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30nov12
La quiebra de Bankia, el origen de un pelotazo con doce años de historia
En este país emborrachado de pecados capitales (gula, pereza, lujuria, ira, avaricia, envidia y soberbia), la memoria cotiza a la baja. Y pedir cuentas está en bancarrota. Pero gracias a la investigación del juez Fernando Andreu sobre la quiebra de Bankia, los papeles confidenciales de los consejos de administración recuperan capítulos de un pasado reciente, también de gran embriaguez, que explican gran parte de los vicios del presente.
Retórica al margen, vayamos al grano. Hace ahora doce años, Recoletos, el grupo de comunicación dueño de Expansión y Marca, salió a bolsa en una operación con gran fanfarria, ya que el primer periódico económico y el más vendido de toda la prensa abrían su capital a cualquier inversor. Imagínense al medio estrella de las finanzas, la referencia de empresarios, aflorando sus números internos, su buen gobierno corporativo, teniendo que ser coherente entre lo que decía en sus editoriales y lo que hacía con sus lectores/inversores.
Pero, ya saben, en casa del herrero, cuchillo de palo. Pese a la publicidad de la Oferta Pública de Venta (OPV) con la que los fundadores del grupo iban a pegar un pelotazo de muy señor mío, la colocación no caló como se preveía. Los gestores de cartera no compraron las acciones, lo que obligó a Recoletos a colocar el precio de los títulos por debajo de la horquilla orientativa. Un hecho insólito en ese momento en la historia financiera de España, consecuencia de haber inflado la valoración del grupo hasta un PER de 75 veces.
Tras aquella operación estaban Jaime Castellanos, presidente de Recoletos y a la vez de Lazard, banco colocador de las acciones de la empresa de su presidente. También Joaquín Güell, director financiero de la empresa, y Pedro Pasquín, director general del citado banco de negocios, entidad que se llevó un buen pellizco con las comisiones de la salida a bolsa. Los tres cocieron el equity story y, como el flautista de Amelín, apelaron al espíritu corporativo para que todos los empleados y lectores de Expansión comprasen acciones. En muchos casos, con créditos de hasta 60.000 euros.
Cuatro años más tarde, Recoletos fue excluida de bolsa a un precio un 40% inferior al que la habían vendido. Enorme business para los propietarios -vendieron Recoletos valorado en 1.568,52 millones-, profunda decepción para los tenedores de las acciones, que tuvieron que aceptar la OPA de exclusión por 940 millones. Una sensación de engaño que se acrecentó en febrero de 2007 cuando los mismos vendieron todo el grupo por 1.100 millones a Rizzoli. Pelotazo al cuadrado.
Pues bien, esos mismos señores fueron los que ingeniaron la salida a bolsa de Bankia, de triste recuerdo para otros 300.000 pillados. Rodrigo Rato, que antes había trabajado para Lazard, les contrató. Castellanos, como presidente, Pasquín, como director general, y Joaquín Güell, el financiero de Recoletos, como el diseñador de la colocación. Favor por favor. Castellanos le había puesto en sueldo de aúpa cuando el ex ministro dio la espantada en el FMI y regresó a España. A cambio, el presidente de Bankia les ofrecía un talonario de más de 12 millones de euros en comisiones de asesoramiento.
El resultado es conocido por todos, pero las explicaciones que se dieron entonces al consejo han sido reveladas ahora con motivo de la demanda en la Audiencia Nacional. El 19 de julio, el día previo al estreno en bolsa, Rato inició la reunión del órgano de gobierno con una felicitación a todos los equipos de la entidad que habían trabajado en la oferta de acciones. Los responsables de Lazard acudieron al acto para explicar por qué se había tenido que rebajar el precio. Castellanos les dijo a los consejeros que la OPS solo había captado dinero de inversores institucionales españoles y gracias a las llamadas de urgencia del Gobierno (esto lo obvio, claro), y que "en alguna medida" había internacionales. "Los llamados a una toma paulatina de posiciones en el capital de Bankia", añadieron.
Ante tal ambigüedad, el único consejero con amplía experiencia bursátil, Alberto Ibáñez, ex presidente de Citi en España, le pidió más detalles de esa demanda internacional, a lo que Castellano respondió que "son de calidad, si bien con importes bajos". Como no convencía, el financiero destacó "la importancia de su entrada en el accionariado en la medida en que hacen presumir la que será una línea indicativa de los avales de los inversores del futuro". Lógico que la mayoría de los ilustres del consejo no entendieran nada, tal y como han dicho al juez. Tras la insistencia del José Manuel Serra Peris, otro consejero con formación, al final tuvieron que admitir que "con carácter general, incluso en el tramo institucional, existe una gran depresión de la inversión".
Depresión profunda que ahora le ha costado 23.000 millones al Estado, a todos los españoles, mientras ellos siguen tan tranquilos, al calor de la comisión, sin ninguna responsabilidad, ni siquiera imputados. España misma. Como la sentencia del juez Andreu tardará años en llegar y los implicados recurrirán tantas veces sea necesario pese al tasazo del ínclito Gallardón, no está de más que los ciudadanos que vamos a pagar la resaca de la fiesta sepamos quiénes encendieron la música y se quedaron con el dinero de las bebidas.
[Fuente: Por Agustín Marco, Cotizalia, Madrid, 30nov12]
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