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08dic09
La dignidad de Haidar y el papelón de España
En los pasillos del Congreso, donde ayer se comentaba la jugada en un nuevo cumpleaños de la Constitución, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, hizo unas declaraciones resbaladizas sobre el caso Haidar. Lo amontonó todo: el derecho a la vida, el interés general y la buena vecindad. Una forma de eludir la mala conciencia por el papelón de España. Muy propio de un político profesional. A años luz de la pedagogía de la sencillez que encierra la respuesta de Aminatou Haidar a quienes le piden que conserve la vida por el bien de sus hijos: “Prefiero que vivan sin madre pero con dignidad”.
La coherencia individual frente el cinismo institucional. En ese aspecto, la huelga de hambre de la activista saharaui tiene un enorme potencial destructivo contra el tramoyismo político y diplomático en regímenes de opinión pública. Como el de España, cuyas decisiones políticas se someten al escrutinio permanente de la ciudadanía. No el de Marruecos, cuya interlocución empieza y termina en una casta, una oligarquía, por no decir en una sola persona, a pesar del barniz democrático que las grandes potencias aceptan como un mal menor.
Todo el tinglado que soporta la escenificación de las relaciones internacionales, las bilaterales hispano-marroquíes en este caso, se viene abajo frente a la formidable capacidad depuradora de este testimonio personal. El de una mujer que, simplemente, quiere vivir en la tierra de sus raíces. La de sus padres, la de sus abuelos, la de sus hijos, la de su gente. Algo que está por encima de la potestad administrativa de los poderes públicos para dar o quitar pasaportes, autorizar o desautorizar un vuelo.
Son consideraciones morales. Pero el testimonio de Haidar tiene una derivada legal y política insoportable para los Gobiernos de España y de Marruecos. Sin pretenderlo, al menos de forma expresa, les da ejemplo de respeto a la legalidad internacional, que aún no ha dictaminado si el Sahara Occidental es o no es Marruecos. Por decirlo de otro modo, solo es Haidar la que en este asunto actúa siguiendo el espíritu y la letra de las resoluciones de la ONU. No actúa así el Gobierno de Marruecos, que no acepta el mandato del referéndum en el Sahara con opción a la independencia. Y tampoco el Gobierno de España, que mira hacia otro lado y elude el tema de fondo, que es la insumisión de Marruecos.
Digámoslo una vez más: la Organización de las Nacionales Unidas no ha decidido aún a quien corresponde el título de soberanía sobre una colonia abandonada a toda prisa por España ante el chantaje de la “Marcha Verde” (1975). Y todo el culebrón se desencadena, como es bien sabido, por el hecho de que Aminatou Haidar puso “Sahara Occidental” y no “Marruecos”, en el formulario de entrada cuando hace 23 días llegó a El Aaiun procedente de Lanzarote. Desde el punto de vista de la legalidad internacional, si hubiera puesto “Marruecos” se habría adherido indebidamente a las tesis de una de las partes sin respetar la doctrina de la ONU, según la cual el Sahara Occidental es un “territorio pendiente de descolonización”.
Ni leyes, ni autorizaciones políticas, ni administrativas, ni técnicas, ni gaitas. Es patético el equipo de Moratinos explicando el problema del pasado viernes en esas claves, cuando quedó tan claro que nuestro Gobierno quiso devolverle a Marruecos el “marrón” (perdón, señora Haidar, por la expresión pero es la que cuadra) por la vía del hecho consumado.
El Gobierno marroquí ha dicho claramente que Haidar solo volverá a El Aaiun si pide perdón al rey y al pueblo por haber negado su nacionalidad marroquí. Una arbitrariedad incompatible con la aplicación de la norma en un Estado de Derecho. Y no tiene sentido que el Gobierno español recuerde a Marruecos los pactos políticos y civiles firmados por ambos países en los ámbitos nacionales e internacionales, incluidos los que afectan a los derechos humanos, si de hecho España sigue mirando hacia otro lado en nombre de la buena vecindad.
[Fuente: Por Antonio Casado, El Confidencial, Madrid, 07dic09]
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