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Comunicado a la opinión publica, de la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, sobre los hechos ocurridos el 13 de mayo de 1998.


La Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, consciente de que muchos sectores de la opinión pública esperan su propia versión y análisis de los hechos ocurridos el pasado miércoles 13 de mayo, cuando su sede fue allanada por miembros del Ejército y de la Fiscalía, quiere manifestar a ese respecto lo siguiente:


A) ¿Cómo se desarrollaron los hechos?

En el allanamiento, iniciado de hecho a la 1:00 P.M. aunque judicialmente a la 1:25 P.M. del miércoles 13 de mayo, participaron la Fiscal Consuelo Montañez o "Diamante 48", perteneciente a la "Unidad de Terrorismo" de la Fiscalía Regional de Bogotá, unos 20 miembros de las fuerzas militares pertenecientes a la "Agrupación de Fuerzas Especiales" (que reúne a oficiales de las diversas armas, fundada con ocasión de los hechos del Palacio de Justicia en 1985) y miembros del Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía General de la Nación. Otros miembros de las fuerzas militares, cuyo número no fue posible establecer, controlaron los alrededores de la casa.

Los militares se presentaron sin ninguna identificación visible, portando cada uno varias armas, de corto y de largo alcance, éstas dotadas de miras con rayos infrarrojos, con abundante munición, con chalecos antibalas y con modernos aparatos de comunicación incorporados a su vestimenta, a través de los cuales se estuvieron comunicando con mandos militares de alta graduación. Fue evidente la presencia de varios militares en trajes civiles que tuvieron papel directivo en el allanamiento.

No hubo presencia de miembros del Ministerio Público. Cuando llegó un delegado de la Procuraduría, enviado por el Señor Procurador General de la Nación a petición de organizaciones no gubernamentales, ya eran las 3.30 P.M. y la diligencia se había dado por terminada. Antes se le había negado la entrada al delegado de la Defensoría del Pueblo, quien se había identificado plenamente, así como a la delegada de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en violación al Acuerdo suscrito entre la ONU y el Gobierno colombiano el 29 de noviembre de 1996 (art. 7, lit. c y g). También se le negó la entrada al delegado de la Conferencia Episcopal de Colombia, quien debía estar presente por tratarse de una entidad de la Iglesia Católica.

Dada la arquitectura de la casa-sede de nuestra Comisión, el operativo tomó características diferentes en las diversas áreas del inmueble: los militares tomaron posesión y control de todas las instalaciones, pero concentraron sus principales efectivos en el área destinada al Proyecto NUNCA MAS, que guarda la memoria de los Crímenes de Lesa Humanidad. En dicha área, que solo fue visitada de paso por la Fiscal, los militares agredieron a las tres personas que allí se encontraban, quienes trabajan en la documentación y digitación de casos; las obligaron a ponerse de rodillas mientras apuntaban sus armas contra ellas, les sustrajeron sus documentos de identidad, las sometieron a exhaustivos interrogatorios, las trataron en todo el tiempo de "guerrilleros" y las filmaron minuciosamente. Sin control alguno de la Fiscal, los militares revisaron y leyeron documentos, abrieron computadores y filmaron sus contenidos, sin que tales filmaciones fueran entregadas a la Fiscal, aún más, ésta negó, al final de la diligencia, saber lo que había ocurrido en esa área y afirmó que no asumiría ninguna responsabilidad sobre las actuaciones de los militares.

Todos los comentarios hechos por los miembros de las fuerzas militares durante la diligencia evidenciaron que su interés primordial era llevarse los archivos magnéticos que contenían información relativa a masacres, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones y torturas. Sus expresiones revelaban que sabían muy bien cuál era la información que allí se guardaba y mostraban deseos desbordados de apoderarse de ella. Incluso manifestaron conocer de antemano a las personas que trabajaban en dicha área, con sus nombres y residencias, y sus actitudes, movimientos y expresiones, mostraban que conocían también de antemano los órdenes de información que guardaba cada computador.

Las filmaciones hechas por los militares se concentraron en documentos de denuncia, algunos escritos en papel, otros llamados a las pantallas de los computadores, como también en los códigos y thesauros mediante los cuales se sistematizan los datos, y en la estructura arquitectónica de la casa, con el fin, según ellos mismos lo manifestaron, de "hacer una maqueta de la misma".

Entre tanto, en otras áreas de la casa la Fiscal y algunos miembros del Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía revisaban lentamente, y sin mostrar mucho interés en lo que hacían, otros archivos físicos y magnéticos. En tres ocasiones, agentes del CTI manifestaron a miembros de Justicia y Paz que estaban en la sede, que el operativo era propiamente de los militares y que su presencia allí como miembros de la Fiscalía tenía como objetivo el evitar que los militares cometieran excesos. La impresión generalizada que quedó en quienes estaban en la sede, fue la de que los miembros de la Fiscalía cumplían formalidades inocuas en algunas áreas de la casa, mientras hacían tiempo para que los militares cumplieran sus objetivos primordiales en el área del Proyecto NUNCA MAS.


B) ¿Qué motivó el allanamiento?

Tras el análisis y evaluación de todo lo ocurrido, nos preguntamos qué motivó el allanamiento; cuál era el real objetivo del mismo, pues al confrontar las explicaciones dadas por la Fiscal, por los miembros del CTI y por los propios militares, encontramos contradicciones evidentes:

A partir de estos elementos tan contradictorios, ¿cuál es nuestra interpretación?


Nos preguntamos: ¿por qué tanto temor de los militares a la memoria de las víctimas?

No han escapado a nuestra reflexión dos recientes acontecimientos: por una parte, el asesinato, en Guatemala, de Monseñor Juan Gerardi Conedera, obispo responsable del proyecto Recuperación de la Memoria Histórica -REMHI-, justo al día siguiente de ser entregados a la opinión pública los cuatro volúmenes que guardan la memoria de los crímenes de lesa humanidad perpetrados en ese país; y por otra parte, el asalto a la sede de las familias de los desaparecidos de Argentina, con el propósito de desaparecer los archivos que dan cuenta de los hechos y de los responsables de más de 30.000 crímenes.


C) En contravía de la Ley

Los elementos anteriores nos llevan a evaluar en qué medida fueron respetadas la Constitución y las leyes.


Queremos solicitar a la Fiscalía que reflexione sobre la utilización de procedimientos tan absurdos con miras a eliminarlos de sus prácticas, al mismo tiempo que le exigimos que al autor de tan fantasioso "informe de inteligencia" se le haga responsable del daño que causó y se le exija repararlo.


D) ¿Quiénes somos y qué hacemos?

Nadie duda de que uno de los objetivos de toda acción represiva, arbitraria e ilegal, es causar un daño en la imagen o reputación de las personas o entidades afectadas. No es la primera vez que se trata de causar un daño moral a nuestra Comisión. En ocasiones anteriores lo hicieron el diario El Tiempo, el diario La Prensa, el periodista Plinio Apuleyo Mendoza secundado por la cadena RCN, el General Harold Bedoya y el General Álvaro Valencia Tovar, en todas estas ocasiones como censura a denuncias que hicimos sobre crímenes horrendos que involucraban a miembros o a unidades de las Fuerzas Armadas. Todos ellos esgrimieron la tesis, explícita o implícitamente, de que si denunciábamos crímenes de Estado era porque nos identificábamos con la subversión. El poder de todas estas personalidades y Medios sobre el manejo de la opinión pública nos colocó siempre en situación de indefensión, pues siempre se negaron a rectificar y a reparar el daño causado.

No obstante la cadena de estigmatizaciones, nuestra identidad se mantiene inmodificable y debe reafirmarse cuando hechos como estos nos ponen en la mira de una "opinión pública" casi siempre manipulada.

La Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz es un órgano de la Conferencia de Religiosos de Colombia, creado en 1988. En su Consejo Directivo participan los Superiores y Superioras Mayores de 60 Congregaciones Religiosas. Atiende cuatro grandes áreas de trabajo: la información y denuncia sobre crímenes de lesa humanidad; la asistencia jurídica a víctimas o familias de víctimas; la asistencia humanitaria, particularmente a grupos de desplazados; la educación en derechos humanos.

Entre los proyectos que desarrolla cabe destacar el PROYECTO NUNCA MAS, cuya administración está a su cargo pero cuya dirección es compartida con otras 14 organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y sociales, contando con el apoyo y financiación de entidades no gubernamentales de 8 países.

Este proyecto busca recuperar la memoria de los Crímenes de Lesa Humanidad perpetrados en los últimos 30 años, uniéndose a un movimiento continental que busca los mismos objetivos en la mayoría de los países de América Latina. Sus fines se inscriben dentro de las recientes perspectivas de la Organización de las Naciones Unidas, de afirmar el derecho de los pueblos a salvaguardar la memoria de sus sufrimientos:

Si bien nuestra Comisión ha denunciado desde su origen las violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas por grupos insurgentes, está convencida de que las violaciones de los derechos humanos por parte de agentes del Estado revisten una gravedad mucho mayor, dado que desnaturalizan la instancia que debería ser garante del respeto a esos derechos y destruyen la fuente originante de legitimación del Estado de Derecho; por eso, en toda su trayectoria, nuestra Comisión le ha dado prioridad a este último tipo de denuncias.

Nuestra Comisión ha incorporado, desde su origen, el trabajo de los laicos, y mantiene relaciones con organizaciones nacionales e internacionales que buscan la promoción y defensa de los derechos de las personas y de los pueblos, sin restricciones de ideologías o credos. Su fuente de inspiración, sin embargo, así como sus criterios fundamentales de acción y de interpelación permanente, los extrae del Evangelio y de la tradición cristiana. Recoge en su dinamismo y en su horizonte de inspiraciones, los carismas de numerosos fundadores y fundadoras de congregaciones religiosas que hicieron del pobre, del oprimido y de la víctima del poder, así como de la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la solidaridad, el centro y el criterio rector de su acción apostólica, proyectando así en sus vidas y en las de sus familias religiosas la veta que consideraron más sagrada y fecunda del Evangelio.


E) Consecuencias previsibles de estos atropellos

Al evaluar lo ocurrido y al pensar en sus efectos y consecuencias hacia el futuro, nos asaltan preocupaciones y dolores muy hondos:


Pero tal golpe brutal a la confidencialidad nos lleva a preguntarnos:

Dios y la Historia se lo demandarán.

Firman:

P. Javier Giraldo M., S.J. - Hna. Isabel Gutiérrez S.A.C. - Hna. Libia Duque A.C.I. - P. Carlos Julio Rozo C.M.F. - P. Ulrich Kollwitz S.V.D. - Hna, Nohemy Palencia O.P. -

Santafé de Bogotá, mayo 18 de 1998.

Derechos Humanos en Colombia

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