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20jul14
La insólita caída de un capo narco que dijo ser asesor de un senador
El uruguayo Omar Collado Correa confió demasiado en su suerte. El 12 de julio fue apresado en un bar de Coronel Bogado, a 50 kilómetros de Rosario, con una camioneta con pedido de secuestro. Es el socio de "Piturro" Andrada.
Tarde o temprano, las cuentas se pagan. Lo sabía el uruguayo Gustavo Omar Collado Correa, prófugo desde octubre pasado, cuando su compañero de negocios, Claudio "Piturro" Andrada, cayó en desgracia acusado de formar parte de una organización que compraba cocaína boliviana y luego la trasladaba a Buenos Aires disimulada en cargas de camiones especialmente preparados para sortear los controles de ruta.
El sábado 12 de julio, Collado Correa fue descubierto por dos policías mientras tomaba un aperitivo acodado en la barra de un bar de Coronel Bogado, ciudad ubicada a 50 kilómetros al sur de Rosario. Cuando los agentes trataron de identificarlo, el fugitivo fingió ser asesor privado del senador provincial por el Frente para la Victoria Mario Ishii, y hasta se animó a mostrar una credencial de la Cámara de Senadores de la provincia de Buenos Aires a nombre Marcos Alejandro Herrera, pero que tenía su fotografía. El engaño no surtió efecto, y luego de algunas preguntas de rigor, el narco desnudó su verdadera identidad. Ahora es un interno más de la población penitenciaria federal, y quizás hasta vuelva a reencontrarse con su socio en algún pabellón de la cárcel de Devoto.
Fin de la historia
El reloj de pared marcaba las 18:40. Allí estaba él: jeans, campera de lana color crema, zapatillas y barba candado, ajeno a la euforia del resto de los clientes, que comentaban acalorados el partido por el tercer puesto del Mundial de fútbol que minutos antes habían disputado los seleccionados de Brasil y Holanda. La final que al otro día tendría al equipo argentino como principal protagonista también encendía el ánimo de los bogadenses, que no repararon cuando el comisario Claudio Kleiman entró al salón acompañado de un oficial de su confianza. La euforia de la tardecita fría se rompió cuando los policías preguntaron de quién era la camioneta Toyota doble cabina que estaba estacionada a pocos metros del bar. Como nadie contestó, los agentes se acercaron a Collado Correa, el único de los parroquianos que no les resultaba conocido del pueblo.
"Disculpe, ¿la camioneta que está estacionada afuera es suya?", indagó Kleiman, a cargo de la comisaría local.
"Sí", respondió Collado Correa, sin mostrar una pizca de nervios.
"¿Tiene la documentación del vehículo?", añadió el oficial, que prefirió no revelar el espíritu de la tenaz insistencia.
"No, porque me la prestaron unos amigos para hacer un negocio en la zona", contestó el socio de Piturro, que a esta altura sentía que la suerte comenzaba a escurrirse. Y no se equivocaba.
La caída del fugitivo oriental comenzó a gestarse de casualidad. Nada de investigaciones complejas ni persecuciones cinematográficas. Para dar con uno de los prófugos "más buscados del país" bastaron dos policías de un pueblo del interior santafesino, que dieron en el blanco, sin otra arma que sus amables modales.
Ocurre que horas antes del encuentro en el bar, Kleiman había recibido una comunicación de la comisaría de General Belgrano, provincia de Buenos Aires, que lo alertaba sobre una camioneta que circulaba por la jurisdicción a su cargo, y que tenía pedido de secuestro por un tema menor. Apenas se enteró de la novedad, el comisario llamó a uno de sus subordinados y salieron a recorrer el pueblo en busca del vehículo. Así llegaron hasta la Toyota y a Collado Correa, que se identificó con una credencial parlamentaria para impresionar a los agentes.
"Vine a visitar a unos amigos que no veía hace tiempo. Si querés, llamá al Senado y te van a certificar mis datos", les dijo con tono firme, seguro que un sábado a la tarde nadie respondería en La Plata.
"El tipo nos habló bien, no estaba nervioso ni nada por el estilo. Nos dijo que era asesor del senador Ishi y no opuso resistencia en acompañarnos a la comisaría", contó Kleiman a Tiempo Argentino.
Acorralado
En la comisaría las cosas no cambiaron demasiado. Collado Correa insistió en su falsa identidad y casi consigue el propósito de regresar a la calle como hombre libre.
"Ya estaba para irse. Tenía la libertad por el tema de la camioneta, sólo faltaba constatar los domicilios que nos entregó. Ahí -detalló Kleiman- fue que entró en evasivas".
Según el comisario, Collado Correa tiró la toalla cuando le dijo que contara "la posta".
"Te voy a decir la verdad, ese nombre de Herrera que te di no es real, me llamo Gustavo Omar Collado Correa, no tengo domicilio fijo porque tengo bronca en el Federal, te pido que dejemos las cosas así", escupió el prófugo, que admitió estar cansado de la vida fugitiva. También confesó que se sentía triste por no poder ver a su familia con frecuencia porque sabía que las fuerzas federales lo buscaban y no era una buena idea ir a la casa de sus dos hijos.
Cuando Kleiman y compañía se enteraron la verdadera identidad del morocho que tenían sentado frente a ellos, entendieron que tenían que extremar las medidas de seguridad de una comisaría que no estaba preparada para alojar detenidos. Antes llamaron al Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N° 1 de San Isidro, a cargo de Sandra Arroyo Salgado.
"Cuando les comunicamos a quién teníamos arrestado se mostraron sorprendidos y nos pidieron que lo trasladáramos cuanto antes", recordó Kleiman, que pasó el domingo entero en la comisaría junto al detenido, en una tensa espera que acabó el lunes a primera hora, cuando acompañado por otro oficial, el comisario manejó su camioneta Chevrolet S10 hasta la puerta del Juzgado Federal ubicado en la calle Tres de febrero al 100, esquina Moreno. Fuentes judiciales señalaron que el uruguayo se negó a declarar antes de ser trasladado a una cárcel de máxima seguridad.
El expediente
Según la causa 31016322/2012, Collado Correa "se comunicaba reiteradamente con el abonado de la República de Bolivia, conversaciones que rondaron en torno a la posibilidad de conseguir sustancias estupefacientes, las cuales serían enviadas mediante avionetas". Además, en el expediente consta que el uruguayo vivía en la casa de Piturro antes de los allanamientos de la Gendarmería Nacional.
El socio de Collado Correa es un histórico personaje del bajo mundo de la zona norte del Conurbano Bonaerense. Producto de su preferencia por la rentabilidad obtenida del tráfico de cocaína, su padre y su hija fueron secuestrados por otras bandas.
Oriundo de Frías, Santiago del Estero, Andrada se las ingenió para permanecer lejos del alcance de la justicia durante mucho tiempo, hasta que Arroyo Salgado logró descifrar la estructura que había montado para comprar cocaína en Yacuiba, Bolivia.
Durante la investigación, los gendarmes determinaron que Piturro solía viajar a tierras bolivianas en compañía de Collado Correa, quien lo secundaba en las reuniones con los mayoristas, donde se pactaban la calidad y el precio de la cocaína.
Después la droga viajaba en avionetas a pistas clandestinas hasta la zona de Las Lajitas, en Salta. Desde allí era trasladada en camión a Frías, donde Andrada es conocido como "El Gallo". Allí la cocaína era escondida en el falso techo de un camión cisterna, y luego viajaba por la Ruta Nacional 9 hasta su galpón de José C Paz.
Quienes lo conocen dicen que Andrada está "tocado por la varita mágica para el delito" y que llegó a manejar, junto a otros grupos, el 80 por ciento del tráfico de drogas en la zona norte de Buenos Aires. En Santiago del Estero, se sospecha que su familia maneja aserraderos donde se acopia la droga que llega desde Bolivia y Perú, y lo vinculan al asesinato de un agente local que habría descubierto los vínculos tejidos por algunos de sus pares con la organización que acabó por desmembrarse cuando el camión Mercedes Benz Sprinter que transportaba 583 kilos de cocaína fue descubierto en el kilómetro 758 de la Ruta Nacional 9, en Córdoba.
En corrientes cayó cocaína del cielo
El martes 15, dos aviones de la Fuerza Aérea interceptaron una aeronave que circulaba en forma ilegal en la provincia de Corrientes, por lo que sus ocupantes se vieron obligados a arrojar un cargamento de bolsas con 150 kilos de cocaína que transportaban, según informó el Ministerio de Defensa de la Nación.
El hecho, que se difundió ayer pero sucedió el martes, ocurrió cuando una avioneta que provenía de Paraguay fue detectada por un radar que se encuentra ubicado en la ciudad de Posadas, en la provincia de Misiones.
Pasados unos minutos, y al haberse agotado los pasos de identificación de la aeronave y el vuelo, esta fue declarada como Tránsito Aéreo Irregular (TAI) por la Fuerza Aérea y se les ordenó a dos aviones IA63 Pampa que la interceptaran, al mismo tiempo que se le informó de la situación a la Gendarmería Nacional, con base en la zona de influencia donde volaba la aeronanave ilegal.
Los pilotos de los aviones Pampa identificaron a la avioneta como un monomotor de planos altos, color blanco con franjas azules, de marca Cessna 210.
Con la confirmación de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay de que la aeronave no tenía patente, y que tampoco informaba las coordenadas de vuelo ante reiterados pedidos, tanto de Fuerza Aérea como de Gendarmería, los tripulantes se vieron obligados a lanzar alrededor de 150 kilos de cocaína a los campos ubicados a 30 kilómetros de Paso de los Libres.
Posteriormente, la avioneta se dirigió rumbo al oeste. Luego de un intenso rastrillaje, recién el miércoles, los efectivos de Gendarmería que se encuentran afectados al Operativo Escudo Norte del Ministerio de Seguridad de la Nación, detectaron cuatro bolsas que contenían unos 154 kilos de cocaína.
Por orden de la jueza federal de Paso de Los Libres, Mabel Borda, se labraron las actuaciones de rigor (los croquis de la zona y las testimoniales), y se trasladó la droga.
Tanto desde el Ministerio de Defensa como desde la cartera de Seguridad se destacó la "celeridad" en la actuación, articulación y despliegue de recursos humanos y tecnológicos llevados adelante en el operativo.
Una vida basada en el delito
Antes de caer el año pasado, Claudio Andrada había sido detenido en 1996 en su casa de Vicente López, mientras esperaba 40 kilos de cocaína que llegarían desde Bolivia. No pasó mucho tiempo encerrado porque fue absuelto por ese caso. Pero el tiempo le trajo peores dolores de cabeza.
En 2004 Leónides, su padre, fue secuestrado durante 66 días. Antes de liberarlo, los captores le cortaron un dedo. Siete años más tarde fue el turno de su hija Sofía. El santiagueño tuvo que pagar alrededor de 100 mil dólares y varios kilos de cocaína para recuperarla.
En diciembre de 2011 Piturro perdió casi una tonelada de cocaína, también sobre la Ruta nacional N° 9, pero a la altura de la localidad de Lima, en Zárate.
En ese operativo fueron detenidos los dos peruanos que "culateaban" el camión y el chofer del vehículo. En mayo de 2012, el Juzgado Federal Nº 3 de Orán ordenó la detención de su cuñado Ariel Luna, vinculado a los 800 kilos de cocaína descubiertos por Gendarmería en Pergamino.
[Fuente: Tiempo Argentino, Equipo de Policiales, Bs As, 20jul14]
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