A penas producido el Golpe Militar, el arzobispo de Paraná, vicario castrense y en ese entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor A. S. Tortolo, instó, a "cooperar positivamente" con el nuevo gobierno a fin de "reinstaurar definitivamente el espíritu nacional y una convivencia que no puede soslayarse en palabras, sino en hechos". De esta forma, a través de los ocho años que duró el golpe, la misma Conferencia Episcopal Argentina que hoy dice que su actitud fue insuficiente, legitimó en sus acciones concretas y en sus declaraciones, la dictadura. Tomando como broche de oro su afirmación de que "un pueblo digno, sobre todo en tiempos de dificultades, estrecha filas por vínculos que superan las normas de justicia y es capaz del perdón y el amor". (Exhortación Pastoral 14/11/81)
De esta manera, quisieron "legitimar" lo que luego sería la ley de Autoamnistía decretada por Bignone. En ese entonces, y aún ahora, los hijos y la gente en general nos preguntamos qué a autoridad moral tenían para pedirnos "perdón y amor".
Incluso esta posición obcecada y de lazos tan estrechos con el horror les costó un enfrentamiento con el Vaticano. qué ironía, no? Cuando-, el mismo Papa, junto a la cúpula eclesiástica, bendijo a los militares en la época de Malvinas.
El Episcopado sólo nombra a los presos y a los desaparecidos desde su "preocupación", siempre basada en la teoría de los dos demonios.
Hoy también nos preguntamos dónde está lo insuficiente de sus actitudes cuando tratar el tema veinte años tarde y, otra vez, por presión del Vaticano; cuando le cerraron las puertas de la Iglesia y les negaron información a los familiares; cuando los capellanes castrenses daban su apoyo espiritual a los torturadores en sus "dudas morales"; cuando Monseñor Plaza entregó gente; cuando este, junto a Tortolo, Bonamin y otros entraban a los campos de concentración para pedirles a los torturados confesión y así sacarles información.
Ante este cuadro de tantos pecados horrorosos cometidos por la misma Iglesia nos invade, inevitablemente, un sentimiento de profundo escepticismo e incredulidad ante su documento.
Más aún cuando no hay tampoco ninguna actitud concreta. No se ha excomulgado a ningún torturador (es más, concurren a misa asiduamente), ni tampoco a ningún miembro de la Iglesia que participó en la tortura (Von Wernich, a modo de ejemplo) y aún no han brindado la información que negaron en su momento. De más está decir que nunca nos han acompañado como institución en nuestro reclamo de juicio y castigo.
Tampoco han reconocido ni pontificado a sus mártires que sí tomaron una actitud digna y sí estuvieron realmente a la altura de las circunstancias y en muchos casos lo pagaron con su vida, como Monseñor Angellelli, el Padre Mujica, los Padres palotinos, las religiosas francesas, y muchísimos más.
Quizás también Sea necesario decir que si la Iglesia como institución hubiera tomado una actitud similar hoy miles de nuestros padres estarían con nosotros. Es doloroso saber que en sus manos estuvieron milIares de vidas, pero también es una gran verdad. No hubiera sido posible un genocidio de esta magnitud con la Iglesia como principal obstáculo, con la Iglesia poniendo su influencia y su inmensa capacidad de movilización en defensa de los derechos humanos.
Editado por el equipo Nizkor - Apartado de Correo 15116 - Madrid - España.