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29may05
La desaparición de mujeres, un drama que lleva el sello de la mafia de la prostitución.
De pronto un día una mujer desaparece del barrio, de su pueblo, de su ciudad. Nadie sabe adónde fue, quién se la llevó. Pasan semanas, meses o a veces ya nunca más se tienen noticias de ella. Mientras, la chica está lejos, a cientos de kilómetros de casa. La tienen secuestrada, encerrada, drogada y amenazada para dejarse prostituir. Es una esclava del siglo XXI, una víctima del tercer negocio ilegal más redituable del mundo detrás del tráfico de drogas y el de armas: la trata de personas.
Esto podría sonar a guión de una película Clase B con muchos golpes bajos. Pero es algo mucho peor: es una realidad argentina. El comercio de mujeres es un tema del que casi no se habla. Sólo periódicamente se insinúa detrás de casos como el de la turista suiza Annagreth Würgler (desaparecida en La Rioja en agosto de 2004) o la nena entrerriana Fernanda Aguirre, buscada en cabarets de varias provincias desde que desapareció, un mes antes.
"El tema tiene que dejar de ser invisible. En nuestro país existen mafias que secuestran mujeres y las prostituyen. Existe un tráfico entre provincias y también a nivel internacional, entran y salen de la frontera", dijo Eugenio Freixas —director de la Oficina de Asistencia a la Víctima del Delito (OFAVI) de la Procuración General de la Nación— a Clarín. En el marco de esta oficina ya se creó una fiscalía especializada en delitos sexuales, abuso de menores y trata de personas.
Actualmente, la OFAVI asiste a dos jóvenes tucumanas raptadas al mejor estilo pañuelo con cloroformo en la boca y forzadas a trabajar en un local de La Rioja. Ellas, como otras víctimas que logran zafarse de las mafias, hablan de decenas de mujeres y adolescentes secuestradas y sometidas que siguen atrapadas.
Uno de los casos más emblemáticos es el de Marita Verón. Su familia la busca desde hace tres años y ya se probó que la raptó una banda de trata de blancas. Gracias al empeño de su familia en encontrarla, ya fueron liberadas otras 21 chicas (ver La increíble historia...).
El tráfico de mujeres no respeta edades. Lidia Grichener (vicepresidenta de Missing Children) recuerda el caso de dos adolescentes del Chaco que buscó su organización. "Tenían 14 y 15 años, se habían ido a otra provincia con promesa de trabajo: terminaron en un prostíbulo. Les sacaron los documentos y las amenazaron con matar a sus familias si escapaban. Una pudo llamar a una tía. Las rescataron, pero pasaron un mes cautivas", detalla Lidia.
Recientemente, la Policía de Entre Ríos rescató en diversos procedimientos a 29 adolescentes misioneras que habían sido secuestradas y estaban siendo prostituidas en otras provincias.
Argentina también es un lugar de destino de mujeres esclavas de otros países. Prueba de ello son las 10.000 dominicanas que entraron por Ezeiza en el auge del 1 a 1, y el medio centenar de paraguayas que (descubrió la Justicia de San Martín) estaban atrapadas en distintos prostíbulos.
Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), la trata de personas mueve cerca de 10 mil millones de dólares al año en todo el mundo, y afecta a unas cuatro millones de mujeres y niñas. En la Argentina, de acuerdo con cálculos de la Organización Internacional del Trabajo, en el negocio participan directa o indirectamente 500.000 personas.
En 2002 nuestro país ratificó la Convención de la ONU contra el Crimen Transnacional Organizado. Así se comprometió a sancionar una ley específica sobre trata de personas; hasta hoy el problema apenas se encara a través de normas dispersas e incompletas.
Para poner la legislación al día existen dos proyectos, presentados la semana pasada en un seminario organizado en Buenos Aires por la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
Uno pertenece a Freixas y otro a la diputada socialista María Elena Barbagelata. Ambos estiman que el delito de trata de personas tiene que ser considerado federal, porque las bandas actúan en red y en distintas jurisdicciones. También se busca establecer penas no excarcelables, y un programa para asesorar y contener a las víctimas. Es que muchas veces las mujeres secuestradas terminan procesadas o presas por violar normas migratorias.
El negocio de la trata de personas es especialmente difícil de investigar por factores que van desde el alto nivel de corrupción en las fuerzas de seguridad —y las complicidades municipales— hasta su estructura celular.
El primer eslabón de la red es el reclutador. Y hay dos tipos: el que secuestra a la víctima, drogándola; o el que se contacta con la mujer y, con la promesa de un trabajo en un lugar mejor, la lleva engañada a un prostíbulo de otro país o provincia, donde la fuerzan a trabajar.
El siguiente eslabón es el transporte, para el que se suelen usar rutas del narcotráfico o el abigeato. Ahí empieza una estrategia de endeudamiento sistemático de las víctimas, ya que luego se les hace pagar los costos de su viaje y alojamiento para retenerlas.
Los prostíbulos o whiskerías, tan habituales al costado de las rutas, son el último eslabón. Pagan por una chica un piso de 2.500 pesos y luego le hacen pagar a ella misma con trabajo el costo de esta "plaza". A veces la mujer sigue viaje. "Ultimamente se denunciaron casos de mujeres que parten a México o a España", le dijo Freixas a Clarín.
Se venden, se compran, se importan y exportan. Igual que las drogas o las armas y por las mismas rutas mafiosas.
[Fuente: Por Virginia Messi, Clarin, Bs As, Arg, 29may05]
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