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31ene11
160 años de historia de España a precio de saldo
Uno de los hechos más llamativos de estos últimos y convulsivos días ha sido el giro de 180º que ha dado José Luis Rodríguez Zapatero, obligado por la realidad y por los dos mayores banqueros del país, respecto a la salud de nuestro sistema financiero. En unas pocas semanas ha pasado de afirmar que era el mas sólido de la galaxia a decir que resulta de la "máxima urgencia" la recapitalización de al menos 35 cajas, agrupadas en 12 SIP, que se han fundido ya 11.500 millones de euros en temas que nada tienen que ver con su saneamiento, y tres bancos porque no superan los criterios de solvencia exigibles.
Después de varios años de locura institucional, durante los cuales el regulador, Fernández Ordóñez, el principal responsable de la catástrofe, hacia trampas de toda índole para engañar a los agentes económicos sobre la realidad de la situación, llevándoles a cometer errores desastrosos en la asignación de sus recursos; el Gobierno mentía a todos los azimut -desde el "cuanto más se endeuden más ricos serán, porque los pisos, como todo el mundo sabe, nunca pueden bajar de precio" hasta el "no hay ninguna crisis"-; y en los que los gestores de cajas y bancos, con escasas y honrosas excepciones, se endeudaban masivamente a corto para prestar a largo con una alegría y una irresponsabilidad que producía escalofríos, casi la mitad del sistema financiero español se encuentra al borde del abismo.
Y así, es justo ahora, con tres años de retraso, cuando la mayoría de los bancos internacionales afectados por la crisis han sido saneados y devuelto la casi totalidad de las ayudas recibidas, cuando el nuevo y flamante capo di tutti capi Alfredo Pérez Rubalcaba, haciendo de portavoz de la gran banca, propina un empujón a su recomendada, a quien hizo vicepresidenta, Salgado, para que salga a la palestra a afirmar sin pestañear que "tenemos que admitir que en los últimos meses se han suscitado dudas sobre la solidez de nuestro sistema financiero". Hace solo tres semanas decía justo lo contrario.
La fulgurante destrucción de un sistema centenario.
La debacle de parte de nuestro sistema financiero tiene innumerables facetas, pero quiero destacar lo que, a mi juicio, resulta más grave, un hecho que ha pasado prácticamente desapercibido entre la profusión de números y noticias: la desaparición de una institución centenaria, las cajas de ahorro, que presta un servicio esencial al pueblo llano en la mayoría de las países avanzados, desde Alemania a Suiza, pasando por Italia, Francia, Gran Bretaña, Canadá o los EEUU, y que en España ha sido el referente de ahorro de una mayoría de familias españolas durante más de 160 años. Ha gestionado sus escasos dineros acumulados con hambre, sudor y lágrimas, con una prudencia a toda prueba, hasta que los dirigentes autonómicos politizaron su conservadora y eficaz gestión, dando paso a una corrupción tan masiva e institucional que las ha llevado a la ruina económica en poco más de seis años.
Las Cajas de Ahorro y Montes de Piedad, ligadas históricamente a instituciones de la Iglesia con la finalidad de mejorar las condiciones de vida de las clases menos favorecidas, fueron a partir del siglo XIX apoyadas por los poderes públicos para, además de fomentar y remunerar el ahorro de la clase trabajadora, poder financiar inversiones en sus regiones de origen y realizar una amplia labor social. Así financiaban la compra de grano y semillas por los agricultores y provocaban mejoras de las condiciones de vida de todo tipo. En 1835 se crearía la Caja de Ahorros de Madrid y desde entonces las cajas jugarían un papel crucial no solo en nuestra historia económica y social, sino también en la historia económica y social de Europa, donde el proceso comenzó algún tiempo antes.
Hasta más allá del año 2000, las cajas de ahorro en España no solo gozaban de una aceptación muy superior a la de la banca privada entre la clase trabajadora y la clase media. Sus recursos estaban mucho mejor gestionados, hasta el punto que las cajas eran más rentables que los bancos, algo que hacía casi impensable su fulgurante hundimiento. En 1997, todos sus ratios de eficiencia sobre activos, sobre resultados y sobre gastos, superaban ampliamente a los de la banca, "consiguiendo incrementar el negocio controlando simultáneamente los gastos. (…) El 88,7 del balance de las cajas estaba constituido por recursos de la clientela; mientras que el porcentaje de recursos recabados en el mercado interbancario era solo del 10,2% (en la banca ese porcentaje era del 52 y 48% respectivamente), lo que implicaba una captación de recursos a menor costo" [Ver: "Estructura Económica de España" por Ramón Tamames]. En el año 2000, existían un total de 50 cajas de ahorro independientes que concentraban más del 54% del ahorro de la nación.
¿Cómo es posible que en poco más de seis años este gigantesco edificio centenario haya quedado tan seriamente dañado, que buena parte del mismo corre el riesgo de ser nacionalizado y revendido a terceros a precio de saldo? Las razones son básicamente tres: la desastrosa gestión de las personas, sin preparación alguna, puestas al frente de las mismas por los dirigentes autonómicos; el inicuo comportamiento del gobernador del Banco de España, cuya dejación tan absoluta de sus obligaciones más esenciales como supervisor llegó al punto que incluso la persona que defendió las reservas genéricas para prever la posible debacle, Pedro Villasante, director general de Supervisión, fue puesto de patitas en la calle por Ordóñez a petición de bancos y cajas, que las consideraban "totalmente" innecesarias (más tarde, unos y otros harían alarde de ellas a lo largo y a lo ancho del mundo); y el peor Gobierno en tiempos de paz, desde la época del felón Fernando VII, un Gobierno que es el hazmerreír de Europa y que, presionado por los dirigentes autonómicos, ha dejado pudrirse el problema, mintiendo a quien le quería oír sobre la realidad de la situación..
"Nosotros nos quedamos con el solomillo y ellos con los despojos"
Todo empezó entre 2002 y 2003, cuando, ante la abundancia de dinero barato en los mercados financieros, bancos y cajas, pero particularmente estas últimas, rompieron su regla virtuosa de prestar solo lo que tenían con los criterios extremadamente conservadores que exigía la garantía de unos depositantes pertenecientes abrumadoramente a la clase trabajadora y a la clase media. En un tiempo realmente record, estos insensatos empezaron a endeudarse masivamente con instituciones financieras extranjeras y a prestar dinero sin la garantía suficiente, o sin garantía alguna, para financiar hipotecas o promociones inmobiliarias con la garantía de unos terrenos que no valían nada y que hoy se han convertido el mayor problema. No solo eso: los dirigentes autonómicos vieron la oportunidad para que las cajas, que controlaban férreamente a través de sus cúpulas directivas y sus consejos, financiaran los proyectos más disparatados que se les pasaban por la mente, desde aeropuertos absurdos a Terras Míticas y similares, ruinas cantadas todas ellas, o las sociedades participadas para esconder su deuda.
Todo ello generaría un gigantesco agujero, suma de la gigantesca deuda exterior (753.000 millones para el conjunto del sector), más la derivada de las pérdidas ocultas en los balances, de las que no tenemos ni idea. La incertidumbre es total y, en base a ella, la banca española acaba de realizar a Zapatero una proposición indecente: "Déjese usted de nacionalizaciones, que son un lío, y a lo peor se nos cuelan entidades extranjeras y acaban introduciendo la competencia. Nosotros nos quedamos con todas las cajas con problemas, pero como desconocemos la situación real el Gobierno nos garantiza que el pueblo español se hace cargo de todas las posibles pérdidas y así podemos entrar sin riesgo". Ante semejante oferta, sería infinitamente mejor para España y para los españoles intentar convencer a Merkel y Sarkozy de la entrada de cajas y bancos alemanes y franceses en el proceso ya que, siendo acreedores del 80% de la deuda de las entidades en dificultades, cientos de miles de millones de euros, ellos serían quienes las reflotarían a cambio de la liquidación de su deuda, ¿cómo si no vamos a poder devolverla? Además, nos saldría gratis, veríamos incrementarse drásticamente la competencia y el crédito fluiría de nuevo.
La alternativa a la española sería el mayor expolio financiero jamás conocido en el mundo civilizado, ya que las Cajas de Ahorro y Montes de Piedad españolas no solo serían liquidadas a precio de saldo, sino que será el pueblo español, cada día más empobrecido, quien se haga cargo de las pérdidas y de la deuda exterior, no menos de 500.000 millones de euros -ya hemos avalado refinanciaciones por 180.000 millones-, mientras que los nuevos dueños, los grandes banqueros amigos del poder, no responderían de nada. Servata distantia, porque aquí no se trata de matar a la gente, solo de expoliarla legalmente. La alternativa a la española me recuerda a aquella mítica escena de la película Hampa dorada en la que Al Capone, ante un mapa de la ciudad de Chicago, explica a sus socios el reparto de ciudad con otros grupos diciendo: "Esto es como el dibujo de la vaca que había en la carnicería de mi pueblo en Sicilia, nosotros nos quedamos con el solomillo, y ellos con los despojos".
[Fuente: Por Roberto Centeno, Cotizalia, Madrid, 31ene11]
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