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02may10


La odisea de Grecia, con rasgos de la crisis argentina del 2001


Estamos yendo por un camino difícil, una nueva Odisea para Grecia y para la nación griega. Pero conocemos el camino a Itaca", dijo hace diez días el primer ministro griego, Georgios Papandreu. Pero no es con la Grecia de los tiempos homéricos que su país es comparado insistentemente hoy, sino con una república sudamericana que en los últimos días del 2001 declaró el mayor default en dólares de la historia, en el 2005 canjeó con una gran quita sus bonos a los acreedores que aceptaron y en estos días está intentando algún arreglo con los restantes, en busca de emparchar su fama en los mercados de financiamiento.

"Algunos ven a Grecia como la Argentina revisitada, destacando los notables paralelos con el país que en 2001 fue escenario del mayor default del mundo (en términos de dólar)", resumía en una reciente columna Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI. Algunas de esas comparaciones, como las del propio Rogoff, han tendido a agitar, previsiblemente, el cuco de un país que a diez años del default sigue siendo paria en los mercados de dinero, para urgir a Grecia a hacer ajustes y ser "creíble".

Pero a medida que la crisis griega se agiganta por horas, otros análisis se vuelven más pragmáticos y asumen que Atenas, no importa cuánto se empeñe en bajar su gasto y achicar su déficit, se va a quedar sin dinero antes de lograrlo.

Una contracción fiscal como la que se le reclama a Grecia, "aun si fuera políticamente factible, empeoraría, al menos en el corto plazo, la recesión", señalaba días atrás Nouriel Roubini, conocido por sus pronósticos sobre la actual crisis financiera mundial. "Si el PBI cae, lograr determinadas metas de déficit y de deuda se hace imposible. Esa fue la trampa mortal de deuda que se engulló a la Argentina entre 1998 y 2001".

"La situación griega (y no sólo griega) se parece bastante a la que tuvo que afrontar De la Rúa en 1999: recesión, sobrevaloración del tipo real y dificultades para financiar la deuda", dijo a iEco desde Madrid el economista José Fernández-Albertos, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.

Así y todo, "es complicado hacer comparaciones, porque el escenario, los demás actores y sus intereses son muy diferentes", previno.

Una moneda atada

En el origen, la situación que atravesó la Argentina y la que aflige a Grecia derivaron, ambas, en una combinación de políticas fiscales laxas y mercados externos eufóricos, coinciden académicos y ex altos funcionarios consultados por iEco. "Eso decantó en una espiral de apreciación real del tipo de cambio, fuerte déficit de cuenta corriente y fiscal y alto endeudamiento", resume Guido Sandleris, director del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.

La pertenencia de Grecia al euro ofrece un fácil paralelo con la Argentina de la convertibilidad. Un país cuya fortaleza económica no se compara con la de los países europeos centrales pero cuya moneda es la misma. "Grecia tiene un endeudamiento fuerte con una moneda multinacional que comparte pero sobre la que no tiene capacidad de decisión: no tiene la herramienta de devaluar", comenta Jorge Todesca, viceministro de Economía en el incendiado 2002, cuando Remes Lenicov era el titular de la cartera y Eduardo Duhalde el presidente.

Tanto en la Argentina de la Convertibilidad como en Grecia con el euro, una devaluación para restaurar el equilibro aparece "como una opción muy costosa que los gobiernos tratan de evitar", dice Sandleris, de la UTDT. "En ausencia de una devaluación nominal, el ajuste de precios relativos hacia un tipo de cambio real más devaluado debe ocurrir vía deflación de precios, proceso mucho más lento y penoso. Grecia comienza a transitar este camino que Argentina recorrió entre 1999 y 2001".

Pero el límite a esa estrategia viene dado "por el costo social que genera en una economía con rigideces. Ese costo social hizo que el ajuste vía deflación de precios se volviera insostenible para la Argentina en el 2001 y determinó el abandono de la convertibilidad y la depreciación de la moneda".

Para Grecia sería más costosa que para la Argentina la opción de devaluar. Su participación en el euro es un proyecto que excede lo económico "y depreciar saliendo del euro causaria un fuerte impacto en las expectativas de qué pasará con otros países del bloque que atraviesan problemas de raiz similar, como Portugal, España y hastas Italia", subraya Sandleris.

El tamaño de los desequilibrios

Ex ministros y viceministros consultados subrayan que si bien el origen y evolución de la crisis griega y de la Argentina tienen gran parecido, la magnitud de los desequilibrios que detonaron el estallido difiere mucho.

"La brecha que ellos tienen no tiene nada que ver con la nuestra. Nosotros necesitábamos una ayuda más chica que la de Grecia: lo que el país necesitaba para no ir al default era una asistencia de 20.000 a 30.000 millones de dólares en condiciones blandas", dice Todesca.

"En los páises del sur de Europa, los desequilibrios a corregir son mucho más complicados", compara Ricardo Lopez Murphy, ex candidato presidencial en el 2003 y ministro de Economía en el 2000.

"Se podría decir que la corrección planteada en Grecia es aproximadamente 16 veces -en términos de producto- la corrección propuesta por nuestro equipo económico en marzo del 2001, que era 0,6% del PBI. Y alrededor de 5 veces la corrección estructural, que era de 2 puntos del producto. En Grecia se trata de una reducción de 10 puntos del producto en gastos primarios", contrasta López Murphy.

El club del euro

Ser miembro del club del euro (aunque sea uno "aceitunero", como solían decir en los pasillos del Bundesbank los que resistían la inclusión de países del sur en el diseño de moneda única) tiene sus beneficios. No por el lado de la generosidad -más difícil de obtener, como se ha visto- sino del terror: el miedo a que un default de la deuda griega contagie a otros miembros y termine con el propio euro.

"La mayor diferencia entre las dos crisis es el entorno: Grecia está en una unión continental. Eso significa que existen otros actores que tendrán en cuenta las externalidades negativas que un default puede acarrear para la unión. Y también que el abandono del euro en Grecia puede resultar mucho más traumático (si cabe) que el de la convertibilidad en la Argentina", dice López Albertos.

En el 2001, la Argentina no contaba con ese elemento de persuasión para negociar: con un peligro de contagio juzgado mínimo, dejarla caer no parecía generar ningún riesgo sistémico importante.

"A nosotros con bastante menos [de las cifras que se barajan para ayudar a Grecia] nos podrían haber enderezado la situación; pero la economia cayó en caída libre como probablemente en la historia contemporanea no hubo otro caso", dice Todesca.

Las lecciones de la crisis

żEl 2001 argentino y lo que siguió ofrecen alguna enseñanza aprovechable para otros?

"En general, la clave de este proceso (como el que vive Grecia) es hacer sostenible la deuda", responde López Murphy. Considera un error concentrar en el corto plazo las correcciones que se le están pidiendo a Grecia. "En el corto plazo hay que financiar ese proceso para no agravar la recesión".

Hay que evitar las agonías largas, es la lección que extrae Sandleris. "Las ayudas a la Argentina llegaban en cuentagotas y contribuyeron a postergar el default y la devaluación, sin despejar el horizonte. El default y la devaluación argentinos llegaron demasiado tarde, lo que hizo a la crisis más terrible".

"Si la UE y el Fondo van a ayudar a Grecia, debe ser con un paquete de una magnitud tal que despeje todas las dudas de default durante al menos dos años, como hizo EE.UU. con México luego del Tequila. Las idas y vueltas en torno a la ayuda entre Alemania y Grecia nos muestran que esta lección no ha sido aprendida", dice el economista de la UTDT.

Otra lección, según Sandleris, es que "hay vida después de la crisis. La economía argentina, ayudada por factores externos y algunos aciertos de política económica, ha tenido un crecimiento fenomenal desde la crisis de 2001/2".

"Un default no es el fin de todo, es como una convocatoria de acreedores", compara Todesca. "Lo que Grecia tendria que hacer es pactarlo ordenadamente con los acreedores, una especie de club de bancos como los que propició el Plan Brady tras la crisis de la deuda latinoamericana de los 80. Difícilmente tenga otra alternativa porque la ayuda de la que ahora se está hablando -120.000 millones de euros- no es un regalo: también hay que pagarla.

[Fuente: Por Isabel Straita, Clarin, Bs As, 02may10]

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