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31ago16
La caída de Dilma pone en duda la fortaleza del régimen político brasileño
El fin de la administración de Dilma, a un año y medio de iniciar su segundo mandato, pone al descubierto un cambio de época: el fin de la era del Partido de los Trabajadores (PT) y su modelo "desarrollista con inclusión social", salpicado por un escándalo de corrupción que puso de rodillas a toda la clase dirigente y convirtió al Poder Judicial en un campo de batalla política mientras, para colmo, la economía no para de caer.
Cuando Rousseff obtuvo su reelección había un índice de desocupación de 4,8%. Ahora, en el ocaso de su mandato y tras cien días de suspensión, interrumpido por esta ruptura institucional, ese indicador trepó a 11%.
Sin duda, la caída de DIlma tiene errores estratégicos propios e intentonas desestabilizadoras surgidas desde que fue reelecta por un mínimo margen. A los dos días de la elección, el candidato socialdemócrata derrotado, Aécio Neves, cuestionó el resultado y no paró hasta mediados de 2015.
En la campaña, Rousseff prometió un futuro promisorio pero apenas ganó la elección comenzó a caer la recaudación fiscal (el fin de la era de las supercommodities) y su pefil desarrollista en la economía cambió: su segundo mandato estaba marcando la era del ajuste, con el monetarista Joaquim Levy en Economía.
No funcionó. La bloquearon sus aliados en el Congreso, mediante el ascenso del multiprocesado por corrupción Eduardo Cunha, brazo derecho de Temer. El ajuste fiscal también era rechazado en las calles por los sindicatos y movimientos sociales. Lula, mentor político de Dilma, hablaba del plan económico con críticas. Ella quedaba cada vez más sola.
Fue en ese vaivén que también avanzó la operación lava Jato, que puso en jaque el sistema que rige desde los años 80 entre obras públicas y financiación de partidos políticos. La clase media urbana, las grandes empresas de comunicación y los sectores industriales paulistas fueron claves para organizar manifestaciones y pedir el juicio político.
El dia del juicio politico a Rousseff, el gobierno informó una recesión por sexto trimestre consecutivo: esta bomba de tiempo de crisis económica, política y también del punto de vista moral explotó cuando el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Temer pasó a abrazar la causa del impeachment.
"Es irreversible", dijo Lula, quien conoce a todos los senadores que votaron la destitución de Rousseff. Incluso el PT, que reclamaba autoritarismo de la justicia en las investigaciones, le pedía una mano en ese sentido, que nunca llegó. "Cortar en la propia carne", repetía Rousseff sobre la corrupción.
Wellington Moreira Franco, secretario de Estado para las concesiones privadas del gobierno de Temer, le dijo a Télam que el momento que vive Brasil es de "recuperar la confianza de los inversores" luego de que el país perdiera el grado de inversión el año pasado.
Temer carga en su mochila "traición y deslealtad", según dijo Rousseff en su alegado de defensa. Le faltan los votos, porque el programa económico y político que aplica es precisamente el del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Neves: apertura económica, metas de contención del gasto público y cese de subsidios.
Político tradicional de buen tránsito en el parlamento y en el empresariado, Temer ya encontró resistencia en Neves, quien se quejó que el PMDB votó por mantener los derechos políticos de Rousseff.
Por el lado del PT, la sangría por dejar el gobierno enciende ya las luces de un "operativo clamor Lula 2018" en medio de sus problemas con la Justicia. Pero antes, una campaña "elecciones ya" para hacerle oposición a Temer.
De ambos lados, la respuesta es una sola: la crisis está lejos de estar solucionada.
[Fuente: Télam, Bs As, 31ago16]
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