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21sep02
Paramilitares encapuchados asesinaron al sacerdote José Luis Arroyave en Medellín.
Mártir de los pobres.
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Encapuchados asesinaron ayer al sacerdote José Luis Arroyave, a la salida de la Iglesia del barrio Juan XXIII."Apagaron una llama de esperanza para la paz en la Comuna 13": familia.
Cuatro disparos que le propinaron dos encapuchados apagaron ayer la vida del sacerdote José Luis Arroyave, una de las esperanzas que tenían muchos civiles de la Comuna 13, occidente de Medellín, para que cesara la confrontación entre fuerza pública, autodefensas, Cap y milicias.
A la una de la tarde, cuando salía de la Iglesia Juan XXIII, los hombres armados lo abordaron en la ventanilla de la camioneta mazda azul FVS 236, en la que se movilizaba con un conductor, y tras preguntarle el nombre procedieron a dispararle a quemarropa. "Yo les dije, él es el padre Arroyave, pensando que con eso lo respetaban, pero a la fija iban a matarlo y le dispararon de muy cerquita", sostuvo el conductor del vehículo.
El padre no temía por su vida al momento de ingresar al barrio Juan XXIII, cerca a La Quiebra, porque era conocido en el sector y como en otras ocasiones lo hizo para llevar a la iglesia la hoja parroquial del domingo. A la 1:15 p.m. el cadáver del sacerdote ingresó a la Unidad Intermedia de San Javier, donde ni los médicos salían del desconcierto. "Vivió por esta Comuna 13, la defendió, luchó, se desvivió porque esta gente tuviera más oportunidades. Y que hacen con una persona con estas virtudes, la matan", expresó uno de los galenos.
El padre José Luis Arroyave nació el 19 de marzo de 1956. De sus 48 años, 25 los dedicó al servicio de la comunidad como sacerdote. Ofició, entre otros cargos, como director de Bellavista, de la Cárcel de Máxima Seguridad de Itagüí y como gerente Social de la Comuna 13, en esta última centró su labor social y humanitaria durante los últimos siete años. "Para mi José es el mártir de la Comuna 13, por la que él daba la vida para que hubiera alternativas por esa gente -que decía- veía sufrir y lo hacía sufrir también a él; por esa gente que él defendía por encima de cualquier cosa, con mucha prudencia y recato; por ese barrio por el que ni dormía, porque lo trasnochaba y no le dejaba tener paz", dijo Iván Darío Arroyave, hermano del sacerdote.
Ana Cecilia, la otra hermana del Padre, con quien vivía en el barrio Calasanz, comentó que "apagaron el poquito de llama de paz q ue había en el sector". Lo dijo porque a pesar de los tropiezos o intimidaciones que pudo recibir, el sacerdote insistía en buscar la reconciliación entre autodefensas y milicias en el occidente de la ciudad.
"La última conversación fuerte la tuvimos con él el jueves, a la hora del almuerzo. Estaba preocupado, decía que le dolía mucho que habiendo gente tan buena veía que no progresaba el diálogo, que trataba y trataba pero no sabía dónde estaba el asunto", agregó Iván Arroyave.
"El fin de semana lo iba a pasar en una finca donde planearía varios proyectos relacionados con el futuro de la Comuna 13. Esta mañana (ayer) le empaqué la ropa... Yo siempre le recomendaba que se cuidara pero él me decía que no tenía miedo, que estaba con Dios, que la gente estaba entendiendo que las cosas no se arreglan sólo con las balas".
Pero fueron los disparos los que callaron al sacerdote que denunció con insistencia los atropellos que estaba sufriendo este sector de la ciudad: "La comunidad está triste. Uno trata de animarla. Vale la pena jugársela toda por ella", dijo a EL COLOMBIANO en su última entrevista, publicada el pasado 15 de agosto.
El sacerdote José Luis Arroyave es velado en Capillas de San Juan. Las exequias se cumplirán hoy en medio del repudio de la comunidad.
"No se puede señalar un culpable. Los culpables son los mismos de siempre en este país loco. Nos da mucha tristeza pero más dolor produce lo que pasará con la Comuna 13. Podemos decir que perdió su líder", dijo Iván Arroyave.
El padre Arroyave invitó a no reprimir más a la Comuna 13
El padre José Luis Arroyave se ha fumado más de un cigarrillo en lentas y provechosas tertulias con jóvenes y adultos atrapados por la marea alta del conflicto armado, social y político colombiano.
En la agenda de sus horas pasadas y recientes, por fuerza de su labor sacerdotal y humana y también de su gestión pública, conoció a narcos, guerrilleros, milicianos e incluso guardianes de las cárceles colombianas, que siempre soñó humanizar.
Ofició, entre otros cargos, como director de Bellavista, de la Cárcel de Máxima Seguridad de Itagüí y como gerente Social de la Comuna 13 de Medellín.
En 1992 y 93 descubrió que los milicianos purgaban sus penas en un estrecho cuarto de Bellavista, orinaban y defecaban en bolsas y dormían casi de pie. Un visitante le preguntó: "¿feliz viendo el zoológico?".
-Sí, es un zoológico, pero no me divierte, me indigna.
El padre consiguió, en principio, trasladar a los milicianos al patio de los homosexuales. "Ahh, y ellos felices, con todos esos pelados".
Luego consiguió el apoyo de la empresa privada, la Alcaldía y la Gobernación y comenzó la humanización del presidio.
Por eso, la violencia que sufren los habitantes de la Comuna 13 de Medellín, que él conoce y ha caminado muchos días y noches, constituye su preocupación actual:
Los niños hambrientos, las madres cabeza de familia, los jóvenes desempleados y arrastrados, en muchos casos, a los frentes de la confrontación, le angustian y desconciertan.
Su talante profundamente humanista y su causa incondicional por los pobres le quitan el sueño y se escenifican allí, en la Comuna 13, donde tiene tantos amigos y retos.
Aquellas fronteras
A mediados de la década de los 90, el padre José Luis recuerda que en la Comuna 13 había barreras: no se podía pasar de un vecindario a otro.
Su trabajo paciente logró facilitar que los líderes se integraran y diseñaran el plan zonal. "Creamos sentido de pertenencia". Descubrió que esa comuna era "la olvidada" de la inversión municipal.
"La mayor parte de los recursos se invirtió por años en las zonas nororiental y noroccidental. Descubrí un liderazgo adormecido por los politiqueros. La creatividad afloró cuando comenzó la participación".
Después de romper esas barreras e iniciar la recuperación social de la Comuna, vino la etapa de violencia de los dos últimos años.
"Han muerto muchos líderes en manos de los grupos de justicia privada. La gente se siente estigmatizada, no le dan trabajo si vive en Belencito o Las Independencias".
Según el padre, la arremetida de las Autodefensas apaga un liderazgo social que sacó a la gente, un poco, de la miseria en que vivía.
"La comunidad está triste. Uno trata de animarla. Vale la pena jugársela toda por ella. Hoy se necesita un líder que oriente, asesore y acompañe a esa comunidad muerta de miedo y dispersa".
Recuerda que hace dos meses, cuando se repartieron mercados gratuitos, fue la primera vez que en los dos últimos años volvieron a reunirse más de 5.000 personas de los 23 barrios de la Comuna 13.
"Le enviaron cartas al gobierno local. La gente es agradecida. Prueba de que el problema allí no es de territorios de grupos ilegales sino de hambre, de deuda social y se necesita una inversión justa y equitativa. La solicitud es que la represión y la vía militar, no sean la única salida a un problema histórico".
El padre, además, llama a los grupos ilegales presentes en la zona a concertar y entender que, en buena parte, se están matando entre hermanos y vecinos de toda la vida, entre hombres que llevan la misma sangre, la del barrio, y la misma marca, la pobreza.
[Fuente: Elizabeth Yarce, El Colombiano, Medellín, 21sp02]
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Este documento ha sido publicado el 25sep02 por el Equipo Nizkor y Derechos Human Rights