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15jul12
Europa quiere hacer estallar la 'burbuja' del fútbol español
Los días de vino y rosas han terminado para el fútbol español. Atrás quedan aquellos maravillosos años donde al abrigo de la especulación inmobiliaria, la protección política y el respaldo financiero de las distintas cajas de ahorro, los clubes presumían de músculo económico con fichajes de relumbrón y construcciones de estadios megalíticos. Un maná que parecía no tener fin. O eso creía atisbar una clase dirigente ambiciosa y sin escrúpulos, que medraba en muchos casos a costa del fútbol. Ahí están los casos de Jesús Gil o Manuel Ruiz de Lopera, procesados y condenados por fraude en la gestión de Atlético de Madrid y Real Betis, respectivamente. Estos no son más que ejemplos palmarios del todo vale reinante en el fútbol español.
Todo hasta que la fiesta tocó a su fin. La crisis secó el torrente económico que abastecía las arcas de los clubes y al fútbol le han saltado las costuras. El gigante ha demostrado tener los pies de barro. Con una deuda contraída con Hacienda que roza los 800 millones de euros, la inmensa mayoría de equipos, otrora ejemplos de opulencia, vive al borde de la bancarrota. O en ella, si tenemos en cuenta que en los últimos años más de 21 de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) de Primera y Segunda División se han tenido que acoger al concurso de acreedores.
El escenario, lejos de lo que pudiera parecer a priori, dista mucho de ser apocalíptico para los clubes españoles que gozan de una especie de bula que les permite seguir subsistiendo pese a mantener unas deudas intolerables en otros sectores. Las SAD parecen vivir al margen de las leyes que rigen para los demás. El fútbol come aparte. Europa, sin embargo, ha dicho basta. Los clubes europeos han dado la voz de alarma y ha instado a las dirigentes españoles a pinchar de una vez por todas la burbuja del fútbol español. Equipos como Bayern de Múnich y PSV Eindhoven piden medidas drásticas contra aquellos que no cumplan con los pagos. No quieren que España siga jugando con las cartas marcadas.
El caso denunciado por el PSV Eindhoven esta misma semana es un ejemplo claro de lo que acontece en España. El conjunto holandés vendió en su momento al delantero Arouna Koné al Sevilla, con una cláusula que estipulaba que en el caso de que el jugador dejara la entidad hispalense, ésta debería abonar dos millones a la entidad de los Países Bajos. Algo que no ha sucedido, por supuesto, en un ejemplo claro de lo habituado que están los clubes españoles a mantener deudas con terceros. El malestar es tan grande, que esta misma semana el PSV decidió emitir un duro comunicado denunciando la situación, pero sobre todo cargando contra la manga ancha que rige nuestro fútbol: "Resulta extraño que los clubes españoles puedan seguir comprando jugadores y pagar altos salarios, mientras que no pagan a sus acreedores debido a la bancarrota administrativa. Esto debe cambiar ya".
Pero este ataque no es el único que ha recibido el fútbol español. En Europa muchos consideran que la permisividad con los equipos deudores atenta contra el fair play. Y así lo ha denunciado el Bayern de Múnich, uno de los trasatlánticos del fútbol europeo. "No podemos aceptar que el estado español permita a sus clubes tener una deuda de 750 millones y que Alemania esté dando mucho dinero a la gente para sobrevivir. Yo creo que hay que tratar a todo el mundo por igual, a mí me parece increíble que en España se pagaran tres años atrás un impuesto máximo para los futbolistas del 25%. En Alemania se paga un 45%", asegura Uli Hoeness, presidente del Bayern, y uno de los más críticos con la situación.
De hecho, tan espectaculares son los números que asustan, incluso siendo positivos como es en el caso del Real Madrid. En una nota oficial, el club blanco anunciaba que su deuda financiera neta era de 170 millones de euros, lo que equivalía a un valor de 1,1 del ratio Deuda/Ebitda situando al club en el rango de solvencia. Aun así, esta cantidad es superior a toda la deuda acumulada de todos los equipos de la Bundesliga.
Sanciones y descensos
España es uno de los pocos países en el que las deudas se han pasado por alto durante muchos años. En el resto de ligas europeas de primer y segundo nivel, los impagos tienen consecuencias. Desde descensos administrativos, a prohibiciones para jugar en sus ligas o, en los casos más leves, sanciones de puntos al comienzo de las temporadas. Existen órdenes de tolerancia cero ante las deudas de los clubes.
El caso más serio en los últimos tiempos ha sido el del Glasgow Rangers, el equivalente a Real Madrid o Barcelona en Escocia. El conjunto escocés, el equipo más importante de su liga con 54 campeonatos en su haber, no jugará la próxima temporada en Primera, después de que el resto de equipos de la competición no hayan permitido que participe en la tras tener 166 millones de deuda. La medida le condena a jugar en la cuarta división escocesa. No sólo eso, la temporada pasada fue penalizado con diez puntos en la clasificación liguera, por lo que perdió el título de liga en favor de su gran rival, el Celtic.
La Premier League inglesa y la Bundesliga también son ejemplares en su gestión. Nada que ver con lo que tolera la LFP en España. Tanto en Inglaterra como en Alemania aquellos equipos que no cumplan con sus deudas son expulsados de la competición o penalizados con importantes multas y pérdida de puntos. En la liga alemana van incluso más allá y apuestan por exigir un tope salarial para los jugadores acorde a los ingresos de los clubes, una medida que evita impagos porque ninguna entidad puede contratar por encima de sus posibilidades. Precisamente esto es uno de los mayores lastres del fútbol español, donde el impago de las fichas de los futbolistas es moneda común.
El Calcio italiano también tiene estrictas normas para controlar el asunto de los impagos. La liga italiana, de hecho, es de las más fiscalizadas de Europa toda vez que los clubes deben estar al día de pagos con sus futbolistas cada tres meses. En el caso de que trimestralmente el equipo de turno no cumpla con el pago es sancionado restándole puntos en la clasificación del campeonato.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿Por qué la Liga de Fútbol Profesional no sanciona a sus clubes cuando incurren en impagos? La respuesta es que, hasta la fecha, la LFP estaba atada de manos y pies ya que no tenía potestad para sancionar a los equipos. Estos arreglaban sus cuentas al margen de la Liga bien con Hacienda, su Comunidad Autónoma, Ayuntamiento y en muchos casos la caja de ahorros de turno.
Pero este escenario ha cambiado ahora y la nueva Ley del Deporte permite que la LFP pueda entrar de lleno, por lo que los impagos desde ya serán perseguidos y supondrán la pérdida de categoría de aquellos equipos que como el Málaga o el Deportivo no cumplan con sus pagos antes de que acabe el mes de julio.
Tampoco ha ayudado a terminar con esta lacra el clima social. En España la aplicación de la ley en el mundo del fútbol es tomada con muchas reservas. Los aficionados son absolutamente tolerantes con muchas de las tropelías de sus equipos y respaldan incondicionalmente al club aunque la negligencia económica sea palmaria.
El ejemplo claro fue el descenso de Celta de Vigo y Sevilla a Segunda B en 1992 con motivo de la conversión de los clubes en Sociedades Anónimas Deportivas. Ni gallegos, ni andaluces cumplieron con las reglas económicas y fueron descendidos.
Pero sólo momentáneamente porque la revuelta de sus aficionados, con manifestaciones en Vigo y Sevilla, terminaron por reincorporarlos a Primera División y hacer la vista gorda. Las instituciones y la clase política prefirieron autorizar una injusticia a acarrear con el peso de dos ciudades en contra.
La Ley Concursal y las soluciones
Los primeros pasos para terminar con esta gravosa situación están dados. En septiembre del año pasado se aprobó en el Congreso la nueva Ley Concursal, que modifica la de 2004, y que obligará a los equipos a pagar sus deudas si quieren evitar el descenso administrativo. Atrás queda, por lo tanto, el periodo que permitía a los clubes acogerse a esta ley y les suponía pagar sólo la mitad de las fichas a los futbolistas y entrenadores, además de evitar la pérdida de categoría. Un chollo que servía para salir rápido del concurso de acreedores y empezar otra vez de cero.
Claro que la nueva Ley Concursal no es perfecta del todo, ya que el descenso supondría en muchos casos la desaparición de los clubes y por extensión Hacienda dejaría de cobrar las deudas contraídas. Una situación que la Agencia Tributaria está solucionando con la renegociación de la deuda con los clubes. Una medida que, sin duda, no ayuda a terminar con esta burbuja, aunque el incumplimiento de estos nuevos pagos también supondría la pérdida de categoría.
Miguel Cardenal, presidente del Consejo Superior de Deportes, aseguró que el fútbol español ya está tratando de poner remedio a estas situaciones, pero está convencido de que, en ningún caso, la deuda se saldará antes del año 2020. Para ello, cree que el mejor camino es llevar a cabo un cambio de modelo, que lleve incluso a una reestructuración del modelo de gestión de los clubes. Puede que las presiones que empiezan a llegar desde Europa sean el empujón definitivo que necesita España para sanear su fútbol.
[Fuente: Por Carlos M. Sánchez y Rubén Rodríguez, El Confidencial, Madrid, 15jul12]
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