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15nov11
Las monjas que cambiaron el convento por la junta de accionistas de Goldman Sachs
Desde el advenimiento de la crisis económica, las grandes corporaciones han estado en el punto de mira de numerosos grupos de protesta. En Estados Unidos, los diversos colectivos del movimiento Occupy Wall Street se esfuerzan en poner el foco sobre las malas prácticas de los gigantes financieros. Sin embargo, alguien estaba allí antes que ellos: la hermana Nora Nash y sus compañeras franciscanas.
Esta monja de pelo cano y modales educados se ha convertido en los últimos años en la visitante más extravagante de los despachos de grandes corporaciones. Goldman Sachs, British Petroleum y Lockheed Martin, entre otros, se han visto obligados a escuchar sus suaves pero implacables reproches, tal y como refleja un artículo de The New York Times. Su medio para abrirse camino hasta las altas instancias es el activismo accionarial, una práctica que consiste en adquirir participaciones de empresas para intervenir en sus juntas de accionistas. De esta manera, por un coste relativamente bajo, se tiene la posibilidad de hablar cara a cara con aquellos que toman las decisiones contra las que se quiere protestar, a menudo personas que preferirían no tener esa conversación.
Se trata de una práctica que nació en Estados Unidos a mediados de los años ochenta y que últimamente también ha adquirido notoriedad en España por medio de SETEM, una organización que ha alzado la voz en juntas de accionistas de bancos y grandes empresas españolas para lanzar campañas como la llamada "BBVA sin armas", que condena las inversiones del banco en armamento.
Normalmente, los ejecutivos prefieren mirar para otro lado cuando se producen este tipo de intervenciones, pero la combinación de legitimidad moral con el aspecto inofensivo de las hermanas de San Francisco de Filadelfia las ha convertido en un adversario difícil de manejar. Tanto es así que, paradójicamente, las intervenciones públicas que están pensadas como alternativa para el caso de que las empresas rehúsen reunirse con los grupos de protesta, les han abierto las puertas de los despachos para mantener encuentros privados. Y es que salta a la vista de cualquier ejecutivo que enfrentarse públicamente a una monja no es positivo para la imagen de una empresa.
De hecho, las corporaciones optan por mantener un perfil bajo y educado. Cuando la hermana Nora se desplazó hasta el distrito financiero de Nueva York para recordar a los directivos de Goldman que deben proteger a los consumidores, moderar su sueldo, aumentar la transparencia y pensar en los pobres, un portavoz de la compañía definió la conversación como "muy aguda e instructiva". Por su parte, Jack Welch, el antiguo director general de General Electric, quedó tan impresionado por la campaña de las hermanas contra la participación de su empresa en el desarrollo de armas nucleares que fue a visitar su convento en helicóptero.
Contra McDonald's y la política de préstamos de Wells Fargo
Sin embargo, las buenas palabras no bastan para apaciguar a estas luchadoras, que están decididas a utilizar su fondo de jubilación para convertirse en la conciencia de Wall Street mediante sus contundentes denuncias revestidas de humildad. Así lo demostraron cuando se enfrentaron a la cadena de alimentación Kroger para defender los derechos de los granjeros o cuando le dijeron a Wells Fargo que no estaban de acuerdo con su política de préstamos. Tampoco McDonald's se libró de su dosis de acusaciones acerca de la obesidad infantil. A pesar de la dureza de las batallas, presumen de haberse anotado pequeños éxitos, como la campaña que consiguió que Wal-Mart retirara la venta de videojuegos para adultos.
Las Hermanas de San Francisco no son las únicas voces religiosas que se alzan contra los grandes negocios. Para continuar con su activismo accionarial se han unido a otras órdenes, como las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel o las Hermanas de San Domingo de Caldwell, ambas en Nueva Jersey. Junto a muchos otros grupos de distintas creencias (judíos, cuáqueros, presbiterianos…) se han unido en el Centro de la Fe para la Responsabilidad Corporativa, e incluso el Vaticano ha condenado "la idolatría de los mercados" en una encíclica reciente.
A pesar de las dificultades y del hecho de que la gran mayoría de accionistas siguen siendo reacios a votar a favor de sus propuestas, la hermana Nora advierte que piensa continuar intentando convencer a las grandes compañías de que cambien su modo de actuar. En declaraciones al NYT, advierte: "No estamos aquí para hundir a las empresas, sino para aumentar su sentido de la responsabilidad". Y añade: "No podemos excluir a gente como Lloyd Blankfein de nuestras oraciones, pero nos gusta obligarles a conocer todo el espectro de realidades".
Cuando la hermana Nora vuelva de su retiro anual de rezo y contemplación, seguirá enviando cartas y asistiendo a reuniones. Y es que mientras ella y sus hermanas continúen comprando participaciones, podemos estar seguros de que seguirá habiendo una minoría de accionistas en Wall Street guiados únicamente por criterios morales.
[Fuente: Cotizalia, Madrid, 15nov11]
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