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12oct17
Puigdemont, entre el pacto secreto con la CUP y la 'necesidad' de que Rajoy falle
Nada es lo que parece en Cataluña. El discurso del presidente catalán, Carles Puigdemont, en el Parlament el pasado martes, en el que declaraba/no declaraba la república catalana y luego pedía que el propio Parlament suspendiese esa declaración, fue un acto premeditado y medidamente confuso para sembrar el desconcierto en las 'filas enemigas'. O sea, en el Gobierno español. Fuentes solventes de las filas independentistas afirman a El Confidencial que "todo está controlado al milímetro". En otras palabras: hay un plan oculto para hacer ver lo que no hay.
Lo cierto es que desde el Gobierno catalán se esperaba que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, iniciase una vía dura de respuesta en la que cabía la aplicación del artículo 155 de la Constitución. La intención del independentismo era provocar que Rajoy iniciase el primer movimiento y, en función del mismo, articular un ataque que hiciese inevitable la ruptura de Cataluña con España. De hecho, han llevado al presidente español a su terreno y ahora Puigdemont tiene una baza más para jugar: el independentismo tiene un nuevo enemigo para mantener viva la lucha, que es la intervención de la autonomía.
Es más: en algunos círculos se especula con que la aplicación del artículo 155 puede reconstruir la quebrada unidad del bloque independentista. En realidad, lo que esperaba el independentismo en general de Rajoy es que este perdiese los nervios. "El Gobierno español se pasó el 1 de octubre y sobrepasó la línea. Europa se lo perdonó, pero si se pasa otra vez, el tema adquiere otra dimensión y es posible que Europa tenga que intervenir", explica la misma fuente. Ese sería uno de los mayores éxitos del independentismo.
La estrategia es muy sencilla: los independentistas consideran que Puigdemont ha declarado la independencia. De cara a la opinión pública internacional da la sensación de que echa el freno, pero es lo contrario. Su razonamiento pasaba por obligar a Rajoy a aplicar el artículo 155 de la Constitución, y luego vender ese 'exceso' a la opinión pública internacional. Incluso, con un poco de suerte, también otros actores en España se pueden sumar a esa crítica, como Podemos o los comunes. "En ese caso, se da alas al independentismo. Pero si Rajoy no actuase, en unas semanas Puigdemont haría efectiva la independencia argumentando que ya está declarada y que el Gobierno español no ha hecho nada para impedirlo. El independentismo, pues, gana de nuevo y queda legitimado a nivel internacional", explican fuentes soberanistas a este diario.
Reuniones en la Generalitat
Pero la realidad se ha impuesto: ante este panorama, el requerimiento de Rajoy a Puigdemont deja la pelota en el tejado de los independentistas y obliga a que el 'president' se defina. En función de ello, se decidirá. La contrajugada ha sido muy sencilla: los estrategas de Moncloa han preferido un movimiento de baja intensidad para que Puigdemont arriesgue y "quede al descubierto".
Puigdemont se reunió ayer en dos ocasiones con el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, para analizar el discurso de Rajoy en el Congreso y para estudiar la respuesta al requerimiento. La jugada de Moncloa es que exige una respuesta binaria, es decir, que diga si ha habido declaración de independencia. Si la respuesta es afirmativa, se intervendrá la autonomía. Si la respuesta es negativa, el 'president' va a tener un serio problema con los suyos y, especialmente, con la CUP.
Pacto secreto
No obstante, las relaciones del Govern con los radicales son buenas, a pesar del distanciamiento escenificado este martes en el Parlament. En realidad, fuentes independentistas señalan a El Confidencial que existe un pacto secreto entre la CUP y Puigdemont para escenificar una ruptura. "Se trata de trabajar en distintos escenarios: la CUP se encargará de la calle; Junts pel Sí, de los despachos. Los intereses son los mismos y, aunque aparentemente están divididos, habían diseñado este planteamiento de cara al Gobierno central". Un alto dirigente de la CUP reconocía el mismo martes por la noche a El Confidencial que "la estrategia es contraatacar siempre, por lo que el primero que mueva ficha, pierde". Es uno de los principios del politólogo estadounidense Gene Sharp.
Otra fuente enfatiza el reparto de papeles: "Es hacer de poli bueno, poli malo. Los buenos son los partidos del Gobierno y los malos, los de la CUP. Entre los dos, se hace la pinza al Gobierno central y, en muchos casos, con la colaboración de elementos externos, como otros partidos que atizan al Gobierno aprovechando la situación para sacar provecho propio".
Desde el soberanismo, se apunta a que la escenificación de la firma del documento de proclamación de la república en el Parlament era puro teatro. "La CUP, muy seria en los escaños y luego anunciando que dejaba caer al Gobierno, mientras sus diputados firmaban una declaración de independencia con los de JxS, con risas al final, es todo un papelón", afirman las fuentes. La firma del documento tras el pleno, aunque no tiene validez jurídica, fue una exigencia de los 'cuperos', a la que Puigdemont accedió sin poner trabas. Ese documento es el que se hará servir para llevar al pleno en el momento en que se quiera hacer efectiva la independencia dentro de unas semanas. De momento, sin embargo, los independentistas mantienen que no tiene "validez jurídica". Lo dicho: nada es lo que parece.
[Fuente: Por A. Fernández, El Confidencial, Madrid, 12oct17]
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