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16dic07
La deuda con el Club de París representa un tres por ciento de la deuda externa total
No se pagará al contado ni tampoco en 10 años. No se utilizarán directamente reservas del Banco Central, aunque éstas podrían ayudar en forma indirecta al pago. No habrá un programa tradicional con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ni éste permanecerá totalmente ajeno a la cuestión.
Más allá de los cruces verbales, se cree que en 2008 el acuerdo con el Club de París se definirá con un final que, de todos modos, está condicionado al humor los bonistas que siguen en default y a la evolución de la crisis financiera internacional.
Estas son las claves de la negociación entre la Argentina con el Club de París, anunciada desde hace casi dos años, pero nunca lanzada formalmente. Una situación que se asemeja a un partido de truco gallo, en el que participa en forma solapada un tercer actor (el FMI) y en el que todos esconden sus cartas, a tal punto que no se animan a tirarlas nunca en la mesa, y en el que, al mismo tiempo, sobreactúan el poder de los naipes que cada uno tiene.
Los participantes de este partido se observan entre sí a la espera de alguna seña para saber qué hacer, mientras el tiempo pasa, los intereses se acumulan y algunas empresas se quejan porque, para invertir en el país, deben asimilar un costo que casi duplica al que pagarían si se saldaran los US$ 6200 millones pendientes ante 19 acreedores oficiales.
Para colocar esa cifra en contexto, se trata de tan sólo un tres por ciento del stock total de la deuda pública argentina, y sin embargo, para muchos tiene una importancia clave, no sólo por la reducción del costo financiero antes mencionada, que agilizaría algunas inversiones de bienes de capital, sino también porque sería un "gesto de reinserción en el mundo", como han afirmado muchos analistas y, también en privado, importantes funcionarios del Gobierno. En su primera aparición pública como ministro de Economía, Martín Lousteau afirmó que el arreglo con el Club de París es "importante pero no urgente". Importante, aclaró, porque "reduce el costo del financiamiento exterior". "Nos vamos a tomar el tiempo necesario para ver cuál es la mejor forma de resolverlo de acuerdo con nuestros intereses", dijo Lousteau, luego de haber recibido junto con el presidente del Banco Central, Martín Redrado, al director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn (DSK), que declaró que las reglas entre el Club y la Argentina para saldar esta deuda que está en default desde fines del 2001 las deben fijar acreedores y deudores. Al igual que lo había hecho un mes atrás en Washington al ser ungido en su nuevo cargo, DSK indicó en Buenos Aires la semana pasada que sólo podría actuar como facilitador, pero que no avanzará mucho más allá. También coincidió con el freno que colocó Lousteau: "No estamos apurados". Allá, en Washington, en cambio, había afirmado que "todo el mundo estaría muy contento si se pudiera resolver tan pronto como sea posible la cuestión con el Club de París".
Al parecer, DSK aquí pidió dos o tres meses para poder hablar con "personajes importantes de modo de poder convencer a alguna gente en el directorio del Fondo".
¿Qué ocurrió en el medio? El francés pasó de aquel DSK que acababa de sentarse en el sillón que habían ocupado sin pena ni gloria Horst Köhler y Rodrigo de Rato, lleno de confianza en poder cambiar a un moribundo organismo, a este que comienza a comprender las reglas que impone el Grupo de los Siete que maneja el FMI. Un agudo observador de las finanzas internacionales dijo a LA NACION: "Nadie importante en el FMI quiere poner a la Argentina en el compromiso de tener que firmar un acuerdo tradicional con el FMI, pero hay mucha resistencia de los directores por Europa para optar por una vía más blanda y sentar un precedente frente a otros casos".
¿Qué significaría fijar un precedente? Que desde 1956, cuando el club de acreedores integrado por países que le prestaron a la Argentina se reunió por primera vez en París, estableció una serie de reglas que fueron cambiando, pero que están escritas. Y estas reglas dicen lo siguiente: "El tratamiento de deuda se aplica solamente a los países que necesitan una postergación y que implementan reformas para resolver sus problemas de pago de deuda. En la práctica, la condicionalidad la provee la existencia de un programa apropiado apoyado por el FMI, que demuestre la necesidad de un alivio de la deuda".
El punto es clave para entender que la demanda de los europeos se basa en una convención que se aplica a todos los países del mundo, incluidos algunos muchos más pobres que la Argentina, como los africanos. ¿Es eso justo? Tal vez no, pero la Argentina por ahora no parece ser el mejor leading case para cambiar esa condicionalidad debido a su maltrato a los inversores extranjeros en los últimos años. Además, tal como lo explican las reglas de Evian, fijadas por el Club en 2003, la participación del FMI es vital para saber cuál es el grado de sustentabilidad del país que se compromete a pagar la deuda. Tal como explicó una fuente diplomática del G-7, el FMI es convocado para actuar como "auditor" y determinar si el plan de pago que presenta el país es sustentable o no.
Cuando la Argentina acordó pagarle al FMI su deuda de US$ 10.000 millones y a España US$ 1000 millones en cómodas cuotas, Japón dijo que el país debía usar sus reservas para cancelar sus pasivos al Club de París.
Pese a las diferencias que mantenían en ese entonces Redrado y Felisa Miceli, coincidieron en negar esa posibilidad. El argumento político de esa negativa era que el pago al FMI significaba sacarse de encima a un molesto inquisidor que había dejado al país sin "asistencia respiratoria" en agosto del 2001, como ejemplo para que el resto del mundo no le siguiera los pasos. En términos jurídicos, negarse a utilizar reservas implicaba no querer darles la razón a los bonistas que están en juicio con el país en el exterior y que argumentan que las reservas y del BCRA la plata del Tesoro son lo mismo y que, por lo tanto, podrían ser embargadas.
Envalentonada, Miceli se animaba a dejar trascender que había iniciado "formalmente" las negociaciones enviando una carta al Club situado en el Tesoro de Francia, que al parecer tenía mal colocada la dirección postal porque nunca llegó a destino, según dijo en 2006 y 2007 su secretario general, Xavier Musca.
Luego del escándalo de la bolsa, Miceli se fue por la puerta de atrás del Palacio de Hacienda y el secretario de Industria y militante K Miguel Peirano se convirtió en ministro. Como le ocurrió a otros ministros que fueron a buscar a Washington algo más que expresiones de buena voluntad, Peirano también se encontró con reclamos por los cambios en la medición a la inflación y con promesas vagas sobre la renegociación de esta deuda. Por esa razón, para llegar a cualquier tipo de entendimiento con el FMI, aclaró la fuente diplomática consultada, habrá que normalizar la situación del Indec antes que nada.
En su momento, Peirano se fue y dejó trascender una pelea con el polémico secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y, más veladamente, por su presunta negativa a firmarle a su poderoso par de Planificación Federal, Julio de Vido, o sea, al presidente Néstor Kirchner, la aprobación de la estructura jurídico-financiera de US$ 3800 millones para el ambicioso tren bala a Rosario.
Llegó Lousteau y comenzaron a hacer las cuentas de nuevo: un importante funcionario contó a LA NACION los límites que se exploran: "Si se quiere acordar sin que el FMI participe, habría que hacer un pago en dos o tres años que el país no está en condiciones de afrontar por las altas necesidades de financiamiento en un contexto de mercados casi cerrados. Si se quiere hacerlo como con España, en cinco años, a priori no se puede evitar al Fondo".
La tercera alternativa sería negociar en forma directa con el G-7 para un programa de más largo plazo. Pero el G-7 tampoco parece estar demasiado apurado en sentarse con la Argentina, porque primero quiere saber cuál es el rumbo definitivo que tomará la nueva presidente en materia de política económica.
Mientras tanto, un economista ligado al Gobierno se atrevió a diagnosticar que "todo lo que quieren el G-7 y el FMI es ejercer una especie de monitoreo, aunque en público Strauss-Kahn se muestre simpático que sus predecesores para que el país no se aleje nuevamente. Y tal vez la Argentina en algún momento tenga que sincerar esto a través de un acuerdo e, inevitablemente, luego deberá discutir el tema de los hold-outs".
Más desconfiado, otro analista afirma que "si se enfatiza tanto el tema del Club de París es porque la cuestión de los hold-outs, que implica resolver una deuda de US$ 27.000 millones) no quiere afrontarse". En el medio, tal vez con la frescura de sumarse recién al gobierno, cerca de Lousteau confiaron en que este codiciado acuerdo por US$ 6200 millones, se alcanzará en 2008, para darle un regalo a una presidenta que antes de asumir declamó su intención de mostrar otra cara al mundo, pese a que el caso de la valija venezolana pueda llegar a cambiar la dinámica de las relaciones exteriores nada más y nada menos que con Estados Unidos.
[Fuente: Por Martín Kanenguiser, La Nación, Bs As, Arg, 16dic07]
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