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02oct06


Un periodista encerrado en el Hotel Libertad


Carlos Elías Furman tiene 33 años, valentía para criticar a un poder inescrupuloso y sensatez para temer.

Furman es periodista y desde hace tres meses, desde que le balearon la casa, permanece virtualmente refugiado en el Hotel Libertad de la entrerriana ciudad de Santa Elena, adonde conduce un programa radial que incomoda nomás desde el nombre.

El espacio se llama "El destape de la olla".

Furman es un permanente dolor de cabeza para el intendente del pueblo, el justicialista Domingo Daniel Rossi, cuyo currículum especifica que ha sido vicegobernador de Entre Ríos primero y condenado por enriquecimiento ilícito después.

Conductor radial en una ciudad de unos veinte mil habitantes que balbucea críticas a un poder afianzado, Furman amaneció hace días con su nombre inscripto en pequeños volantes arrojados por doquier.

"Año Nuevo Judío. Muerte a Carlos Furman", rezaban los papelitos generosamente esparcidos por la ciudad.

Sometido a un incesante desgaste psicológico, Furman tiene miedo.

Y razones para temer.

Sólo porque es menudo y el peso le ampolla los pies ha dejado de usar el chaleco antibalas que, preocupado más por la seguridad que por la elegancia, le acercó un amigo hace algunas semanas, cuando el clima comenzó a empeorar.

Los volantes intimidatorios y antisemitas no generaron mayores reacciones entre los referentes de las entidades israelitas de Entre Ríos, provincia que cuenta con una numerosa comunidad judía, aunque no asentada en esa zona del departamento La Paz.

Tampoco inquietaron mucho a los santaelenenses, con excepción de quienes, autónomos del poder político, ven con creciente preocupación la situación por la que atraviesa Furman.

Es que, Macondo entrerriano, escenario de infinitas historias que hablan de las particularidades de su pueblo, de su ingenio y de su sufrimiento, de sus resistencias y de sus miserias, Santa Elena conoce de volanteadas casi diarias en tiempos de efervescencia política.

El poder municipal panfletea la ciudad cuando de hostigar opositores se trata. Y la barre y la deja impecable cuando, cosa menos frecuente, los anónimos atacan al intendente Rossi, un caudillo no exento de rasgos pintorescos que luego de un par de décadas en el poder pudo abandonar su condición de proletario de la carne para transformarse en titular de cuentas bancarias en entidades radicadas en Uruguay.

Furman no es un periodista de investigación.

Los oyentes de Santa Elena aseguran que se limita a decir públicamente lo que todos saben y comentan en esa ciudad de frigorífico privatizado y paralizado durante los años noventa.

Tienen tiempo para escuchar radio los desempleados de Santa Elena, paraíso de los Planes Jefas y Jefes que el poder distribuye discrecionalmente. La historia de la ciudad está íntimamente ligada a una planta industrial que supo ser inglesa, estatal, del Citibank y del empresario Rodolfo Constantini.

El ex Frigorífico Regional Santa Elena, puertas cerradas, objeto de deseo, promesa incumplida, espera retomar su faena de la mano del menemista y reciclado empresario Sergio Taselli, favorecido por el gobierno nacional con la adjudicación del inmueble.

Históricamente Santa Elena fue el frigorífico y el frigorífico fue Santa Elena.

Pero los chicos de Santa Elena que en noviembre cumplan 13 años no han visto jamás como se mete en una lata la carne de exportación.

Santa Elena, ciudad desocupada, ciudad fantasma, es gobernada por un actor clave de aquella privatización (Rossi era entonces el vicegobernador de Jorge Busti), ahora condenado judicialmente por robar desde la administración, cosa que no le ha impedido seguir ejerciendo su cargo.

Furman es una de las escasísimas voces periodísticas que se alzan para cuestionar el sempiterno poder rossista.

"Judío puto", le gritan en la calle los acólitos de Rossi. Sus funcionarios lo increpen públicamente.

Nacido en Villa Domínguez, ex panadero, con incursiones periodísticas en otras ciudades entrerrianas y en provincias norteñas, Furman sabía que compraba problemas cuando hace dos años, al recalar en Santa Elena, adoptó un perfil confrontativo.

Rehusó ofertas ventajosas que le hicieron llegar, abrió los micrófonos de la emisora que le vende el espacio, la FM Dos de Octubre, y se granjeó la enemistad de Rossi y sus colaboradores. Las presiones no tardaron en llegar.

Cumpliendo con un mandado del jefe municipal, el presidente del Centro Comercial de Santa Elena ordenó a sus asociados que retiraran la publicidad del programa conducido por el periodista. Algunos efectivamente lo hicieron. Y los recaudadores, siempre ciegos, recuperaron la visión sólo para controlar la situación fiscal de esa radio desacatada.

La emisora se vio notoriamente perjudicada pero, soplo de libertad, sus dueños respaldaron a Furman. Acaso de ese modo Estela Bordón, propietaria de la FM, rinde homenaje a su hijo Andrés, el fallecido periodista que desde su juventud, irreverencia y capacidad fue precursor en eso de jaquear al mandón de Santa Elena. De hecho, a la emisora se la conoce como "La Radio de Andrés".

Pero los mayores problemas de Furman no son los insultos ni las tandas publicitarias. Enemistado con los gobernantes, hace unos meses se creyó conveniente (toda una definición) que el periodista circulara permanentemente escoltado por efectivos de la Policía de Entre Ríos.

Andar custodiando gente en pueblo chico no es la especialidad de los policías entrerrianos: se mostraron absolutamente ineficaces para impedir que el 9 de julio secuaces de Rossi boxearan al periodista en plena vía pública. Trompear a Furman resulta encantador para los rossistas, que ya habían practicado su deporte favorito a la salida de un corralón donde el hombre gasta las horas en que no permanece encerrado en su hotel/prisión.

A ese hospedaje, en el que se aloja merced a la generosidad de los dueños, ya que su situación económica es harto complicada, llegó luego de que tres disparos de arma de fuego impactaran en el frente de su domicilio como para hacerle saber que la cosa venía en serio.

El episodio le dejó en claro que no bromeaban quienes llamaban por teléfono a la radio para advertirle: "¡Furman, te vamos a hacer boleta!".

Es desagradable vivir todo el tiempo con un policía al lado y es peligroso, según ha experimentado Furman en Santa Elena, no tener un policía cerca después de criticar por radio al intendente.

Antes de su programa matutino, todo adrenalina, el acelerado Furman debe ir a medirse la presión a una cercana casa fúnebre. No le importan tanto las connotaciones del sitio como la demora del custodio de turno, a quien inevitablemente debe aguardar pues las calles de Santa Elena se han convertido para él en un sitio más peligroso que las de San Francisco para Michael Douglas.

Los agentes de policía tratan a Furman mucho mejor que sus superiores: un día de suerte el periodista llegará a la radio montado a la motocicleta particular de su custodio. No obstante, harto de compañías uniformadas (desde hace meses está separado de su pareja), cada tanto Furman decide dar una vuelta sin avisar a su alter ego.

Pero sabe que sonará su teléfono móvil y, temerosos de las seguras represalias que sufrirán ante una eventual agresión, desde la Policía le dirán que no es conveniente que ande solo por ahí, que cómo se le ocurre tal cosa, que no sea atrevido...

A la vida de Furman, está claro, le falta intimidad, pero también lógica. Sonriente cuenta que no es judío, pero lo discriminan por ello; cuenta que es peronista, pero lo persigue un gobierno peronista.

Santa Elena es así, rara.

Pero sólo a primera vista.

En esa comunidad maltratada, envilecida, degradada, los políticos subsisten a través de mecanismos de construcción y conservación de poder idénticos a los que emplean quienes controlan aparatos instituciones de mayor envergadura.

Con pocos intervalos, desde siempre Rossi ha manejado todo, o casi todo, en Santa Elena.

No es que intente controlar todas y cada una de las organizaciones locales, metiendo mano en ellas, abierta o solapadamente. Su poder territorial es suficiente como para lograr que su influencia se extienda más allá de los estrechos límites de la comarca. El jefe municipal controla resortes claves del Estado provincial o al menos las decisiones que más directamente influyen sobre su feudo.

No es ajeno a determinaciones que se adoptan en materia de educación, esfera provincial, y que afectan a su pueblo. Tiene poder en cuestiones de seguridad, esfera provincial, referidas a su ciudad. De su largo brazo tampoco escapan aspectos sanitarios, esfera provincial, que dependen orgánicamente de la estructura del Estado que encabeza Busti.

Es que, al margen de los vaivenes, de las ideas y vueltas, de la política menor, en definitiva de la anécdota, Domingo Daniel Rossi ha sido y es un hombre clave en la estructura de poder del justicialismo entrerriano en general y del bustismo en particular.

Rossi es a la política provincial lo que Santa Elena es a Entre Ríos: lo mismo pero en miniatura. Igual, pero más de pago, más pequeño. Lo mismo, pero a la vez agigantado, realidad con lupa, por la desmesura que pueden adquirir las cosas en el infierno grande que es un pueblo chico.

Santa Elena es más de lo mismo, mas chico y más grande, más grotesco pero igual.

El poder de Rossi no puede ser entendido sino como parte de una estructura política que, a grandes rasgos, se asienta sobre el clientelismo y el avance partidario sobre las instituciones del Estado.

Un compañero de andanzas de Rossi, Emilio Castrillón, también peronista, vigente también desde siempre, también oriundo del departamento La Paz, presidente del bloque de diputados oficialistas, se convertirá próximamente en miembro del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos.

A primera vista, Santa Elena es una ciudad bien cuidada.

Las plazas exhiben su césped prolijamente cortado. La Avenida Presidente Perón no luce nada mal. Bien pintados están los cordones de las veredas.

Ex obreros industriales, los desocupados han debido reconvertirse en jardineros, pintores, albañiles: contraprestación demandan a veces los programas sociales. Hay mil quinientos beneficiarios de planes asistenciales en esta ciudad entrerriana. Está linda Santa Elena, a primera vista.

Hay que alejarse un poquito, un poco nomás, para llegar hasta el frigorífico, el gigante dormido por cuyo sueño velan intereses bien concretos. Poco hay que alejarse para llegar a "El Shopping", tal la denominación del basural adonde los pobres van a hurguetear comida.

En la calle principal, las pérgolas embellecen el paisaje de una ciudad impiadosamente destrozada.

Sabios, los hombres de pueblo lo definen con metáfora fúnebre. Explican: "Santa Elena es un muerto maquillado".

Enfrente de una bella santa rita, a un paso de las pérgolas, está el Hotel Libertad.

Desde hace tres meses allí vive, como un preso, el periodista Carlos Elías Furman.

[Fuente: Por Antonio Tardelli, Cronista Digital, Paraná, Entre Ríos, Arg, 02oct06. Antonio Tardelli es periodista. Conduce el programa "En el dos mil también", que se emite de lunes a viernes, de 6 a 8, por FM Capital (101.9), de la ciudad de Paraná. También es columnista de "Mañana del Plata" (98.3), por Radio Del Plata Paraná; y del espacio televisivo "Cuestiones pendientes", que sale al aire los jueves a las 19 por Canal 6 de Multicanal y Cablevisión Esta nota fue publicada originalmente en el sitio Cuestionesonline.com.ar]

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