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24jun06
Crónica del caso Etchecolatz.
El Tribunal que juzga al represor Miguel Osvaldo Etchecolatz resolvió ayer revocar el beneficio de prisión domiciliaria del que gozaba el ex comisario de la dictadura. Fue a raíz de una denuncia de uno de los abogados de la querella, quien pudo comprobar que el genocida —condenado y procesado en varias causas simultáneas— tenía armas "en perfecto funcionamiento" guardadas en su chalet de Mar del Plata, en donde cumplía el arresto domiciliario.
Los fundamentos de la resolución fueron tajantes: "Un individuo condenado entre otras penas a 23 años de prisión por gravísimos delitos e imputado en autos de una serie de también gravísimos hechos criminales, que posee un arma calibre 9mm y 30 proyectiles, no puede estar en su casa", sostuvieron los jueces Carlos Rozanski y Norberto Lorenzo. El tercer magistrado, Horacio Isaurralde, votó en disidencia.
El Tribunal desestimó el hecho de que la suegra de Etchecolatz hubiera entregado el arma a la Justicia cuando se enteró de la denuncia, formulada el pasado martes por el abogado de la familia Teruggi-Mariani, Alejo Ramos Padilla.
"El peligro potencial de la situación no disminuye en lo más mínimo con la simple y voluntaria entrega del arma (…) ni por las alegaciones de su defensor en cuanto a su frágil salud", consideraron los jueces. Y añadieron: "Quien cumpliendo largas condenas, antiguo y entrenado usuario de armas y municiones y beneficiado por un sistema que le permitió alojarse en su propio domicilio, conserva en su poder desaprensivamente un arma de semejante calibre y una cantidad considerable de balas, representa un peligro para sí y para terceros".
Por último, los jueces compararon el caso de Etchecolatz con el de otros represores, a los cuales se les revocó el beneficio de del arresto domiciliario por quedar demostrado que salían de sus casas sin ningún tipo de control: "Si un detenido con régimen de prisión domiciliaria puede perder el beneficio e ir a la cárcel por el sólo hecho de salir para jugar al tenis o ir a comprar el pan, repugnaría el más elemental sentido de equidad que no lo perdiera quien posee en su casa una Browning 9 mm de Fabricaciones Militares".
A continuación, la resolución indicó que, hasta tanto el reo sea trasladado a una unidad penitenciaria del Servicio Penitenciario Federal, se instalará una consigna policial en el domicilio de Etchecolatz, en el Bosque Peralta Ramos, en la ciudad de Mar del Plata.
La decisión del Tribunal fue celebrada por el público presente, muchos de ellos sobrevivientes, familiares de víctimas y miembros de organismos de derechos humanos.
Los testimonios de hoy
Después de tratar la cuestión de la prisión domiciliaria del represor, el Tribunal dio inicio a la serie de declaraciones testimoniales previstas: Adolfo Paz, Horacio Matoso, Oscar Solís y Eduardo Castellanos, cuatro ex detenidos-desaparecidos que fueron citados en el marco del caso de la sobreviviente Nilda Eloy, ya que compartieron con ella el cautiverio en diferentes centros clandestinos de detención.
El primero en declarar fue Adolfo Manuel Paz, quien fue secuestrado el 31 de diciembre de 1976 en Guernica (provincia de Buenos Aires) y llevado al campo de concentración conocido como "El Infierno", que funcionó en la Brigada de Investigaciones de Lanús (con asiento en Avellaneda).
Allí, estuvo con Nilda Eloy y con otros prisioneros. El testigo narró durante su declaración las terribles condiciones de detención que se sufrían en ese lugar. Paz fue luego trasladado a otro centro clandestino del "circuito Camps", y luego liberado.
Horacio Matoso, el compañero de cautiverio de Nilda en tres campos de concentración, declaró en segundo lugar. El ex detenido-desaparecido contó ante el Tribunal que fue secuestrado el 8 de octubre de 1976, y llevado a uno de los centros clandestinos que funcionó en la zona de Arana. Allí fue torturado con corriente eléctrica, golpes y simulacros de fusilamiento.
Fue en su siguiente destino —un lugar al que ninguno de los dos pudo terminar de identificar—en donde encontró a Nilda Eloy. Matoso contó que allí había, entre muchos otros prisioneros, un muchacho peruano, apodado "Piura", a quien los represores torturaron porque ese día la selección argentina de fútbol había perdido un partido con el equipo de Perú.
El 30 de octubre de 1976, Nilda, Horacio y otros detenidos ilegales fueron trasladados, esta vez a "El Infierno". "Era un lugar en donde prácticamente no se comía", describió el sobreviviente, y añadió: "Ahí se torturaba mucho, era una cosa tremenda, de noche principalmente". Y recordó que uno de sus compañeros de cautiverio, a quien llamaban "El Pingüino", "estaba destrozado, le habían puesto clavos en las uñas de los pies".
Matoso aseguró que los responsables de custodiar a los detenidos ilegales eran "los cabos de guardia" que prestaban servicios en esa dependencia policial, que dependía operativamente de la Dirección de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires, al mando de Miguel Etchecolatz.
En ese lugar, explicó el sobreviviente, se daba de comer muy ocasionalmente a los detenidos, y tampoco podían beber agua. Y contó que Nilda Eloy, a quien a veces le dejaban abierta la puerta del calabozo, se escabullía cuando no la veían, iba al patio y traía agua de una canilla, que juntaba en un par de zapatos viejos. "Después volvía a su calabozo y hacíamos como que no había pasado nada. Tenía que arriesgarse ella para que pudiéramos tomar agua", recordó.
El siguiente campo de concentración al que fueron trasladados Matoso y Eloy fue la comisaría 3º de Lanús (en Valentín Alsina), el paso previo a la "legalización" de ambos prisioneros.
El testigo señaló que desde ese lugar —en donde por primera vez pudo tener contacto con su familia— fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y trasladado a la Unidad Penal Nº 9 de La Plata. "Ahí estuve dos años, de ahí me llevaron a Caseros, luego de nuevo a la Unidad 9, y recién en septiembre de 1982 salí con una libertad vigilada", reconstruyó.
En tercer lugar, prestó testimonio Oscar Solís, quien compartió el cautiverio con Eloy en "El Infierno". El testigo contó que fue secuestrado en La Tablada (partido de La Matanza) junto a su hermano Alberto, en la noche del 16 de diciembre de 1976. Ambos fueron llevados directamente a ese centro clandestino de detención, en donde sufrieron torturas con picana eléctrica y golpes.
"Ahí la escuché a Nilda, que era la única chica", rememoró Solís, quien en ese momento tenía 23 años. Él y su hermano fueron liberados una semana después, el 23 de diciembre de 1976. "Nos tiraron encapuchados en un arroyo de Monte Chingolo —indicó—-. Nos hicieron contar hasta cien, creíamos que nos iban a matar".
"Me quedó por muchos años el shock", contó el sobreviviente. "No podía dormir, en cuanto escuchaba la frenada de un auto, saltaba de la cama", agregó. Oscar Solís se reencontró con Nilda Eloy en diciembre de 2004, cuando el ex detenido-desaparecido fue convocado a declarar en el Juicio por la Verdad de La Plata. "Fue una gran emoción", expresó.
En tanto, en este momento se encuentra prestando declaración Eduardo Castellanos, quien estuvo detenido por un delito común en diversas dependencias policiales desde enero de 1976 y que, cuando estuvo en la Brigada de Investigaciones de Lanús (en donde funcionaba "El Infierno") tuvo contacto con los prisioneros ilegales, entre ellos Nilda Eloy.
Las audiencias continuarán el lunes.
La próxima jornada de declaraciones testimoniales tendrá lugar el próximo lunes 26 de junio. Ese día, el Tribunal escuchará los relatos de otros tres sobrevivientes, en el marco del caso de Nilda Eloy. Se trata de Walter Docters, Nora Ungaro y Alberto Rudiez, quienes estuvieron detenidos ilegalmente junto a Nilda Eloy en diversos centros clandestinos.
[Fuente: Justicia Ya en La Plata, distirbuido por la APDH La Plata, 24jun06]
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