo su intención de hacer una campaña enfocada en los problemas de Barcelona sin entrar en el tema del procés gusta. Y también su lucha contra el populismo.

En los últimos días, Manuel Valls ha estado en los cursos de la Universidad Menéndez Pelayo en Santander y se ha reunido con los dueños del Grupo Godó, consejeros delegados de grupos editoriales, directivos del Ibex 35 y jóvenes influyentes capaces de atraer al nacionalista más moderado. Ante ellos ha insistido en que no liderará una lista única de Ciudadanos. «No seré candidato sólo de Ciudadanos», ha repetido. En su agenda guarda tiempo para visitar las casas de particulares que guardan cuadros de su padre, Xavier Valls, un pintor que emigró a Francia y que no triunfó en vida en Barcelona. Ése era su sueño. Un sueño de triunfar en la Ciudad Condal que ahora espera cumplir su hijo conquistando Barcelona.

-¿Y después? -le preguntamos a un colaborador.

-Pues podría convertirse en un fenómeno nacional y algunos se pondrían nerviosos.


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