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04ago12
El BBVA SA tiene que blanquear sus posiciones en el sector de la construcción española
Sacyr Vallehermoso hizo esta semana un ejercicio de honestidad consigo misma, con sus accionistas y con los acreedores. La empresa reconoció que su absurda aventura en Repsol le ha provocado otras pérdidas de 867 millones de euros, que sumados a los 900 que registró en febrero y los 165 de hace un año suman la módica cifra de 1.932 millones. O lo que es lo mismo, cerca de cuatro su beneficio operativo para el conjunto del año y casi otras cuatro veces su valor bursátil.
Supongo que a los nuevos gestores de Sacyr no les sería fácil digerir tal agujero, que aún tiene un fondo negro de otros 1.000 millones. Pero el solo hecho de reconocer que Repsol vale mucho menos de lo que pagaron en 2006 y que era obligado provisionarlo es un paso adelante para reconstruir una empresa que sigue viva virtualmente: tiene una deuda de 8.634 millones, 2.700 vinculados a la petrolera, y una filial de promoción inmobiliaria con patrimonio neto negativo y 1.300 millones a devolver a la banca. Lo lógico es que más pronto que tarde o al revés, los acreedores se queden con el 10% que aún tiene de Repsol y con Vallehermoso. Al tiempo.
Aunque parezca lo contrario, precisamente ese reconocimiento de las vergüenzas pasadas es lo que lleva de ventaja Sacyr a otros competidores, también en situación crítica. Especialmente ACS, acorralada por la banca desde que Bankia y BBVA decidieron contarle el grifo, exigirle que hiciera frente a las eternas amortizaciones. La entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri ya no pasa una, hasta al punto de que ha mandado a trabajar hasta los bedeles esfinges de Caja Madrid. El bilbaíno sabe que juega con el dinero de todos, que ahora si están (estamos) por encima de los denostados reyes del casino. Lo mismo hace BBVA, que desde que cambio de jefe de banca corporativa ha sentenciado a Florentino Pérez y ha apretado de lo lindo a FCC, obediente y disciplinada como pocas.
Porque el banco presidido por Francisco González se ha tenido que descubrir como un gran financiador de proyectos faraónicos. Fue el que le prestó la tela para que el presidente del Real Madrid le hincara el diente a la también vasca Iberdrola y a la alemana Hochtief. A la par, le puso un cheque muy blando a Esther Koplowitz para comprarse lo que con controlaba de FCC (el 25% ni más ni menos), a la que a su vez le echaba líneas de financiación como el que da de comer a los patos para adquirir cementeras en pleno boom.
Ahora, BBVA cuenta con una división ladrillera como pocas. Tiene en garantía el 30% de Hochtief y es el principal acreedor de B 1998, la sociedad patrimonial de Koplowitz, al tiempo que tiene el honor de ser el mayor financiador de Portland, una cementera con una producción de áridos en un nivel no visto desde los sesenta del pasado siglo. Sin olvidar que ya tuvo que quedarse, con otros colegas como Santander, Banesto y Popular, inmobiliarias tipo Colonial y Metrovacesa.
Su exposición al inmundo universo del ladrillo es tal que Manuel González Cid, su director financiero, tuvo que aclarar este martes a los inquietos inversores que todos estos préstamos a los que se les está dando una patada para adelante están clasificados y dotados como exige el Banco de España. Es decir, que no se están metiendo debajo de la alfombra para, o sorpresa, un día de estos aparecer como el principal accionista directo de algunas de estas compañías con su boquete correspondiente.
En ese ejercicio forzado de transparencia tiene mucho que ver lo que dicen los auditores. A Sacyr se lo ha recomendado Ernst & Young. Pero Deloitte sigue mareando la perdiz con ACS, lo mismo que con el impairment que tiene Repsol por el atraco argentino de YPF: 5.000 millones ni más ni menos. Y es raro que la auditora, con su reputación en cuarentena por su labor en Banco de Valencia, no se ponga seria porque fue la que alertó del hoyo patrimonial de Bankia. Si paró los pies a Rodrigo Rato, no debería temer hacer lo propio con Florentino, al que han retirado los March, los verdaderos dueños de ACS, los que han ordenado la vuelta a los cuarteles.
Un sapo indigesto que, antes de septiembre o en Navidad, fechas claves para los auditores, tendrán que tragarse en este bendito saneamiento de listos que la crisis ha puesto al descubierto. Unos tipos que, pese al hundimiento de sus acciones y con ello el daño a sus accioistas, han seguido cobrando sueldos indignos, criticados con dureza por Luis de Guindos.
Varios ya han empezado a recular porque, oigan, eso de ganar 8 kilos al año, no parece de recibo y menos con el país al borde del rescate. Un alemán no lo entiende y un español corriente, tampoco. Caixabank, de los más moderados en cuestiones de retribución, ha pasado de pensar en lanzar un plan de stock options o similar a rebajar un 10% el salario de su consejo. Telefónica, abochornada tras amputar el dividendo, ha hecho lo mismo. Santander lo hará tras el verano y Repsol no tiene otra, especialmente tras el lio en el que se metió su presidente.
Brufau dijo a mediados de julio que Hacienda, que se queda con casi el 50% de lo que ganan los grandes directivos, debería estar contenta con la pasta que tributan. Para un día más tarde enmendarse a si mismo y asegurar que "comparte totalmente lo expresado por el ministro de Economía del Gobierno de España, sobre la necesidad de establecer un marco en el que prime la solidaridad por encima de otras consideraciones". Si usted quiere leer ese comunicado en la página web de Repsol, olvídese, no está.
Qué sean felices y protejan la cartera. Con el rescate que Rajoy va a pedir si o también, el bolsillo volverá a ser usurpado.
[Fuente: Por Agustín Marco, Cotizalia, Madrid, 04ago12]
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