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24mar11
Portugal hundida; la banca española tocada
La caída del Gobierno portugués, anunciada anoche, y el casi seguro rescate del país por la Unión Europea tienen un claro damnificado: España. Y más concretamente, nuestro sector financiero, que es el que más exposición tiene a Portugal de toda la Unión Europea. Lo que le faltaba, en un entorno de desplome de márgenes, de caída del crédito, de fuertes provisiones por el ladrillo y de grandes necesidades de capital.
En concreto, están en juego 110.000 millones de dólares (unos 77.000 millones de euros) que nos adeudan nuestros vecinos, según el Banco Internacional de Pagos. Unos 70.000 millones de dólares provienen del sector privado no bancario -Portugal tiene un endeudamiento privado casi tan alto como el de España, superior al 80% del PIB en el caso de las familias y al 70% en el de las empresas- y el resto, del sector público y las entidades financieras portuguesas. Curiosamente, la exposición a la deuda pública lusa es muy reducida, poco más de 11.200 millones de dólares.
Los datos del BIS ponen de relieve que la exposición española a Portugal es, con diferencia, la más importante entre los países de la eurozona (el doble que Francia o Alemania). El primer ministro luso, José Sócrates, anunció anoche su dimisión tras el rechazo del Parlamento a su nuevo plan de ajuste que pretendía reducir el elevado déficit público del país vecino.
El perjuicio para las entidades españoles ya se está produciendo, por el desplome del precio de la deuda pública portuguesa, que arrastra al de la deuda privada. La rentabilidad del bono del Estado a 10 años superó ayer el 7,5% y el activo a cinco años llegó al 8,2% (que la rentabilidad a corto plazo sea más alta indica que el mercado descuenta un impago inminente). Bancos y cajas deben apuntarse esta pérdida contra su capital, en caso de títulos calificados como disponibles para la venta.
Pero la catástrofe se desataría si el Estado o las empresas y entidades portuguesas llegasen a incurrir en impago. En ese caso, las entidades sí que tendrían que dotar fuertes provisiones por estos activos, que pueden causar un gran perjuicio a las cuentas de algunas.
Precisamente, evitar el impago es el motivo del rescate que, casi con toda probabilidad, acordarán los líderes europeos en los próximos días, y que seguirá a los de Grecia e Irlanda. Es decir, el fondo de rescate europeo (ESM por sus siglas en inglés) inyectará a Portugal dinero suficiente para que haga frente a sus compromisos de pago de deuda o se lo dé a los bancos o empresas que no pueden atender a los suyos, como hizo Irlanda.
Un rescate tampoco soluciona todo
Pero eso no significa que se acaben los problemas. Los ministros de Finanzas aprobaron el lunes una medida que hará que los tenedores de deuda compartan la carga de un posible impago (a pesar del rescate), al dar preferencia a la hora de cobrar al ESM. Esto es, el fondo europeo será el primero en recuperar el dinero prestado, mientras que el resto de los acreedores tendrán que conformarse con lo que pueda pagar después el país en cuestión. Lo cual significa una quita, con la pérdida correspondiente para el acreedor.
Esta medida explica la espectacular subida de la rentabilidad de la deuda de Grecia, Irlanda y Portugal en los últimos días, ya que muchos inversores huyen de estos bonos ante la posibilidad de sufrir pérdidas si finalmente incurren en impago y el ESM tendrá preferencia a la hora de cobrar.
Por otro lado, un rescate no es estrictamente imprescindible porque Portugal tampoco tiene necesidad de apelar a los mercados en grandes cantidades para financiar su déficit y sus vencimientos de deuda: Barclays estima que debe emitir sólo 1.000 millones en bonos y otros 1.000 en letras cada mes, y además, puede contar con el apoyo del BCE en momentos puntuales si el mercado sigue castigando a su deuda como estos días.
En todo caso, la caída de Portugal es un problema más que se añade a la larga lista que sufren los bancos y cajas españoles, y que no hará sino empeorar su percepción internacional. No sería raro ver hoy una importante caída de las cotizaciones de las entidades españolas. Y esto dificultará aún más las numerosas salidas a bolsa anunciadas por los grupos de cajas para recapitalizarse.
[Fuente: Por Eduardo Segovia, Cotizalia, Madrid, 24mar11]
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