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24ago12
Jugando ajedrez
El miércoles se supo que el presidente Juan Manuel Santos solicitó la renuncia protocolaria a sus 16 ministros, quienes firmaron una carta en la que dejan al mandatario en libertad para mover las fichas. Llegó la hora, pues, de hacer ajustes y refrescar la nómina.
Es cierto que el tiempo de una persona en un órgano de gestión pública genera aprendizajes importantes. Sin embargo, a veces los ministerios se bloquean en su accionar o tienen decisiones desafortunadas que se pagan duramente en términos políticos. Que lo diga el exministro de Justicia Juan Carlos Esguerra, quien tuvo que renunciar ante la avalancha mediática que se le vino encima por el trámite de la esperpéntica reforma a la justicia. En situación similar se encuentra hoy Miguel Peñaloza, en Transporte, cuestionado éticamente por su participación en una compañía de su familia que ha recibido y mantiene jugosos contratos con el Estado colombiano.
Hay cosas predecibles en este remezón ministerial que se veía venir desde el 7 de agosto pasado, cuando el presidente Santos dijo que había empezado el "segundo tiempo" de su gobierno. Aunque a la hora de escribir estas líneas todo se circunscribía a la tradicional "gabinetología" y quizás fallemos en el pronóstico, hay ministros firmes y otros a los que parece haberles llegado la hora.
Entre los primeros, Germán Vargas Lleras, en Vivienda, apenas comienza con su plan de vivienda de interés prioritario y no tendría sentido cambiarlo; tampoco la ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, que supo restablecer y ampliar las minadas relaciones con otros países, sobre todo los vecinos; o Ruth Stella Correa, que acaba de llegar a la cartera de Justicia.
Entre los segundos, los ojos se han posado desde hace meses sobre María Fernanda Campo, quien vio salir a miles de jóvenes a las calles en protesta por la reforma a la educación que ella planteó y es claro que la MANE y otros actores importantes se verían más tranquilos negociando con una persona que tenga mayor legitimidad. Igual parece suceder con Beatriz Londoño en Salud, quien no reporta bien en las encuestas. Aunque se le reconocen su conocimiento del sector y sus buenas intenciones, la reforma que requiere el sector necesita un liderazgo sólido.
Existen otros casos menos definidos. Juan Carlos Pinzón, en Defensa, recibe críticas por los ataques guerrilleros y por su supuesta falta de mando frente a los miembros de la Fuerza Pública, pero cambiarlo sería darles la razón a quienes vienen hablando de un deterioro en la seguridad. Frank Pearl, en Ambiente, es atacado por no poner en práctica las palabras mágicas (no siempre aplicadas) de desarrollo sostenible, aunque haya avanzado con varias regulaciones para poner límites a las locomotoras del desarrollo. Federico Renjifo lleva muy poco en la cartera del Interior y es de la entraña del presidente, pero la crisis política que generó en el Congreso la aprobación y posterior hundimiento de la reforma a la justicia cambió los requerimientos para el cargo y no parecería ser él el más indicado para cumplirlos.
Con todo, más que de personas o de plan, esta renovación es ante todo una jugada política que tiene sus riesgos. Los analistas coinciden en que Santos quiere un gabinete que apunte a dos objetivos: las negociaciones con la guerrilla y el camino para su reelección. Por eso no se buscan sólo técnicos, expertos con capacidad de gestión, sino también --o más bien-- personas que tengan un capital político importante, que generen gobernabilidad y réditos amplios. Y en esa búsqueda, el cambio puede ser para desmejorar. Gente que cumpla los dos requisitos no abunda y difícil será igualar la capacidad técnica que nadie le puede negar a su primer gabinete. El presidente tendrá entonces que mover las fichas con mucho cuidado si quiere que su gobierno se meta en la vía del éxito y no caiga en la política de siempre que tanto indigna a la ciudadanía.
[Fuente: El Espectador, Bogotá, 24ago12]
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