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09ago10


Mina San José: Pirquineros temían que les pasara algo en el socavón


La magnitud de la tragedia se dibujaba en la cara de los bomberos que abordaron el último vuelo disponible de Lan con destino al Aeropuerto Desierto de Atacama, en Caldera, el pasado viernes por la noche.

Un voluntario, con casco de teniente bajo el brazo, tenía el seño seco, sin gestos. La mirada concentrada -quizás pensando en tareas de rescate anteriores, tal vez tomándole el peso al desastre al cual acudía- no daba pistas de lo que realmente pasaba por su cabeza. A esa misma hora, la Compañía de Bomberos de Chañaral y su Grupo de Rescate Minero -uno de los más especializados del país-, aceleraban su vehículo que corría veloz por la Ruta 5 Norte.

Cinco voluntarios habían sido convocados de urgencia luego que se hiciera pública la tragedia 24 horas antes y mientras la 4 x 4 ganaba millas, los expertos alistaban sus herramientas y se concentraban. A las 6:10 de la mañana del sábado, un equipo de nueve hombres ingresó por una chimenea de ventilación a la mina San José, yacimiento perteneciente a la empresa San Esteban.

A esa hora, la labor de estos bomberos se tornaba crucial dada su experiencia en este tipo de rescates y por las horas transcurridas desde el desastre. Tanto las autoridades como cercanos de los operarios bajo tierra depositaron todas sus esperanzas en su trabajo.

"Que nos digan la verdad"

Cerca de la barrera de entrada a la mina, Silvia Segovia, entre sollozos, señalaba que su hermano, Víctor y sus primos Esteban y Pablo Rojas están atrapados. Utilizando jerga minera, la señora explica que su hermano es perforista y recibe una remuneración mensual de 800 mil pesos, sus primos, uno palero y otro dinamitero, ganan 600 mil por turnos de 12 horas por día.

Agrega que desde el lunes la mina estaba "lagrimeando" y que sus familiares andaban con un mal presentimiento. "Cuando la mina llora no hay que entrar, pero si no trabajan no comen", remarca Silvia.

La explicación a ese fenómeno está en que muchas veces la roca al presentar fisuras permite que salga agua de entre las grietas y que los "viejos" saben que el "cerro se los puede tragar". "Mi hermano tenía claro que tal vez no volvería", añade Silvia.

Los equipos de rescate que llegaron desde otras minas aledañas y de localidades como Inca de Oro y Diego de Almagro calculaban que los mineros atrapados se encontraban a unos 600 de profundidad desde la boca de la mina, en un lugar que denominan "refugio" y que sirve justamente para guarecerse de posibles accidentes.

Cuando Pablo, uno de los rescatistas llegó a unos 435 metros de profundidad (bajaron en camionetas unos 240 metros hasta el lugar del derrumbe y luego ingresaron por la chimenea), se comunicó con otros tres que lo sostenían 50 metros más arriba.

"Sáquenme inmediatamente. No hay nada que hacer y la chimenea se agrietó", alertó Pablo y. en menos de un minuto comenzó la labor de izamiento. Su decisión fue acertada, a las 14:00 horas vino un nuevo derrumbe y las galerías se llenaron como una cascada de miles de toneladas de rocas y piedras.

"La mina se asentó", dijeron a coro los rescatistas, dando por finalizada su labor, conscientes que salvaron sus vidas de manera milagrosa. A las 16:30 los nueve salieron a la superficie sin poder contener el llanto. "No podemos hacer nada, perdimos a nuestros compañeros", dijo Pablo tirando su casco al suelo.

La noticia caló hondo, pues se volvía a cero. La cara del ministro de Minería, Laurence Golborne, y más tarde del presidente de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Alberto Salas, quienes se encontraban en el lugar desde temprano lo decían todo.

El llanto y la desesperación invadió a todos los familiares que se encontraban en las inmediaciones de la minera, Y las esperanzas comenzaron a decaer a medida que llegaba la noche y el frío comenzaba a arreciar sin que se tomaran decisiones o se diera una versión oficial de los hechos.

La llegada del Presidente Sebastián Piñera a la mina San José pasada las 21 horas no aquietó los ánimos de los familiares que a esa hora exigían a las autoridades "conocer la verdad".

Desde la empresa tampoco hubo nuevas noticias. El sentimiento de tragedia se coló dentro de las carpas-refugio dispuestas para los familiares que hacen vigilia desde el jueves y las fogatas, a esa hora del sábado ya no calentaban tanto.

Entre la noche del sábado y la madrugada del domingo, un equipo conformado por familiares, autoridades y expertos decidieron -tras descartar la entrada de mineros que se ofrecieron a bajar- realizar tareas de sondaje, con tecnología denominada de aire reversa (menos invasiva y de menor vibración) que permite generar un ducto de no más de 12 pulgadas de diámetro, por el cual se pretende llegar hasta el "refugio", para saber primero si hay sobrevivientes y luego enviarles elementos mínimos de supervivencia.

Estos trabajos continuaron durante todo el domingo y, según dicen diversos "viejos" o mineros de años, la tarea puede durar muchas horas.

Para muchos de los que siguen trabajando en la mina, la idea del sondaje es "casi por cumplir", pues los mineros sepultados, de encontrarse en el refugio, están bajo miles de toneladas de tierra y esas labores de rescate pueden demorar semanas. Otros confían en la experiencia de algunos "viejos" que están abajo y que efectivamente estén guarecidos ahí.

No obstante, otro "sondajista", que no quiso revelar su nombre sostiene que de no encontrarse señales de vida en el "refugio", es quedar completamente a ciegas, pues "sería como buscar a una persona en una ciudad sin tener siquiera su dirección"

En concreto, los mineros atrapados llevan más de tres días bajo tierra. No ha habido contacto alguno con ellos. Miles de toneladas de tierra y rocas, los separan de la superficie. El calor, unos 38 grados Celsius como promedio debajo de la mina, la deshidratación, el hambre ponen un telón de fondo cada vez más dramático a la situación. La escena lúgubre que se mezcla con un calor agobiante de día y un frío que cala los huesos de noche para los familiares que ya están encendiendo velas.

Pedro de 20 años, junto a su hermano de 14 están desde la tarde del viernes en el lugar. Apenas supieron la noticia partieron al Hospital Regional, ya que las primeras informaciones decían que los mineros llegarían en pocas horas a ese lugar. Por horas espero a su tío que lo crío a él y a su hermano desde que su padre, también minero, falleció años atrás en otro pirquén de la muerte.

"Lo único que quiero es que nos digas si están vivos o muertos. Ya me quiero ir pa la casa", dice resignado. Como si el dolor y el luto que generan los accidentes mineros fuera parte obligada de su vida, un sino que los pirquineros aceptan sin mucho que reclamar.

[Fuente: Por Christian Palma, La Nación, Santiago de Chile, 09ago10]

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