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17mar12
Las 'faronías' de Pacheco iniciaron la ruta del despilfarro en Jerez
El primer paso de misterio que ha hecho carrera oficial en Andalucía es el del Señor de la Noble Ruina. Se trata de una composición escultórica de autor popular, con las imágenes de los ex alcaldes de Jerez, Pedro Pacheco y Pilar Sánchez (PSOE), y de la actual alcaldesa, María José García-Pelayo (PP), que consiguió mayoría absoluta en las pasadas elecciones. El paso lo porta un grupo de policías municipales que hace meses que no cobran su sueldo. Y la procesión está compuesta por miles de víctimas de la ruina de la quinta ciudad de Andalucía: empleados del cementerio, trabajadoras de la Dependencia, de la limpieza, de los transportes públicos, empleados de la tele municipal, funcionarios... Ni el mayor desgarro de Juan Moneo, "El Torta", sería suficiente para convertir en saeta la lenta agonía de la ciudad que durante generaciones fue una de las más brillantes marcas nacionales tanto en España como en el extranjero y que hoy es la segunda ciudad con más deudas a proveedores, más de 300 millones, sólo superada por Madrid.
Nadie se explica qué es lo que pasa en Jerez, porque en tiempos de crisis nadie quiere mirar al pasado. Sin embargo, esta ciudad andaluza, con más habitantes que su capital, Cádiz, que Almería, Huelva o Jaén, hunde las raíces de su actual ruina en la época de todas las faraonías. En las décadas de los ochenta y noventa, Pedro Pacheco, alcalde andalucista que llegó con 29 años a coger la vara que había sido potestativa de los Domecq o Primo de Rivera, se empeñó en convertir Jerez en una marca de prestigio cuyo relieve redundara en la economía local. Realizó una profunda transformación urbana que supuso un salto de décadas en la fisonomía jerezana, y se embarcó en la "política de la faraonía", hagamos una o mil obras tales que nos tengan no ya por locos sino por los mejores. Y para que la gente lo viera, se puso en marcha una televisión local que cada año necesitaba casi dos millones de euros, con una plantilla cercana al centenar de personas y unas instalaciones que para sí quisieran algunas privadas.
También circuito de velocidad
Con este programa vital, Pacheco construyó un circuito de velocidad, que supuso un gran negocio para el sector servicios de la ciudad, pero también para Bernie Ecclestone, dueño del circo de la Fórmula Uno; un estadio olímpico con el que premió el ascenso a Segunda del equipo local, y se plantó en la Expo 92 con uno de los pabellones de referencia, Tierras del Jerez. Eran tiempos en los que la construcción galopaba como un pura sangre sobre hoteles y nuevas urbanizaciones, avenidas y restauraciones de una ciudad que llevaba en su ADN el plano de la aristocracia ya decadente, pero susceptible de ser recuperado como parque temático de lo que fue la nobleza de la mayor agrociudad del Sur.
¿Quién paga todo esto?, se suele decir cuando se asiste a una revolución de estas características. El pueblo… No sólo el pueblo de Jerez sino el erario público. Pacheco fue hábil como nadie enredando a la Junta de Escuredo, Borbolla e incluso Chaves en sus faraonías, en la medida en que su micropartido andalucista era necesario para pactos y componendas en otras instituciones gobernadas por el PSOE. A mediados de la década de los noventa, coincidiendo con la crisis que sucedió al 92, el Ayuntamiento de Pacheco se había convertido en un holding administrativo y empresarial que presumía de ser "la primera empresa de Jerez". Los delegados que por orden de Pacheco intentaron desarrollar planes de control del gasto murieron políticamente en el intento.
El control y quiebra de la Caja de Ahorros
Sin embargo, Pacheco siempre contó con una carta en la manga. Su condición de vicepresidente de la Caja de Ahorros de Jerez, junto a la de alcalde, le permitía crear un sistema de vasos comunicantes donde el dinero transitaba para el adelanto de pagos de nóminas o la financiación de proyectos extraordinarios. La Caja tuvo que fusionarse en situación de quiebra técnica, y las costuras del macro-ayuntamiento jerezano empezaron a graznar como los cuervos cuando se acercan la tormenta.
A Pacheco le sucedió Pacheco, aunque en coalición. Hace casi nueve años, el polémico alcalde andalucista perdió la mayoría absoluta y gobernó pactando con el PP. Pidió para sí la Delegación de Urbanismo, la cueva de todos los misterios La alcaldesa popular gobernó los dos primeros años, y cuando a Pacheco le tocaba sustituirle y a ella pasar a teniente de alcalde, García Pelayo temió convertirse en un juguete roto en manos de uno de los políticos más hábiles de Andalucía, se fue a la oposición y el PSOE pactó con Pacheco en los mismos términos en que lo había hecho el PP. Pilar Sánchez gobernó dos años, con Pacheco mandándole en su Gobierno, y hace cuatro años consiguió la victoria haciéndose con la alcaldía ya en solitario.
Pilar Sánchez, sin embargo, fue una alcaldesa algo esperpéntica: desde colocar a su marido como persona de confianza a malgastar los restos de la ruina, Sánchez hizo los mayores esfuerzos para terminar de empujar a la ciudad hacia el abismo. Sin embargo, su principal error fue enfrentarse al PSOE de Cádiz, controlado por el clan de Alcalá, cuyo mayor exponente en el plano municipal estaba en la presidencia de la Diputación, con González Cabaña. No hay guerra más cruel que la que se libra entre compañeros de partido, y el PSOE de Cádiz, con Chaves como máximo mentor, es experto en llenar el cementerio de cadáveres políticos.
Allí había mil millones de deuda
Cuando María José García Pelayo entró en el despacho de la Alcaldía, hace casi un año, tras conseguir la mayoría absoluta para el PP, abrió los cajones y tuvo motivos para preguntarse dónde se había metido. Mil millones de deuda figuraban en la contabilidad, de los que trescientos eran a proveedores. Algunas empresas municipales, como Onda Jerez Televisión, estaban en situación de obligada disolución; se descubrió trasvase de dinero al pago de funcionarios, y las consabidas facturas no contabilizadas que alargaban la ruina hasta lo más profundo de lo previsible.
En la actualidad, Jerez asiste cada día a dos o tres manifestaciones; barrios enteros sufren apagones porque los ladrones roban las instalaciones eléctricas y no hay dinero para repararlas; los autobuses encadenan huelgas, los funcionarios municipales bloquean los accesos al Ayuntamiento y le impiden a la alcaldesa que entre en su despacho; los empleados del cementerio, las subcontratas… En Jerez no hay nadie que no esté afectado de una u otra forma por la ruina municipal. La alcaldesa ha reducido sueldos, suprimido dietas en un organigrama plagado de clientelismo, y ha establecido una especie de tarifa plana en las retribuciones por la cual lo que se puede pagar a la plantilla municipal se reparte de forma equitativa entre todos.
Pero aún así, la gente no cobra lo necesario para sobrevivir y, lo que es peor, no ve salidas a una situación que hasta en el propio equipo de Gobierno se considera poco menos que imposible de superar. La alcaldesa ha pedido ayuda del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Pero la única solución posible ha sido el programa de pagos a proveedores que se ha puesto en marcha a nivel general. Ni siquiera el rescate del servicio de recaudación que gestionaba la Diputación ha supuesto para la ciudad un mínimo de desahogo.
Con la cruz a cuestas camino del Ayuntamiento
Unos días después de la salida de la procesión del Cristo de la Noble Ruina, las calles de Jerez se habían llenado de funcionarios portando cruces a modo de un interminable via crucis que se dirigía al Ayuntamiento. Al margen de lo esotérico de esta pasión, uno de los valores que en Jerez se ha derrumbado ha sido el de la autoridad pública. Ver a la policía portando pasos o a la gente increpando al equipo de Gobierno con frases difíciles de asimilar dan una idea del abismo en el que se ha sumido la imagen de una ciudad que durante lustros tuvo su principal activo en su propia marca de calidad.
A estas alturas, resulta inútil hablar de la herencia recibida o de los despilfarros de tiempos pretéritos. Jerez pide una solución urgente y miles de personas que dependen del sistema municipal malviven pidiendo a sus familias o repartiéndose alimentos. No se trata ya de una cuestión política, ni en Jerez hay ánimos siquiera para reparar en lo que hicieron los responsables de la actual situación. La quinta ciudad de Andalucía ha llegado a esa situación desesperada en la que todo es posible, ese momento en el que se teme que alguien encienda la mecha para quemar el estado de resignación.
[Fuente: Por Antonio Castro, El Confidencial, Madrid, 17mar12]
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