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29ago04
Sin honor, sin gloria, sin fuero.
Pinochet se quedó solo. Pero no porque quienes le hacían fiesta en público no lo sigan queriendo en secreto, muchos todavía convencidos de que los crímenes que ordenó, o fueron patrañas inventadas por el marxismo, o fueron necesarias bajas de guerra. Lo dejaron sólo porque ahora Pinochet es mala junta, pues se le acusa de ladrón. Y pocos de sus amigos dudan de lo limpio de su fortuna.
Pero muchos piensan que Pinochet se hundió solo. Que él mismo pavimentó el camino de su soledad, engañando a sus amigos con la consigna de su “sueldo de soldado” y vida austera, mientras amasaba oscura fortuna, y engañaba a los jueces pretendiendo estar demente. Hoy ambos le pasan la cuenta. Si se consultan los expedientes y se verifica el detalle de cómo se le hicieron realmente sus tests neurosicológicos en el Hospital Militar en enero de 2001 que le valieron su salvación en las cortes, se concluye que existen múltiples y sospechosas irregularidades, como los querellantes lo demostraron en sus alegatos ante el pleno de la Corte Suprema.
Cuando el ex dictador se sintió salvado, apareció el Pinochet real, viejo por cierto y con achaques de la edad, pero lúcido para salir de compras; asistir a veladas sociales; decir discursos en actos públicos; dar una entrevista de una hora a la televisión recordando cómo engañó a Fidel Castro con una triquiñuela para no rendirle honores en 1971; manejar sus dólares en las cuentas ocultas de Estados Unidos; y declarar 45 minutos ante el juez Sergio Muñoz que indaga su fortuna. Estas fueron su lápida. ¿Lápida?
Si para hacer un pronóstico del fallo del pasado jueves 26 se hubiese hecho una lectura previa de cómo votó cada uno de los 17 ministros en el desafuero de agosto de 2000 en la causa Caravana de la Muerte, ya sea integrando la Corte Suprema o perteneciendo a la Corte de Apelaciones de Santiago, el resultado habría sido de 11 por el desafuero y 6 en contra.
Pero tres de los 11 se dieron vuelta: Enrique Cury, Enrique Tapia y Jorge Rodríguez, y una de los seis de aquella vez, María Antonia Morales, esta vez votó en contra de Pinochet.
El factor del poder
De esta manera podría afirmarse que la votación del jueves pasado no fue una gran sorpresa. Había factores subjetivos en el asunto. Lo mucho que se jugaba no sólo judicialmente sino también en la imagen del Poder Judicial, además de la tremenda expectación del mundo, como se comprobó en las reacciones conocido el resultado, transformaron la espera en tensión y la decisión final en algo casi inesperado. Eran los propios abogados querellantes y familiares de las víctimas quienes, en el fondo, pensaban que perderían. Y los abogados de la defensa de Pinochet creían tener asegurado el triunfo.
Pero hubo en el medio de esta decisión también otro elemento no menos importante: ahora los ministros del pleno tenían claro que el poder no estaba del lado de Pinochet y que éste estaba aislado. Por lo tanto se le podía echar el guante sin que los poderosos fueran a golpear las puertas de sus despachos. Porque así como algunos que antes votaron contra Pinochet hoy lo respaldaron, no podía descartarse que el fenómeno hubiese ocurrido también al revés si el ex jefe militar todavía fuese el poderoso de los viejos tiempos.
No obstante, la mayoría de los nueve magistrados que desaforaron a Pinochet lo hicieron porque se dieron cuenta de que el peso de los antecedentes del proceso Operación Cóndor son tan indesmentibles, que no cabía otra decisión. Quienes durmieron durante todos los alegatos, ya tenían decidido su voto en contra, entre ellos Humberto Espejo y Ricardo Gálvez.
Con Muñoz todo, con Guzmán nada
Pinochet ha quedado, además de solo, repuesto como persona hábil para volver a ser enjuiciado por el juez Juan Guzmán, quien parece ser su sombra, librado ya de las garras del juez español Baltasar Garzón.
Lo más probable es que ahora Guzmán lo interrogue y lo procese por las 19 víctimas secuestradas y hechas desaparecer, de las que trata el juicio por la Operación Cóndor. El interrogatorio es requisito previo indispensable para resolver un procesamiento. De acuerdo al fallo del pleno, el juez no está obligado a ordenar nuevas pericias neurosicológicas antes de realizar cualquier diligencia con Pinochet. Pero Guzmán también podría, como se lo sugirieron seis de los nueve ministros que confirmaron el desafuero, ordenar primeramente nuevos tests mentales a Pinochet.
La defensa del ex dictador seguramente se opondrá a que el juez Guzmán lo interrogue volviendo a alegar su estado de salud mental, aunque ahora juega en su contra que ya lo pusieron voluntariamente a comienzos de este mes a disposición del juez Sergio Muñoz, quien lo interrogó por 45 minutos acerca del origen de su fortuna. Salvo que se reactiven los ingresos “de urgencia” de su defendido al Hospital Militar, como sucedió cada vez que Guzmán iba tras suyo en el proceso Caravana de la Muerte. Con Muñoz todo, con Guzmán nada. Pero Pinochet todavía no está derrotado absolutamente. Y no es descartable que vuelva a salvarse en las cortes, dependiendo de qué escenario trágico monte a partir de ahora su defensa, a través de ciertos medios afines.
La fotito
El escenario que se abre ahora constituirá un nuevo examen para la democracia chilena. Porque si el juez Guzmán no puede llegar a Pinochet para interrogarlo por las buenas, tendría que hacerlo por las malas. No hay que olvidar que cuando Guzmán procesó a Pinochet por los crímenes de la Caravana, el Estado jamás logró ficharlo, o prontuariarlo, como ordena la ley. O sea, el Estado hizo la vista gorda.
Nuevamente Pinochet no querrá ser fichado porque él y su defensa saben que, tarde o temprano, su foto dará la vuelta al mundo, será portada en todos los continentes y se transformará en ‘la’ fotografía que permanecerá para la historia. Para muchos, con Pinochet nuevamente desaforado, Chile dará ahora una de las pruebas más difíciles ante el mundo: demostrar que logró vencer definitivamente el miedo atávico al poder que Pinochet ya no tiene pero representa. Y que sus instituciones operan para todos por igual.
La decisión del pleno de la Corte Suprema dejó además a Pinochet expuesto a todas las causas que se siguen en su contra porque, aunque no lo dijo explícitamente en su resolución, en la práctica anuló el fallo de su Sala Penal que el 1 de julio de 2002 lo sobreseyó definitivamente de la causa Caravana de la Muerte. Este fue el que su defensa invocó permanentemente como argumento de jurisprudencia para que no fuera presentado en juicio en las otras causas en su contra.
Esto significará que, ante nuevos desafueros que seguramente se pedirán en su contra en procesos como los de Pisagua y el caso Berríos, el punto de referencia de las cortes ya no será esa resolución de sobreseimiento definitivo de la Sala Penal, sino el fallo del pasado jueves 26 de agosto del pleno de la Corte Suprema por la Operación Cóndor.
A esto se agrega que, probablemente, se volverá a pedir su desafuero por el doble homicidio del general Carlos Prats y su esposa en Buenos Aires, y por la desaparición de la dirección clandestina del Partido Comunista conocida como causa Calle Conferencia, y que ya fueron denegados en la Corte de Apelaciones.
El punto es que estas denegaciones lo fueron, precisamente, invocándose el referido sobreseimiento definitivo de la Sala Penal de julio de 2002, que ahora quedó de hecho nula. En todos estos juicios Pinochet podría volver a ser desaforado y procesado.
En qué está Guzmán
Para el juez Juan Guzmán se abre también una difícil disyuntiva.
Inicialmente había anunciado que, voluntariamente, se acogería este año a jubilación al cumplir 65 años de edad, a pesar de que puede quedarse dentro del Poder Judicial hasta enterar sus 75 años. Si bien para el magistrado su carrera en el Poder Judicial es importante, es un hombre que tiene otros intereses personales.
Pero el ministro decidió no jubilar este año porque no quiere tener que abandonar los procesos que instruye, y que sabe serán a futuro piezas de la historia no sólo para Chile, sino para la humanidad. En este sentido, quienes lo conocen sostienen que su compromiso trasciende las fronteras de Chile donde ha adquirido el prestigio que lo ha llevado a integrar listas de los jueces más destacados a nivel internacional. Sus amigos afirman que Guzmán optó finalmente por sus causas y su responsabilidad en ellas, por sobre sus intereses personales legítimos que lo impulsaban a retirarse del Poder Judicial.
De esta manera, el magistrado se apresta a enfrentar el nuevo escenario que se le avecina con Pinochet una vez más en sus manos, con la experiencia adquirida por los obstáculos y presiones que debió sortear la vez pasada cuando lo procesó por la Caravana de la Muerte.
No obstante, el no jubilar este año le abre al magistrado otro problema, pues en 2005 le corresponde asumir la presidencia de la Corte de Apelaciones de Santiago por ser el más antiguo. Si Guzmán asume la presidencia, debe dejar todas sus causas por todo el período de su mandato, un año. Y eso significará que estos procesos puedan caer en manos de otro magistrado que dé menos garantías a los querellantes.
Guzmán tiene un cuantioso bagaje acerca de toda la historia de la represión durante la dictadura. Ello le ha permitido descifrar episodios como la Caravana de la Muerte; los sucesos de Pisagua; el destino de unos 400 prisioneros cuyos cuerpos fueron arrojados el mar desde helicópteros; o la quema de cadáveres en regimientos bajo la orden del propio Pinochet para exhumarlos y hacerlos desaparecer, en lo que se conoció como la “Operación Retiro de Televisores”.
Pero el juez tiene enemigos dentro de la Corte Suprema, que son algunos de los mismos ministros que han votado siempre a favor de Pinochet, entre otros Ricardo Gálvez y Hernán Alvarez. Y sus detractores en la Suprema tampoco quieren a Guzmán de presidente de la Corte, y por ello se esmeran en hacer ganar en una terna para traer a Santiago al ministro de la Corte de Apelaciones de La Serena, Juan Escobar, quien es más antiguo en el Poder Judicial que Guzmán, lo que le impediría ocupar la presidencia. Esto ya sucedió hace unos 20 días pero el Presidente Ricardo Lagos no nominó a Escobar sino a otro magistrado.
Por estos días tratarán de insistir con la jugada.
Amigos del juez Guzmán sostienen que en el extranjero se asombran porque en Chile se le cierra el camino a ocupar la presidencia de la Corte de Apelaciones y llegar a Corte Suprema.
El factor Riggs
El fallo de la Corte Suprema le limpió también el camino al juez Sergio Muñoz respecto de Pinochet. Porque si bien su defensa se lo puso voluntariamente en bandeja para que lo interrogue acerca del origen de su extraña fortuna detectada a partir de las cuentas en el Banco Riggs, para un funcionario público en retiro esas “atenciones” pueden cambiar de giro si la defensa percibe que Muñoz decide en algún momento echarle la soga al cuello al millonario general.
En ese caso, y como la defensa de Pinochet postula que no hay delito y lo único que podría haber respecto de su fortuna podrían ser “olvidos” en las declaraciones de rentas -y ello se salda reliquidando impuestos y pagándolos para saldar las deudas-, la buena voluntad de “prestarle” a Pinochet a Muñoz se termina y se inicia el mismo o similar pedregoso camino que ya una vez tuvo que hacer frente el juez Guzmán.
El dictamen de la Corte Suprema dejó también otra cuestión en evidencia. A juicio de los querellantes, este fallo hizo bajar a la realidad a quienes interesada o ingenuamente venían afirmando que Pinochet ya era poco menos que “hombre muerto”, olvidado por la historia, recluido en el silencio de su sillón favorito mirando teleseries, comiendo papilla y haciendo caballito en las rodillas a sus nietos.
Estos afirman que, porfiadamente, la democracia chilena y muchos de sus líderes y quienes militan en la oposición, aún se resisten a aceptar, o tal vez a comprender, que un dictador del calado de Pinochet quedó eternamente registrado no sólo en la memoria de unos cuantos familiares de desaparecidos, ejecutados y víctimas de la tortura, sino que es pieza clave de la cultura universal de los Derechos Humanos.
Por ello tal vez representantes diplomáticos en Santiago y periodistas extranjeros, se espantan con el respeto y la benevolencia de actos y lenguaje con que en Chile todavía se trata a Pinochet.
[Fuente: Por Jorge Escalante, La Nación, Santiago de Chile, 29ago04]
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