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05dic17


Jaque a Puigdemont


El Supremo ha puesto hoy en marcha una jugada de retirada táctica en el proceso por supuesta rebelión por el 1-O y la DUI, y habrá que ver con qué resultados. El cesado president Puigdemont ha pasado a ser un político huido y supuestamente autor de graves delitos cuya detención allí nadie reclama.

Sin duda, la experiencia vital y política que está protagonizando Puigdemont puede acabar como materia de reflexión y estudio en las facultades de Derecho y de Ciencias Políticas. Sin duda, su caso suscita muchas preguntas para los expertos en ambas materias.

Primero, porque puso a prueba el sistema de cooperación judicial a escala europea, por medio de la euroorden de detención cursada por la Audiencia Nacional. Esa iniciativa fue contestada por Puigdemont con un contraataque que colocó a la justicia belga ante el dilema de entregarle o poner dificultades.

Este dilema hubiera podido resolverse contra los intereses de la justicia española, en el caso de que desde Bélgica se hubiesen impuesto límites a los delitos por los que pudiera ser juzgado en España. Esta posibilidad era cada vez más evidente, a la vista de la marcha que llevaba en Bruselas la oposición de Puigdemont a la orden de detención y entrega.

La decisión tomada hoy por el juez del Tribunal Supremo (TS) Pablo Llarena acaba con esa disyuntiva y, en cambio, a quien coloca en difícil posición es al propio Puigdemont. El cesado president de la Generalitat va a tener que hacer frente ahora a una insólita cuenta atrás. En su caso, cada día de campaña será una jornada menos antes de su regreso a Catalunya. Porque volver, no hay duda de que volverá, ya que es candidato en las elecciones del 21-D. Y cuando regrese, será detenido, puesto que la orden de busca y captura cursada a las fuerzas y cuerpos de Seguridad sigue vigente en España.

Sólo en pura teoría, cabe la posibilidad de que el hoy candidato del PDECat opte por no volver, para evitar su detención. Pero en ese caso, ¿en qué quedaría su contrato con el electorado?

Por todo ello, es evidente que la decisión de Llarena coloca a Puigdemont en una posición especialmente incómoda. Mucho más incómoda que la previa situación de resistencia ante la petición de entrega de la justicia española. Puigdemont puede echar raíces en Bruselas, pero bastaría que lo anunciara para que sus expectativas electorales se resintieran. O puede regresar, primando su condición de candidato electo, y entonces lo más probable es que entre antes en una celda de la prisión de Estremera -donde siguen dos de los exconsellers de su equipo de gobierno- que en el histórico edificio del Parlament.

Habrá que permanecer atentos a la pantalla, porque seguro que Puigdemont responderá a este movimiento de pieza del Supremo. Su margen de maniobra, sin embargo, parece haberse reducido. Y es que la resolución del juez Llarena, aunque no tenga efectos inmediatos, es un auténtico jaque a Puigdemont.

[Fuente: Por José María Brunet, La Vanguardia, Barcelona, 05dic17]

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