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30oct10
En Brasil hallan otro colosal yacimiento petrolero
No podía ser más pícaramente oportuno el último anuncio del gobierno realizado ayer. A dos días de las presidenciales, el oficialismo comunicó el hallazgo de un nuevo yacimiento petrolero, denominado Libra, cuyo potencial lo ubica -según los expertos- como el mayor en la historia del país.
Aunque ya se conocía la existencia del pozo, lo nuevo aportado fue el cálculo del tamaño. De acuerdo con la Agencia Nacional del Petróleo, la capacidad de Libra "puede variar entre 3.700 y 15.000 millones de barriles, siendo la estimación más probable la de 7.900 millones de barriles".
El nuevo yacimiento perteneciente a la Cuenca de Santos, frente a las costas de los estados de Río de Janeiro y de Sao Paulo, está ubicado a 183 kilómetros del continente y a casi 2 mil metros de profundidad. Se suma así a los hallazgos que desde 2007 realiza la estatal Petrobras en la zona.
Hasta ahora, el mayor de los pozos descubiertos en el área es el de Tupí, con un potencial de unos 5.000 millones de barriles, donde opera un consorcio liderado por la estatal Petrobras (65 por ciento) con una firma británica y otra portuguesa.
Estos números pueden marear y hasta sorprender. Pero, leídos con la perspectiva más amplia que da la política cuando procura el bien común, expresan lo que puede hacer un Estado si es que hace bien lo que debe.
La cuenca de Santos -que se extiende hasta el sur marítimo del país, sobre las costas de Santa Catarina- no vino del cielo. El hidrocarburo, naturalmente, está enterrado en el lecho marino debajo de una capa de sal de enorme espesor. Pero ha sido hallado porque el Estado brasileño decidió mantener una audaz estrategia de exploración cuando la fiebre privatista forzaba a vender las petroleras.
El contraste con la Argentina de los 90 es evidente: el Estado vendió YPF, no exigió como corresponde nuevas exploraciones y hoy no tenemos reservas energéticas suficientes porque luego tampoco se impulsó la búsqueda de nuevos yacimientos. En cambio, la cuenca de Santos es un formidable tesoro submarino de Brasil para al menos los próximos 30 años.
Los brasileños saben de qué hablan cuando se pelean por Petrobras en plena campaña electoral. Un ejemplo de su derrame de actividades lo vio este enviado hace un mes en el nordeste del país, una de las zonas más pobres. Allí, la petrolera -un ente estatal que cotiza en Bolsa- es el principal foco de desarrollo regional.
Este último jueves, el presidente Lula da Silva dio la puntada con un buen hilo para su delfina, Dilma Rousseff, que lidera los sondeos. Fue al recorrer en helicóptero 300 kilómetros mar adentro para inaugurar un navío plataforma, la primera unidad que explotará comercialmente el pozo de Tupí. "Es el comienzo de una nueva era", dijo Lula mostrando sus manos manchadas con el oro negro. Fue un gesto electoralista, desde luego. Pero también es el corolario de una estrategia nacional.
En verdad, los brasileños sienten que su orgullo como país está en juego. Y no es para menos. En el imaginario colectivo, la empresa encarna un símbolo de potencia comunitaria y de estrategia exitosa a largo plazo que posibilita la expansión del país.
La última muestra de ese nuevo horizonte ocurrió en setiembre, cuando Petrobras -en un concreto gesto de confianza de los inversores- recaudó 70.000 millones de dólares, en la mayor capitalización de una empresa en la historia.
Bajo este panorama, se entiende mejor el porqué de la presencia de Petrobras en el debate electoral. Lula y Dilma han acusado a la oposición de buscar su privatización si ganan el domingo. El opositor José Serra y los suyos lo niegan y contraatacan marcando el peligro de que la empresa pueda convertirse en un foco de corrupción.
Pero las diferencias también se dan en lo técnico. Dicho con extrema simplificación: se discute si debe darse preferencia al clásico sistema de concesión con pago de royalties, según pretenden los opositores. O si, en cambio, se da prioridad a Petrobras, con los privados que participen dividiendo ganancias con el Estado.
Con todo, para los argentinos quizás no interese tanto esta parte de la discusión. Los memoriosos recordarán en cambio que, hasta hace poco, cuando Argentina tenía su petrolera de bandera, Brasil dependía del petróleo importado. Su estrategia mantenida en el tiempo lo ha convertido hoy en uno de los 10 países del mundo con mayores reservas de crudo.
[Fuente: Por Claudio Aliscioni, Clarin, Bs As, 30oct10]
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