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DERECHOS


30nov04


Mensaje de esperanza al pueblo de Colombia.


“Yavè dice: yo voy a realizar una cosa nueva que ya està en marcha, no la notan? Trazarè una ruta en las soledades Y pondrè praderas en el desierto” Isaías 43 ,19

Empujados y empujadas por el Espíritu de Dios, llegamos al barrio Bosa de Bogotá, desde diferentes lugares de Colombia y de América Latina y el Caribe, un grupo significativo de hermanos y hermanas de diversas iglesias y organizaciones cristianas. Nos motivó la búsqueda de mecanismos de articulación en un movimiento continental por la paz con justicia y dignidad.

Esta experiencia la vivimos en medio de la situación dramática que atraviesa Colombia. La continuidad en la implementación de las medidas neoliberales y de ajuste estructural, sigue ampliando mucho más la brecha entre unos pocos ricos y una abrumadora mayoría empobrecida. Como consecuencia de estas medidas en algunos lugares como Buenaventura, sobre la costa Pacífica, el desempleo de la población alcanza un 80%.

Este mismo sistema se vale de estrategias militares legales e ilegales como medio para expropiar a las poblaciones de sus territorios. Sus recursos naturales están siendo entregados a las corporaciones privadas nacionales y multinacionales. Tal es el caso de las comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes del Pacìfico colombiano que están siendo despojadas de sus territorios para la construcción de megaproyectos y la siembra de palma africana. De esta manera se acaba con la variedad de cultivos tradicionales de pan coger y se deteriora el ecosistema, uno de los más ricos en biovidersidad del planeta.

El proyecto de estado comunitario y de seguridad democrática del actual gobierno, está desmontando los derechos de propiedad colectiva de la tierra y la autonomía de las comunidades. Esta política no es sostenible sin una fuerte represión contra los movimientos sociales y de resistencia, expresada en los últimos años por una estrategia paramilitar que está produciendo el desplazamiento masivo de poblaciones enteras, atentando contra la vida, las culturas y sus tejidos sociales. Esto ha llevado a una degradación del conflicto armado que involucra y afecta cada vez a mas capas de la población civil. Las mujeres están siendo víctimas de todos los actores armados, sometidas a todo tipo de abusos; sus cuerpos son utilizados como botín de guerra, sin importar la edad. Igualmente los jóvenes, niños y adolescentes son reclutados a la fuerza por los grupos armados. El hecho de ser jóvenes y pobres es estigmatizado y criminalizado, convirtiéndolos en víctimas principales de acciones de “limpieza social”, situación que se agrava si se es negro.

El desplazamiento en Colombia es de tal magnitud que se considera la segunda crisis humanitaria en el mundo.

A nivel continental y mundial, se presenta una situación similar. Vemos con preocupación como los derechos humanos y de los pueblos están siendo sometidos por los intereses económicos de los poderosos. Para esto se valen de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial. Estas instituciones hoy están por encima del bien y del mal, pues son las que determinan las políticas que deben regir a los países, pasando por encima de las constituciones nacionales. Un ejemplo de esto es en proyecto del área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y la negociación de los tratados de libre comercio con Estados Unidos, que nuestros gobiernos adelantan sin consultar a las organizaciones y comunidades. La corrupción administrativa generalizada, a nivel local y nacional, sirve de caldo de cultivo para facilitar la imposición de estas políticas diabólicas. El otro instrumento utilizado es la militarización y paramilitarización hasta de la vida cotidiana. Es tal el grado de dominio y la arrogancia de este imperio del mal, que se erige como dios para ejercer control sobre todo pueblo, lengua y nación (Ap 13,7).

Esta realidad de pecado nos indigna como pueblo de Dios, pues es una afrenta contra toda la creación. Revestidos y revestidas con la victoria gloriosa de los hijos y de las hijas de Dios, gracias al triunfo del Cordero que fue sacrificado por los poderosos de su época, condenamos este sistema de muerte. Jesús resucitado nos inspira como cristianos y cristianas a reafirmar el valor absoluto de la vida, vida en abundancia (Jn 10, 10) y a rechazar todos los sacrificios humanos y de la naturaleza que hoy cometen las fuerzas del mal del imperio.

Desde los diferentes rostros y cuerpos presentes en este encuentro, nos sentimos interpelados e interpeladas a vivir una espiritualidad de la esperanza. Hemos compartido ricas experiencias organizativas de resistencia. Estas son testimonio de la recuperación del protagonismo político de los pueblos; la afirmación de los derechos de sectores específicos, como los indígenas, las negritudes, las mujeres, el campesinado, la niñez, la juventud, iglesias pentecostales y otros, así lo demuestran. Las marchas indígenas en Colombia, Ecuador y Bolivia, el movimiento social de mujeres contra la guerra en Colombia, la producción agrícola campesina alternativa libre de químicos, las teologías y las lecturas específicas de la Biblia desde las culturas profundas de Abya-Yala, entre otros procesos organizativos, son kairós de algo nuevo que Dios está haciendo, que su Espíritu ha puesto en marcha (Is 43,19) y que en medio nuestro va creciendo. Crece como la pequeña semilla de mostaza y produce frutos de colores, sabores, olores y texturas que reivindican la vida, tejiendo lazos inclusivos que son anticipación de la plenitud del Reino donde hay espacio para todos y todas.

Encuentro continental de cristianos y cristianas por la paz con justicia y dignidad
Bogotá, octubre 30-noviembre 1 de 2004

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small logoEste documento ha sido publicado el 31dic04 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights