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15mar09
Un sistema financiero gravemente herido
Cada vez está más extendida la idea de que sin abordar el saneamiento integral del sistema financiero, España no superará la crisis galopante en que se encuentra. No habrá puerta abierta a la recuperación económica sin solución previa para el sistema de Bancos y Cajas, lo que equivale a decir sin un saneamiento integral de los Balances, condición sine qua non para que vuelva a fluir con normalidad el crédito a particulares y empresas. ¿Cuánto valen de verdad los activos de nuestras instituciones financieras, antaño “las más saneadas del mundo” según versión oficial?
Los préstamos que el sistema financiero tenía concedidos a finales de 2008 ascendían a 1,86 billones de euros (de los cuales 1,15 billones correspondían al inmobiliario: 660.000 millones en hipotecas a particulares; 330.000 en crédito promotor -nuestra subprime-, y 160.000 a constructoras). Expertos del sector estiman que a día de hoy la morosidad (publicada más encubierta, dado que bancos y cajas se están quedando con grandes cantidades de activos), alcanza ya el 25% del total, lo que equivale a decir que la morosidad inmobiliaria (a la que habría que añadir una mora estimada del 9% para los 700.000 millones de créditos no “ladrilleros” -consumo, empresas, agricultura, etc.-), ronda los 287.000 millones, cifra que se compara con unos fondos propios para el conjunto del sector de 173.000 millones.
Incluso los más optimistas aceptan unas pérdidas finales para Cajas y Bancos del orden de los 200.000 millones de euros, cifra que rebasa de nuevo la suma de capital y reservas de todo el sistema. La conclusión es que el sistema financiero está quebrado en su globalidad, y que “será necesario inyectar alrededor de 300.000 millones de euros”, en opinión de fuentes del Banco de España (BE), “una parte de los cuales se recuperarán con la venta posterior de activos hoy calificados como tóxicos”.
Este diario publicó el viernes que la tasa de morosidad del sector de Cajas a 28 de febrero pasado superaba ya el 6% hasta en 9 entidades, mientras en 6 más se situaba entre el 5% y el 6%, de acuerdo con los datos “cocinados” que las propias entidades facilitan a la CECA. Como ocurre con el paro, también aquí asombra la velocidad con que se está deteriorando la solvencia del sistema: si a finales de diciembre pasado había 7 Cajas con una morosidad superior al 4,5%, ahora mismo son ya 20 las que superan ese ratio. Solo una puede hoy presumir de una mora inferior al 2%.
Ante esta situación, ¿qué hacer? Una importe corriente de opinión de economistas próximos al PSOE o francamente dentro del mismo (Ontiveros, Sebastián, Pérez, Serra, Gómez Navarro, De Paz) viene proponiendo tras las bambalinas del Poder una especie de “nacionalización” más o menos encubierta de aquellas entidades con problemas, mediante la inyección masiva de recursos públicos y el reemplazo de los gestores responsables del desastre por lo que algunos llaman “comisarios” políticos.
Se trata de una tesis de la que huye espantado el establishment (el oficial y el privado), con Pedro Solbes a la cabeza, un hombre con el que, sin embargo, resulta imposible atar cabos, capaz como es de sostener una cosa y su contraria de forma casi simultánea, aunque siempre sin mojarse en el cómo, cuándo y cuánto de ese saneamiento, porque todo en él es un mero flirteo con los problemas, un dejarse ir en la duda permanente, una callada exaltación de esa filosofía tan española de procrastinar las dificultades en el altar de “no hay mal que cien años dure”.
Pero la situación está adquiriendo tal gravedad, la asunción del problema niveles tan generalizados, que varias han sido las intervenciones que esta semana han venido a poner sobre el tapete la cuestión, seguramente para espasmo de un Gobierno desbordado por los acontecimientos.
El viernes, en Bilbao, Francisco González (BBVA) se mostró partidario de una intervención selectiva en aquellos bancos y cajas con problemas pero con futuro, porque “mantener en pie a una entidad irremediablemente dañada mediante ayudas públicas, afecta negativamente al funcionamiento del sistema y perpetúa la desconfianza".
Más ilustrativas han sido las palabras de Miguel Martín, actual presidente de la patronal bancaria AEB. Para el que fuera subgobernador del BE con Rojo, solo deben recibir ayudas las entidades financieras viables. Las que no lo sean deben caer, y los malos gestores, ser apartados. Un canto a la disciplina y un recordatorio, ante la Comisión de Economía del Congreso, de que en España se han producido ya varias crisis bancarias y en todas se han utilizado con éxito las mismas fórmulas de rescate, siempre a través de las fusiones y del FGD. Todo inventado. Nada de inyecciones masivas e indiscriminadas de recursos públicos.
Claro que Martín fue también director general de Supervisión del BE en tiempos de Mariano Rubio (“Míreme a los ojos, señor Rubio”, que dijo Hernández Moltó, hoy presidente de la quebrada Caja Castilla La Mancha, CCM), un hombre que, a estas alturas, ya hubiera metido mano sin piedad en más de una entidad, con desprecio a los paños calientes. ¡Qué gran momento para un nuevo dúo del tipo Boyer, ministro de Economía, y Rubio, gobernador del Banco de España! A primeros de los ochenta, ambos tuvieron que vérselas con una crisis bancaria que se llevó por delante hasta 60 entidades, desaparecidas en el envite, con el Banco de Navarra encabezando la fila. Frente aquel dúo, el que hoy forman Solbes y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, sin comparación posible. Frente a aquel Banco de España, el que hoy gobierna un MAFO empeñado en una gestión cortoplacista de la crisis, corta de miras, partidaria y sectaria en grado sumo.
Ni Solbes ni Fernández Ordóñez están a la altura
El desconcierto del momento lo representa como nadie un Solbes que el viernes afirmó que el Estado ayudará a las entidades “que hayan actuado correctamente en cuanto a solvencia y cuenten con unas cuentas públicas saneadas”. Y ¿para qué necesitan ayudas las entidades sin problemas, señor mío? Dijo también que las que no sean capaces de mantener su solvencia y sanear sus balances deben “dejar de ser jugadores del sistema”. Estamos en las mismas: ¿les va a retirar usted la ficha bancaria? Y lo confirma un MAFO cuyo acercamiento a la realidad de la crisis sistémica está quedando retratado con la estrategia puesta en marcha en la caso de CCM. Oscurantismo en grado superlativo, y pérdida de prestigio de la institución en igual medida. En lugar de realizar “stress test” entidad por entidad, para determinar quién debe recibir ayudas y quién echar el cierre, se trata de tapar las vergüenzas de los amigos, simplemente porque el presidente de la Caja es un destacado socialista y está ubicada en una CC.AA. gobernada desde siempre por el PSOE. Esa es la altura de miras que MAFO está exhibiendo en este caso. Hay que salvar una caja quebrada endosándosela a otra sana, con riesgo evidente de contaminar por esa vía todo el sistema a plazo fijo.
Y con tintes pintorescos. La Caja manchega ha anunciado un beneficio consolidado de 30 millones de euros para el ejercicio 2008 y toda suerte de ratios en teórico crecimiento. ¿Cómo justificar, en estas condiciones, la petición de ayudas al FGD para la fusión con Unicaja tratándose de una entidad que supuestamente está en beneficios? Es el nudo gordiano de la cuestión, la clave del arco en que se asienta una crisis llegada para quedarse mucho tiempo: las entidades financieras no quieren reconocer la realidad, se niegan a descubrir sus vergüenzas, esconden su situación con el respaldo tácito del Gobierno, vía Solbes, por un lado, y del Banco de España, por otro, que se lo consienten. ¿Resultado? Será imposible abordar el saneamiento integral del sistema, salvando lo que merezca ser salvado, en un proceso que se antoja imprescindible para que la economía productiva empiece a funcionar. Y esto no es un ataque al BE. El problema no es el BE, sino las políticas que se hacen desde un BE instalado en el oscurantismo, que ha permitido una grave relajación de la disciplina. Tampoco se trata, obviamente, de anunciar los problemas a bombo y platillo: la discreción en el tratamiento de los temas no debe ni puede estar reñida con la determinación de abordarlos y, sobre todo, con la transparencia.
Y aquí Martín (AEB), tan certero en el análisis, podría hacer algo más. Podría, por ejemplo, proponer a la banca un simple ejercicio teórico consistente en valorar el activo de Balance a precios de mercado (mark to market), como trimestralmente la banca norteamericana está obligada a hacer, en lugar del precio de adquisición utilizado para tal menester por estos pagos, con el beneplácito del BE. Sin tocar el Balance. Simplemente para ver qué pasa. ¡De susto! Como no se va a hacer tal cosa, seguiremos sin saber quién está bien y quién mal. El Estado, vía Gobierno, compra activos tóxicos y otorga avales a ciegas, porque sencillamente no hay arrestos, ni liderazgo, ni fibra moral suficiente para coger ese toro por los cuernos. El resultado es que si un empresario quiere crédito, la banca se lo da, aunque con una condición: que sea usted sea tan solvente que en realidad no lo necesite, y si lo necesita esté dispuesto a pagar intereses que rozan el 15%, ello con el Euribor al 1,9%.
Con buen sentido, Francisco González ha pedido un pacto de Estado, “un acuerdo nacional”, “un gran contrato económico y social” capaz de crear riqueza y empleo en la senda de un nuevo modelo económico más competitivo. Al poner la pelota en el tejado de la clase política, el presidente del BBVA ha venido a colocar al Gobierno Zapatero frente a una responsabilidad que de lejos le desborda. Peras al olmo. Una vez más se pone de manifiesto la característica esencial del momento, que no es otra que la coincidencia en el tiempo de una crisis económica y financiera de caballo, con otra institucional y de liderazgo, crisis sistémica, de proporciones desconocidas hasta ahora. Poco que esperar de una oposición incapaz de desprenderse de una vez por todas, con la contundencia debida, de la copiosa nómina de “chorizos” engominados que pueblan sus listas municipales, y de un Gobierno de chichinabo, sin ideas, paralizado por la categoría del envite que nos ha tocado vivir, de dimensión histórica. Solo queda esperar.
[Fuente: Por Jesús Cacho, El Confidencial, Madrid, 15mar09]
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