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08nov19
La escolta de la vergüenza
Liliana Segre, de 89 años, fue una de los 776 niños italianos menores de 14 años deportados al campo de concentración de Auschwitz. Sólo pudieron salir 25 de ellos. Ha dedicado gran parte de su vida a visitar escuelas para contar sus horrores, y en el 2018 fue nombrada senadora vitalicia.
Desde ayer, cuando las autoridades le asignaron dos carabineros, Italia es un país en que una superviviente del Holocausto necesita llevar escolta policial a los actos públicos. Recibe 200 mensajes intimidatorios diarios.
Segre acudió este jueves a una exposición en el Teatro de la Scala de Milán acompañada por primera vez por los dos policías. Aunque se trata de una medida de protección leve, la decisión que ha impuesto la prefectura (una suerte de delegación del Gobierno) en esa ciudad ha generado una gran repercusión pública. "Ahora estamos más tranquilos", declaró su hijo, después de que hayan aumentado las amenazas por las redes sociales y de que apareciera una pancarta del partido fascista Forza Nuova muy cerca de una acto donde tenía que participar.
La presión sobre Segre es mayor desde que la semana pasada propusiese instituir una comisión parlamentaria para combatir el odio, el racismo y el antisemitismo. La Cámara Alta aprobó la moción con 151 votos a favor, pero lo tuvo que hacer con la abstención de los tres partidos de la derecha italiana -la Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia-, cuyos parlamentarios optaron por permanecer sentados en sus escaños mientras el resto del hemiciclo se levantó a aplaudir. La actitud de la derecha recibió muchas críticas institucionales, desde del presidente de la República, Sergio Mattarella, hasta del Vaticano, porque rompió el consenso social que ha rodeado este asunto en la política italiana desde después de la Segunda Guerra Mundial.
El líder de la Liga, Matteo Salvini, justificó su rechazo con el argumento de que la moción introducía límites a la libertad de expresión, pese a que él ataca constantemente a los periodistas que le critican. "Es una comisión soviética, debéis releer 1984 de George Orwell. Es adecuado condenar la violencia que no volverá, pero no amordazar al pueblo", explicó el también senador. El ultraderechista ha criticado en muchas ocasiones la figura de los senadores vitalicios -también lo es el ex primer ministro Mario Monti-, considerándolos la "casta de la casta" por haber apoyado al nuevo Gobierno de Giuseppe Conte. Así lo hizo Segre, quien aprovechó ésa ocasión para denunciar el clima de odio que impera en el debate público y político.
Las amenazas antisemitas contra Segre, una figura muy respetada en Italia, no son un fenómeno aislado. Desde hace un tiempo las asociaciones advierten contra el auge de los ataques racistas y de extrema derecha en el país. El día antes de que se conocieran las nuevas medidas de seguridad fue incendiada por segunda vez una librería antifascista en Roma. En un sondeo reciente del Instituto Eumetra para Mediaset el 73% de los encuestados consideraron que Italia se está convirtiendo en un país racista. En otra encuesta del instituto Ixè para la Rai a raíz del caso de la senadora, el 69% de los preguntados aseguraron que el antisemitismo se estaba extendiendo.
Otra famosa víctima reciente del racismo ha sido el delantero Mario Balotelli, ahora en el Brescia, quien lanzó un pelotazo a las gradas y amenazó con marcharse del partido después de que en la zona ultra del Hellas Verona, conocida por su cercanía a la extrema derecha de Forza Nuova, imitasen los sonidos de un mono mientras disputaba un balón cerca del área de córner. No todos en Verona han salido en su defensa: incluso el alcalde, Federico Sboarina, y el entrenador del Hellas, Ivan Juric, han dicho que no hubo ningún ataque racista y que fue una manera que encontró el jugador para poner en entredicho la imagen de la ciudad. El jefe de los ultras, Luca Castellini, definió el gesto de Balotelli como una "payasada", y dijo que "nunca sería italiano" pese a tener la ciudadanía. Estas declaraciones le han costado que no pueda volver a los estadios en diez años. "Hemos visto un aumento de los ataques racistas en el fútbol, que lamentablemente van en consonancia con el clima de odio general", dice a este diario Mauro Valeri, del observatorio para el racismo en los estadios.
Aunque la opinión pública italiana, gran parte de sus exponentes políticos y las asociaciones judías hayan arropado públicamente a la senadora vitalicia, la sensación general es de derrota porque ahora Segre, a sus casi noventa años, tenga que ver restringida su libertad. Muchos recordaban ayer su más famosa cita: "Tengo miedo de la pérdida de la democracia, porque yo sé qué es la no democracia. La democracia se pierde poco a poco, en la indiferencia general, porque es cómodo no posicionarse, y hay alguien que grita más fuerte y todos dicen: que decida él".
[Fuente: Por Anna Buj, La Vanguardia, Barcelona, 08nov19]
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